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Bienvenidos a Dark Business, un blog donde podréis encontrar fanfics variados de autores diferentes.

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Pausa general

Llevo bastante tiempo pensando, negando lo evidente, pero creo que es una gran estupidez seguir negándolo. Abrí este blog con el fin de pasar el rato, de postear mis fanfics, y después para darle una oportunidad de publicar a otros autores. Pero llevo ya mucho tiempo dejando todo esto de lado, y la mayor parte de los demás autores (por no decir todos) pasan absolutamente de este blog. Así que no me queda más remedio que hacer lo siguiente:

Este blog queda parado. No se volverá a publicar absolutamente nada (al menos mío) en una temporada.

Disculpad las molestias.

Kyara.

P.D: quizás acabe dejando este blog solo para mis publicaciones y para nadie más.

lunes, 12 de noviembre de 2012

No más dolor - Capítulo 5


Capítulo 5

El sol entraba por la ventana de aquella blanca habitación. Tras la cortina, estaba Angie tumbada en su cama. Miré el resto de la habitación para ver si había alguien más, pero no había nadie. Las máquinas seguían conectadas a mi cuerpo, pitando por las pulsaciones. Las blancas sábanas me tapaban las piernas, y el torso lo tenía al descubierto, recibiendo el aire que entraba por la ventana de la habitación. Por suerte, ya se había ido el olor a azufre de aquel habitáculo. Gracias a esto, digamos que se me abrió el apetito, aunque sabiendo la mierda de comida que daban no me terminaba de hacer mucha gracia, tenía ganas de echarle algo al estómago. Me estaban rugiendo las tripas, como si llevase días sin comer, y tenía la boca seca. Después de todo lo que había vivido la noche anterior, parecía que mi cuerpo me pedía una “recompensa” La tensión, los nervios y la emoción vivida durante aquella noche fue demasiado para mí. Lo único que me “gustó”, porque no se si realmente me gustó o no, fue aquel último beso. No sabía muy bien por qué me gustó. Llevaba demasiado tiempo sumido en una oscuridad que no me dejaba ver más allá del accidente y la muerte de Amy. Fue el romance y la relación más hermosa que pude mantener en toda mi vida. Pero ahora todo estaba empezando a cambiar, a un ritmo demasiado acelerado. De la noche a la mañana estaban empezando a aflorar unos sentimientos en mí hacia Elízabeth que jamás pensé que pudiesen surgir. Ya no era solo cariño y una fuerte amistad sino que, después de aquellos dos besos, empecé a mirarla con otros ojos. La estaba empezando a ver no solo como amiga, sino como mujer. Era algo difícil de entender, puesto que la había visto escasamente unas diez o quince veces en lo que llevaba ingresado en el hospital. Pero claro, después de aquellos besos pues, me empezaba a preguntar si ella sentía algo por mí, aunque tenía algo de vergüenza como para preguntárselo. Aunque, realmente no había sido ella la que me había besado, sino su “caído”. Después de lo que pasó anoche, después de haber recibido una saturación de información, empezaban a surgir nuevas preguntas, dudas que eran necesarias ser resueltas. Y sabía quien era la persona idónea para responderme.

En tres días se cumplían dos meses desde que me habían ingresado. Dos meses en los que me han pasado cosas que en mi vida pensé que me podría pasar. Cada vez que el médico me hacia la visita matutina, me contaba lo sorprendido que estaba con la velocidad de mi recuperación. Todas las veces que me visitaba me decía lo mismo. Pero hubo un día que me sorprendió realmente lo que me dijo.

-Buenos días, Jack. ¿Cómo ha amanecido hoy? –el médico entró sonriente en la habitación.
-¿Mojó anoche, doctor? –le respondí algo extrañado por su cara sonriente.
-¿Por qué lo pregunta? –me preguntó riendo ante mi comentario.
-No es muy normal verle tan contento, eso es que le ha pasado algo bueno, y viendo como esta la enfermera con usted últimamente pues... –aparté momentáneamente la vista de aquel hombre para mirar la hora que era, ya que me parecía demasiado temprano para su visita.
-Oiga, yo estoy felizmente casado, y no, anoche no mojé –se ve que no le gustó mucho lo que le dije, pero no conseguí enfadarle.
-Entonces, ¿a que se debe esa felicidad?
-Verá, me acaban de llamar unos señores de Inglaterra, diciéndome que van a venir a hacerle unas pruebas. Les mandamos los resultados de las pruebas que le hemos estado haciendo en las últimas semanas, y se han hecho las mismas preguntas que nosotros. ¿Cómo es que sus huesos se regeneran tan rápido? ¿A que se debe esa anomalía en sus células óseas? Ellos piensan lo mismo que nosotros, que usted tiene que tener algún tipo de mutación genética. Así que esta misma tarde, le empezarán a realizar las pruebas.
-Y, ¿Cuánto tiempo van a durar esas pruebas?
-Pues, o bien hasta que descubran el porqué de esa regeneración prodigiosa, o hasta que usted este completamente sano y pueda marcharse. Ya después si siguen con las pruebas será de su elección.
-Está más que clara cual va a ser mi respuesta, ¿no cree? –le miré alzando una ceja.
-Debería planteárselo, porque uno nunca sabe, puede que descubramos en usted la fórmula para conseguir ayudar a mucha gente en su situación, para ayudarles a curarse antes.
-La respuesta seguirá siendo no, diga lo que me diga, mi respuesta es un “no” rotundo. ¿Me he expresado con claridad, doctor?
-Sí, descuide –le cambió el gesto de la cara. De estar feliz a estar enrabietado-. Le avisaremos cuando vallan a empezar. Con permiso... –hizo una leve reverencia y se acercó a la puerta.
-Y sin él también. Márchese –desvié la mirada hacia la ventana de la habitación.
-Que tenga un buen día.
                Tras decir esto, el médico salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Yo me quedé un rato mirando por la ventana, viendo como unas nubes negras, cargadas de lluvia empezaban a tapar al sol. Por un momento me sentí reflejado en esas nubes. Tenía ahora mismo tanta carga acumulada deseando ser liberada, que al mínimo roce explotaría. Era ya una situación bastante desagradable. Por un lado estaba el hecho de tener a “un ángel” como compañero de habitación, al mensajero de dios tocando las narices, una amiga que tenía un ente que se me insinúa demasiado y me hacía creer cosas que no sabía si eran ciertas, y por último un médico que creía que yo tenía algún bicho raro metido en el cuerpo. ¡Ah! Y no solo eso, sino que además, por lo visto había otro “caído” en alguna parte intentando usar mi cuerpo para volver al mundo. ¿Tan malas eran las pastillas que me daban para los dolores?

                Rebobinando todas las conversaciones con el médico, caí en la cuenta de que siempre era yo el centro de sus investigaciones. Nunca mencionaba a Angie en ningún momento. Y si supuestamente era un ángel, ella también tendría que tener esa “mágica” regeneración. Pero se ve que no. ¿Qué mas secretos me estaba ocultando aquella rubia? Ya me podía esperar cualquier cosa, así que me incorporé en la cama y miré la suya, pudiendo observar que ella también estaba sentada, mirándome.

-¿Me lo vas a explicar o te lo tengo que preguntar?
-Jack, las cosas no son tan negras como tú las ves.
-¿A no? ¿Entonces por qué a ti no te dicen nada de los jodidos huesos?
-Porque yo me regenero a un ritmo normal, pero no siento dolor. Es una forma de sobrevivir aquí, en el mundo de los humanos.
-¿Les mientes? Bueno... ¿nos mientes?
-No es mentir, Jack. Yo no miento. Solo intento actuar como si fuese una persona normal.
-Es decir, que mientes. Bien. Cada vez vas mejorando, Angie.
-Tienes que entenderme, Jack. No puedo ir por ahí haciéndome daño –hizo el gesto con los dedos de la comilla cuando dijo lo de “daño”-, y estar como si no hubiese pasado nada. ¿No crees que sería algo sospechoso?
-Sí, pero tampoco es cuestión de ir fingiendo que te duele.
-Es la única forma de poder disimular bien –suspiró-. Si fuese por mí, gritaría a los cuatro vientos que soy un ángel y se lo demostraría al mundo. Pero ni Gabriel, ni el resto de ángeles me lo permitirían. Ya viste como se puso el otro día contigo, cuando te fui a mostrar mis alas.
-Sí, y te juro que como vuelva a ponerse así de gallito me levantaré y le reventaré la cabeza.
-Jack, con esos sentimientos lo único que consigues es que “el otro” tenga mas facilidades para volver.
-¿A qué te refieres? –no entendí muy bien eso, pero me pude hacer una idea del porqué.
-Verás Jack, un ángel caído se alimenta de los sentimientos más oscuros y pecaminosos de los humanos. Toda esa ira que tienes acumulada no es más que un hilo del que poder tirar para volver más rápido, y si sigues alimentándole, terminará por volver... y no sabría decirte muy bien que es lo que pasaría contigo.
-¿Me estás diciendo que cuando ese tío venga no se sabe que es lo que va a pasar conmigo?
-Yo, personalmente, no lo sé.
-Pues si que... –me quedé pensativo unos segundos.
-Podemos ayudarte, Jack.
-¿Podemos? ¿Quiénes?
-Gabriel y yo. Sabemos como expulsar a ese mal que llevas dentro.
-Ni se os ocurra acercaros a mí. Como intentéis tocarme, tan solo un pelo, os juro que no respondo.
-¿No ves que es peligroso para tu bienestar?

                En ese momento me vino a la cabeza, como un flash back, que la situación de Elízabeth era la misma. Ella tenía un ente y seguía viva. Aunque hacía un par de días que no la veía. Pero eso no quería decir que hubiese muerto, o le hubiese pasado algo, ¿no?

-Elízabeth también tiene un caído y sigue viva.
-Ya, pero... tendrá dificultades en su día a día –parecía estar buscando una excusa para darme-. ¿Tú a ella la ves feliz?
-Sí. No me ha mostrado lo contrario.
-Ahí es a donde quiero llegar, Jack. Solo se muestra como una persona buena y simpática. Probablemente tenga una cara oculta que no quiere mostrar.
-¿Estás insinuando algo, rubia?

                Una voz conocida irrumpió nuestra conversación, dejando sin habla a Angie. Cuando ambos miramos hacia la puerta, vi que allí estaba Elízabeth, apoyada en el marco de la puerta. Me miró momentáneamente, dedicándome una gran sonrisa y volvió a clavar sus ojos en los de la pequeña rubia. Con sus pantalones de cuero ajustados, su camisa blanca de asillas y sus “All Star”, se acercó a mi cama, sentándose a mi lado.

-Yo no tengo ningún problema en mí día a día. Y si los tuviese, no dudaría en contárselo a Jack –me acarició la mano con la suya, suavemente.
-Lo siento –dijo Angie tartamudeando-. No era mi intención... yo solo...
-Da igual. Dejemos la conversación a un lado, ¿si? –sonrió y me miró-. Perdona por no haber venido antes. He tenido que arreglar un par de asuntos con el casero tuyo. Mira que es tozudo el hombre.
-¿Tuviste algún problema con el piso?
-Sí, que no me dejaba sacar tus cosas del piso sin que tú estuvieses allí presente, y eso que le insistí en que me lo habías pedido personalmente.
-Bueno Eli, es normal que no te deje sacar las cosas. No te ha visto por allí, así que no sabe si realmente te he mandado yo o eres una ladrona –reí levemente.
-¿Me estás llamando ladrona, Jack? –aguantó la risa, intentando poner una cara seria.
-No me atrevería en la vida. Y lo sabes –sonreí mirándola a los ojos.
-Ya decía yo –rió levemente y luego me dio un abrazo, acompañado de un beso en la mejilla-. ¿Qué tal con los médicos?
-Bueno, digamos que han ido más allá de sus pruebas. Les mandaron mis resultados a unos tíos en Inglaterra, y van a venir a hacerme más pruebas.
-Mmm... podría hacerte un reportaje.
-¿A mí? No, ni se te ocurra. Ya tengo suficiente con los médicos.
-Era una broma, hombre –me dio un leve toque en el hombro.
-Me lo suponía –le sonreí, cogiéndola de las manos.

                Nos quedamos unos segundos en silencio, mirándonos a los ojos y sonrojándonos al mismo tiempo. Mientras la miraba, en mi cabeza rondaba la idea de preguntarle acerca de todo lo que había pasado, a ver si por casualidad me contaba algo, pero me llevé una sorpresa al ver que ella empezó esa conversación.

-Jack, tengo que contarte algo que es importante para mí, y también para ti.
-Adelante, te escucho.
-Verás... –suspiró antes de continuar-. Esto es muy difícil para mi, sé que me va a costar contártelo, pero quiero hacerlo ahora que supongo que... habrás visto cosas que... bueno, algunas cosas que no te esperabas de mi. No sé si me explico... –tartamudeaba un poco cuando hablaba.
-No logro entenderte muy bien –dije intentando sacarle mas información-. ¿A qué te refieres?
-Veamos, a ver como te lo explico sin que me dé un síncope –se sentó más cerca de mí-. Voy a intentar decírtelo para que me entiendas lo máximo posible.
-Vale, te escucho.
-Vamos a ver, hace un par de noches... y corrígeme si me equivoco, tuviste algo así como un sueño en el que me viste en la calle, rodeada de gente extraña, ¿verdad?
-Sí. Sé que hice un viaje astral.
-¿Quién te lo ha contado?
-Ella –señalé la cama de al lado, donde estaba Angie escuchando la conversación.
-Bueno, pues a partir de ahora yo te contaré las cosas –se levantó algo enfadada y rodo la cortina que dividía la habitación en dos, volviéndose a sentar a mi lado-. ¿Qué más te ha contado?
-Que tienes un “ente” que es un ángel caído, y que fue a ella a la que vi en el viaje.
-Vale, hasta ahí todo bien. Lo que te ha dicho... que no se si te parece cierto o no, es verdad.
-Sí, bueno. Había oído hablar de esas cosas cuando era un niño, pero no me lo termino de creer. Aunque viendo lo que vi, y por todo lo que sucedió después del viaje, tengo argumentos y pruebas suficientes como para terminar de creérmelo.
-Vale. Pues bien, aquí viene lo más importante. ¿Recuerdas el beso que te dio mi caído?
-Sí –tartamudeé poniéndome completamente colorado, recordando aquella escena.
-Pues bien –cogió aire y me miró a los ojos, cogiéndome de las manos-, ese beso... llevaba tiempo guardándomelo, y en ese momento tuve una buena excusa para dártelo.

                Escuchar aquellas palabras saliendo de los labios de Elízabeth me puso el corazón a mil. No era solo nerviosismo, sino algo de entusiasmo también. Pero, ¿cómo se suponía que tenía que reaccionar ante eso? Todavía estaba Amy en mis recuerdos. Es verdad que cada vez su recuerdo se apagaba más y más, pero no se si estaba preparado para superar ese bache. Cinco años son demasiados para esperar a que se borre un recuerdo, un recuerdo que creía imborrable. Lo había perdido todo por culpa de aquel  trágico recuerdo, y ya no me podía permitir el perder algo más. ¿Sería esta la señal que llevo tanto tiempo esperando? ¿Sería ese el momento de empezar a cambiar? No iba a dejarlo pasar. Ya iba siendo hora de plantarle cara a la vida, y decirle cuatro cosas bien dichas.

                Miré a Elizabeth directamente a los ojos, me acerqué a ella lentamente todo cuanto me dejaron los cables del estetoscopio, acariciándole el hombro con una de mis manos.

-Elizabeth...
-Jack, yo... entenderé si te enfadas conmigo por lo que te digo, pero es que desde antes de que empezases a salir con Amy, ya sentía algo por ti, pero me tuve que hacer a un lado... y no quiero tampoco presionarte...
-Chis... –posé uno de mis dedos sobre sus labios, haciendo que se callase-.  No digas nada mas, Eli... es cierto que estuve locamente enamorado de una gran mujer... pero murió hace mucho tiempo, y ya va siendo hora de que saque su recuerdo de mi corazón, tengo que abrir paso a las cosas buenas que están por venir, y creo que tú eres una de ellas...
-Jack... –se le llenaron los ojos de lo que parecían ser lagrimas, mordiéndose levemente el labio inferior.
-Eli... –acerqué mis labios a los suyos, uniéndolos en un suave y cálido beso, haciendo que nuestros corazones latiesen tan rápido que poco les faltaba para salirse del pecho.

                El tiempo se detuvo en aquel beso. Nunca pensé que pudiese hacer lo que acababa de hacer. Estaba besando a la que ha sido y siempre sería mi mejor amiga. Después de tantos años en la penumbra y en la soledad de mi piso, por fin había dado un primer paso hacia un cambio que era algo más que necesario. Ahora solo me quedaba esperar a ver si ese beso iba a ser correspondido, y no se hizo demorar la respuesta. A los pocos segundos de juntas nuestros labios, noté como los suyos correspondieron de una forma dulce y tímida, separándose de mí lentamente. Nos quedamos unos segundos mirándonos como dos tontos para luego dedicarnos una sonrisa mutua. El color rojizo de las mejillas de Elízabeth dejaba ver la vergüenza que sentía en ese momento, y sus verdes ojos hacían que me perdiese en ellos. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? Estaba tan cegado por la muerte de Amy, que no quería ver que sí había alguien esperándome, que sí tenía alguien en quien poder confiar realmente y encajarle el adjetivo de “amigo”. Alguien de los que si le llamabas para contarle tus problemas, siempre te iban a escuchar y a animar. Bien es cierto que no había hablado con ella en años, pero esa falta de comunicación se ve que no fue ningún impedimento para que nuestra amistad siguiese en pie, que ese lazo, ese vínculo tan fuerte que teníamos desde la infancia todavía seguía existiendo. Aquella niña de rizos rojos que me hizo sonreír durante toda mi infancia, estaba ahora delante de mí, convertida en toda una mujer, pero manteniendo aún esa chispa que la hacía tan especial.

-Espero no estar siendo demasiado precipitado –dije en voz baja, mirándola a los ojos.
-Tranquilo Jack, no tienes por qué forzarte a hacer algo que no quieres. Si realmente no te ves preparado para seguir con esto... lo entenderé. Sabes que siempre estaré a tu lado, esperándote.
-Eli, yo solo te voy a pedir una cosa, y es que me des tiempo para... ya sabes, intentar poner en orden mis sentimientos. Porque, no se como, Amy cada vez se aleja más de mi mente, su recuerdo huye de mí, como si quisiese esfumarse. Y no se por qué me pasa esto. Sé que desde donde quiera que esté, me estará mirando y seguramente se sentirá herida... –aparte momentáneamente la mirada, quedándome algo pensativo.
-¿Sentirse herida? ¿Por qué iba a sentirse herida? Tú solo intentas superarlo, y has perdido mucho por el camino. Pero ya va siendo hora de que intentes sentar la cabeza. Yo no se lo que es perder a alguien importante, salvo a mis padres, porque yo nunca he estado realmente enamorada de alguien hasta el punto al que llegasteis tú y Amy –se quedó en silencio unos segundos-. Bueno, en verdad si estuve enamorada de alguien –prosiguió-, pero ese amor no pudo ser correspondido –suspiró, acariciándome las manos.
-¿Quién era? –pregunté algo perdido.
-Ay, Jack. ¿Todavía no te has dado cuenta de quién fue ese hombre del que me enamoré? –en aquel momento entendí que la pregunta que había hecho era de género estúpido-. Tú eras y eres el hombre del que siempre he estado enamorada.
-Eli... –le acaricié con suavidad sus sonrojadas mejillas-. ¿Por qué no me lo dijiste?
-¿Cómo te lo iba a decir, Jack? Tú tenías ojos solo para Amy, y como te veía tan feliz cuando la veías, cuando hablabas con ella y todo eso, supe que tendría que guardarme ese sentimiento en lo más profundo de mi corazón. Ojalá hubiese tenido el valor suficiente como para habértelo dicho cuando tuve oportunidad, pero no sabía que hacer, no sabía como podía demostrártelo. Joder Jack, que solo me faltaba levantarme la camisa delante de ti para llamar tu atención –rió levemente.
-Me cago en mi estampa. Sabes que yo  soy malísimo para pillar ese tipo de cosas. Hubiese preferido que me lo dijeras directamente –suspiré-. Y, si te soy sincero, antes de que apareciese Amy estuve tentado, y en más de una ocasión, de pedirte salir. Pero no lo hacía por un motivo... que tú me rechazaras y estropease nuestra valiosa amistad.
-Es que es para matarte, colega. Bueno, es para darnos dos tortas a cada uno. Estábamos enamorados el uno del otro y ninguno nos atrevimos a dar el paso. Aunque ese papel lo suele tener el chico, que conste.
-Bueno, eso son minucias.
-Cierto. Pero bueno. Lo nuestro no pudo ser y ya. Tú te casaste con una mujer que era perfecta: era lista, guapa, tenía buen tipo y además venía de una buena familia.
-Sí. La verdad es que Amy me cambió la vida para mejor. Pero dentro de esa perfección, había algo que no me gustaba tanto. Era algo sin mucha importancia, y  que a la larga me terminé acostumbrando.
-¿Me estas diciendo que había algo malo en estar casado con Amy? Eso si que es nuevo –rió ante el comentario.
-No es que fuese algo malo, sino que era algo bastante raro. Verás, era demasiado perfecta. No había nada que me disgustase de ella, no había nada que hiciese mal, salvo el pescado frito –reí levemente-. Y era eso lo que me trastornaba un poco. El simple hecho de que todo era perfecto. Todo era siempre igual.
-Vamos, que te parecía aburrida.
-Sí... bueno, no tanto como aburrida, pero si algo monótona. Pero bueno, lo de Amy ya es historia. Pasó hace mucho tiempo y no quiero volver a recordarlo. Prefiero centrarme más en el presente. Prefiero pensar que ahora estamos aquí, los dos juntos, y creo que a partir de hoy vamos a ser algo mas que amigos, ¿no? ¿O me vas a decir ahora como suele pasar en todos los comics y películas?
-¿El qué?
-Que me quieres mucho, pero que ahora solo me ves como amigo. Si es así, entonces mátame ya, por favor –reí alzando los brazos-, acaba con mi sufrimiento.
-No Jack, no te lo voy a poner tan fácil. Y después de todo lo que te he contado y confesado, después de haberte besado con sentimiento, ¿crees que te diría que te veo solo como amigo?
-No, yo lo digo por si acaso, ¿eh?
-Lo dicho, es para darte y no parar –rió con ganas, acariciándome la mejilla con una de sus suaves manos-. Entonces, ¿amigos... o algo más que amigos?
-Me gustaría pasar al siguiente nivel. No estoy todavía del todo seguro, pero quiero intentarlo. Lo único que te pido es que no me presiones. Es la única condición que te pongo.
-Acepto tu condición. Puedo esperar un poco más, ¿no crees? –se acercó a mi, besándome otra vez-. De momento, me conformo con un beso y un abrazo tuyo. Con eso, hoy me dejas más que satisfecha –me sonrió, apoyando su frente en la mía.
-Creo que eso si te lo puedo dar, pero de momento solo uno de cada, ¿vale? –sonreí alzando una ceja.

                Ella solo asintió, besándome y dándome a continuación un cálido abrazo. Por fin había llegado un buen día en mi estancia en aquel hospital. Tras abrazarnos, me sonrió ampliamente y luego salió de la habitación, dejándonos de nuevo a Angie y a mí a solas. En algo que me fijé cuando Elízabeth salió de la habitación, es que miró un instante a Angie y le lanzó un beso volado. No entendí aquel gesto, pero tampoco me pareció que estuviese fuera de contexto. Era una forma distinta de despedirse de alguien que, a mi parecer, no le caía muy bien. En cuanto se cerró la puerta, apareció Angie de pie, junto a mi cama, mirándome con una rabia contenida impropia de ella. Tenía el ceño fruncido, la nariz arrugada y una mirada fulminante. ¿Los ángeles blancos podían sentir odio? Si era así, lo iba a descubrir en aquel preciso momento.

-¿De la noche a la mañana te enamoras de Elízabeth y olvidas todo lo que pasaste con Amy? –puso los brazos en jarra.
-No es que me halla enamorado de la noche a la mañana. Tampoco me he olvidado de Amy, ni mucho menos. Pero ya va siendo hora de cerrar ese capítulo de mi pasado y comenzar a escribir uno nuevo.
-Si ella te esta viendo, tiene que estar muy enfadada y disgustada contigo.
-¿Se puede saber quien coño eres tú para decirme a mí lo que debo o no debo hacer? Y no termito que hables así de Amy. Estoy seguro de que si me está mirando, estaría de acuerdo conmigo en que siga adelante con mi vida, y más si es junto a Elízabeth.
-Muy bien, Jack. Tú verás lo que haces. Yo ya te he aconsejado que no salgas con ella, que una relación con un ángel caído nunca termina bien.
-Bueno, teniendo en cuenta que según tú, tengo un caído como ente, así que eso puede ayudar. ¿Quién sabe? Puede que sea bueno tener a un caído, será divertido.
-¿Divertido? Como se nota que no sabes nada acerca de los caídos. Necesitas informarte acerca de ellos. Porque estoy segura de que en cuanto sepas todo lo que pueden llegar a hacer, cambiarás de idea.
-Mira Angie, si algo he aprendido en esta vida, es a darme de morros contra mis errores. Si realmente es algo malo para mí, prefiero darme cuenta habiendo cometido el error. Mas vale arrepentirse de lo que se ha hecho, que de lo que no se hizo, ¿no crees?
-Eso es cierto, pero tampoco debes vender la piel del oso antes de cazarlo. A lo mejor no es tan bueno como tú te imaginas.
-Me da igual. Prefiero arriesgarlo todo al negro. Esa será mi última tirada en la ruleta de la vida. Además, no se a que viene tanto interés por mí. Porque como bien dijo tu amigo Gabriel, no soy más que un simple mortal. No deberías de preocuparte tanto por mí, a no ser que tengas segundas intenciones conmigo.
-¿Y si las tuviese, qué harías? –me miró mas enojada, pero algo dolida.
-Pues que llegas un poco tarde. Es más, nuestro primer encuentro no fue que digamos muy agradable para ambos. Y después de decirme eso de: “Dios tendría algún plan para Amy” perdiste puntos conmigo –negué con la cabeza-. Eso me dolió, y mucho. Hay cosas que es mejor no decirlas, Angie. Y aunque fuese eso verdad, hay verdades que duelen mas que una mentira.
-Lo siento, Jack. Pero no podía mentirte, y mucho menos con ese tipo de cosas. Sé que muchas veces duele más una verdad que una mentira, pero en este caso te dolería más que te mintiese y te enterases mas tarde de toda la verdad. Por eso opte por contártelo. Prefiero que me odies por habértelo contado, a que me odiases por no habértelo contado.
-Que buenos sois los ángeles blancos –intenté que sonase sarcástico-. A veces os pasáis de listos y no os dais cuenta de que lo único que conseguís es cagarla. Y eso que no conozco a muchos. Pero por los libros que he leído, y las experiencias que he vivido, puedo confirmar esa teoría. Puedo confirmar que sois todos unos hipócritas.
-Si es eso lo que piensas de nosotros, no te voy a intentar convencer de lo contrario. Ya te darás cuenta tú solo. Si alguna vez sientes que no puedes más, llámame. Estés donde estés iré en tu ayuda.
-Descuida. Lo tendré en cuenta.

                Menuda discusión tuvimos Angie y yo, y todo porque había besado a Elízabeth. Yo no solía pillar las indirectas, pero aquello me pareció un ataque de celos en toda regla. Ya solo me faltaba que Angie estuviese también enamorada de mí. Que sería algo más que extraño, ya que colisioné  con ella a casi doscientos kilómetros por hora. Y las veces que habíamos hablado, prácticamente habían sido para hablar sobre temas que normalmente no se hablan en lo que serían las “primeras citas”. Y encima su amiguito tampoco ayudaba a que nuestra relación de conocidos, mejorase satisfactoriamente. Hacía que sintiese mas ganas de estrangular a alguien. Cada vez que parecía que iba a mejorar algo, siempre surgía algo que lo empeoraba todavía más. El único punto bueno de aquel día, fue aquel beso con Eli. Puede sonar algo cursi pero, aquel beso supo como despejar un día que se presentaba cargado de nubes negras de angustia. ¿Realmente me estaba enamorando de Elízabeth? La verdad, yo no tendría ningún inconveniente en salir con ella, y no lo digo porque fuese atractiva, que realmente era preciosa, sino que era mas mi tipo. No era tan perfecta como Amy, y no es que sea mala en algún sentido, sino que no era todo de color de rosa. Era diferente a las demás mujeres que había conocido a lo largo de mi vida, y no fueron muchas, a decir verdad. Solo esperaba no herir a nadie. Lo último que querría sería hacerle daño a mi mejor amiga. Si la perdía a ella, entonces si que me podría dar por acabado. La amistad era lo único que me importaba en ese momento, ya que era mi bien mas preciado, junto a la guitarra que me había comprado con Amy: “Jessica”.

                Unos extranjeros quieren hacerme pruebas extrañas, mi compañera de habitación siente celos de mi mejor amiga, que ahora iba a ser algo más que amiga, y todavía me queda por averiguar que intenciones tenía ese “caído” que llevaba dentro. Tan malo no podía ser, ¿que más me podría pasar? Las cartas estaban sobre la mesa, y ahora me tocaba interpretar bien la jugada. 

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