Capítulo 2. 27 de diciembre.
-Maldición. Maldición… Maldición,maldición, ¡MALDICIÓN! ¡Eres un estúpido! –gritó Lovino a pleno pulmón antes deestampar el vaso, lleno de un whisky que Escocia le había regalado, contra unapared de su casa- Eres un estúpido… -repitió en voz baja, sin saber bien si lodecía por Antonio, o por sí mismo.
Abrazándose levemente, se deslizópor la pared hasta el suelo. Lovino estaba confuso, MUY confuso. ¿Qué demoniosacababa de pasar en casa del español? O mejor dicho, ¿qué había estado a puntode pasar?
-¿Frattello? –lo llamó una vocecilladesde el marco de la puerta. Él alzó la mirada al instante, para ver a suhermano mirándolo algo preocupado- ¿Estás bien?
-Feliciano… -murmuró sorprendido-¿qué haces aquí? –exclamó de pronto, recuperando su tono hostil.
-Oí un ruido muy fuerte y…
-Se me cayó el vaso al suelo.
-Hay… una marca en la pared.
-Resbaló.
-¿Desde el suelo… hasta la pared?
-Pues claro.
-Ve~
***
Lovino pasó una semana más en sucasa antes de decidir volver al lado de Antonio. El bastardo se había ganadoestar sin él todo ese tiempo, ¿cómo se había atrevido a echarlo?
Todavía enfurruñado, cogió lamaleta y subió al avión. Suspiró cuando se sentó en su butaca, solo le apetecíadormir durante todo el viaje y comer algo. Aunque en realidad la casa de su‘jefe’ no estaba tan lejos de la suya, llegaría pronto. Entrecerró los ojos,volviendo a pensar en la última noche que pasó allí. España y él habían estadoa punto de… Pero no, no había pasado nada. Él había detenido al español a tiempo.Pensándolo bien, no sabía ni cómo habían llegado a esa situación, solorecordaba haber intentado entrar a casa antes de que Antonio le besararepentinamente. Y a los dos minutos ya estaban en su habitación, mordiéndose yquitándose la ropa…
Lovino carraspeó, obligándose aparar de imaginar la escena otra vez. Seguramente había sido un malentendido.Los dos habían bebido esa noche, ya que el estúpido del pervertido francéshabía celebrado una pequeña fiesta en su casa, y habían acudido algunos amigos.Pero Lovino no era su amigo. Ni tampoco el del resto de naciones que había allíaquella noche. Él solo acompañaba a España, porque este se lo había pedido caside rodillas.
Estaba harto de darle vueltas altema así que, cansado, cerró los ojos para intentar dormirse. Aún así, no lesirvió de mucho, ya que tuvo un sueño bastante extraño, aunque luego no pudorecordarlo bien. Despertó cuando aterrizaron. Salió del aeropuerto y caminó, unpoco nervioso, hasta llegar a donde Antonio vivía. No estaba lejos.
Cuando estuvo ante la puertaprincipal, dudó antes de meter la llave en la cerradura –porque por supuestoque tenía una copia de las llaves- pero, finalmente, entró a la casa.
-¿España? –gritó desde allí.
No obtuvo respuesta, así que echóun vistazo a su alrededor. Había un poco más de desorden desde la última vezque estuvo allí, y eso era extraño, ya que el único que desordenaba la casa deAntonio era él, pero le restó importancia al asunto. Recogió un calendario quehabía tirado en el suelo, el cual tenía tachados todos los días de diciembrehasta el 24. Chasqueó la lengua, fastidiado, y cogió un bolígrafo para tachartodos los que faltaban hasta el día actual, que era 27. Aquel estúpido no sabíani en qué día vivía.
Cuando colgó el calendario en lapared, que era donde debía haber estado en un principio, oyó ruidos en el pisode arriba, así que subió sin más. Se encontró con el español desbaratando suhabitación por completo. Lovino permaneció en el marco de la puerta, bastantesorprendido, ¿qué estaba haciendo? España estaba de cuclillas, rebuscando algoen el interior de su armario. Cuando finalmente se dejó ver, se giró haciaLovino instantáneamente, poniendo una expresión que el italiano no supodescifrar.
-Ah… Lovi…
“¿Ah… Lovi…?” ¿Qué tipo de saludoera ese hacia alguien que no ves en una semana entera?
-Creí que tardarías más en volver–Italia del sur notó como si su cuerpo se helara. ¿Más? ¿MÁS? ¿Estaba hablandoen serio? ¡Una semana! ¡Siete jodidos días! A él le había parecido más quesuficiente pero, al parecer, no era lo mismo para el español.
-Solo estoy aquí por algo queolvidé –respondió sonrojándose, antes de mirar de nuevo detrás de España. Estesiguió su mirada, encontrándose con su maleta abierta y bastantes cosas dentro.
-Ah… mmm… Me voy de viaje.
Lovino enarcó una ceja.
-¿De viaje?
-Sí… Kiku me ha invitado a sucasa –sonrió algo incómodo, desviando la mirada-. Y, bueno, me iba esta tarde.
-¿Hasta cuando?
-¿Perdón?
-¿Cuánto tiempo estarás allá?
-Pues… tal vez unos meses…
-¡Contéstame bien, maldita sea!
-Es que… de verdad que no lo sé.Voy a estar una temporada viajando.
-¿Cuánto tiempo? –repitió elitaliano, denotando impaciencia y amenaza.
-Seguramente… algunos años.
Lovino entreabrió sus labios,totalmente sorprendido. Parpadeó y miró el suelo, tragando saliva. Notaba unnudo en su garganta y no sabía la razón de por qué no desaparecía.
-¿Años…?
-Pero mi casa estará en buenasmanos. Francis me ayudará a tenerlo todo en orden, además, tú estás aquí asíque…
-¿Quién te ha dicho que yo vendréa limpiarte la casa, bastardo?
Antonio calló y le sonrió,volviendo a rebuscar en su armario, agachándose. Pero Lovino no estabacontento, no estaba nada contento. Notaba como su corazón latía cada vez másdeprisa, se sentía un poco desesperado. Pero no tenía nada que ver con que nofuera a ver al español en quién sabe cuánto tiempo… ¡para nada! Simplemente yano habría nadie que le hiciera la comida, ni que plantara sus tomates. Además,esa sonrisa que le acababa de dedicar… no le había parecido nada real. Espera,espera, él no tenía que preocuparse por eso.
Se humedeció los labios, que sele habían secado en un momento, y observó a España mientras hacía su maleta.Iba vestido con una camisa azul y unos pantalones vaqueros que no eranajustados pero que, al agacharse, marcaban todas sus formas… Parpadeósorprendido por lo que estaba pensando y pasó su mirada por la habitación delibérico. Se detuvo en el escritorio. No, definitivamente el recuerdo que teníade aquella mesa era demasiado vergonzoso. Siguió contemplando la estancia,luego venía la cama… ¡Arg! ¿Su mente se burlaba de él?
Enfadado, dio media vuelta ysalió al pasillo.
Suspiró y se deslizó por la pared hasta quedarse sentado en el suelo. ¿Qué le estaba pasando?