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Bienvenidos a Dark Business

Bienvenidos a Dark Business, un blog donde podréis encontrar fanfics variados de autores diferentes.

Espero que os gusten, de verdad...

Es IMPORTANTE leer las presentaciones de los autores para saber, más o menos, su método de trabajo.

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Pausa general

Llevo bastante tiempo pensando, negando lo evidente, pero creo que es una gran estupidez seguir negándolo. Abrí este blog con el fin de pasar el rato, de postear mis fanfics, y después para darle una oportunidad de publicar a otros autores. Pero llevo ya mucho tiempo dejando todo esto de lado, y la mayor parte de los demás autores (por no decir todos) pasan absolutamente de este blog. Así que no me queda más remedio que hacer lo siguiente:

Este blog queda parado. No se volverá a publicar absolutamente nada (al menos mío) en una temporada.

Disculpad las molestias.

Kyara.

P.D: quizás acabe dejando este blog solo para mis publicaciones y para nadie más.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Dos Espadas - Capítulo 01 REESCRITO

Capítulo 01

[Punto de vista de Arthur]

A Inglaterra le había sorprendido la llamada de España invitándole a su casa. Sí, vale que las selecciones de fútbol de ambos países fuesen a jugar un partido, pero le resultaba raro. Sí, mantenían una relación cordial, era totalmente normal, al fin y al cabo no les quedaba otra ya que se veían cada poco en las reuniones con los demás países europeos, que últimamente eran muy frecuentes, pero de ahí a eso... Sacudió la cabeza. La verdad, tenía ganas de ver el partido, y si España perdía, al estar en su casa, lo disfrutaría doblemente.
Por lo tanto, después de vestirse con el uniforme de su selección y de coger una bandera, se encaminó a casa del ibérico, el cual le abrió la puerta al poco de tocar el timbre con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
-Pasa Arthur, como si estuvieses en tu casa-dijo, haciéndose a un lado-. Tengo puesta la televisión en el salón, voy a por unas palomitas y a por bebida y voy para allí.
Sin darle tiempo a contestar, España giró sobre sus talones y se coló por una puerta, dejando al rubio solo en el vestíbulo. Arthur se encogió de hombros y buscó el salón. No había estado muchas veces en casa del español, pero por suerte lo encontró rápido. Se sentó en el sofá frente a la televisión y dejó la bandera a un lado. Poco después, justo cuando en la pantalla empezaban a aparecer las alineaciones de cada selección, España entró por la puerta con un enorme bol lleno de palomitas en una mano y dos cervezas bien frías en la otra, una de las cuales le ofreció a Inglaterra.
-Gracias-dijo, fijándose por primera vez en que España también vestía el uniforme de su selección.
-De nada-dijo él, dejando las palomitas en la mesilla de café frente a ellos y sentándose a su lado-. ¿Sabes? Le tenía muchas ganas al partido de hoy, hace bastante tiempo desde la última vez que nos enfrentamos.
-Yeah, hace dos años o así.
-¡Es verdad! Y aquella vez ganamos nosotros.
-Oh, no te preocupes, Spain-una sonrisa se dibujó en los labios de Inglaterra-, this will be my revenge, my darling~
Después de que sonasen ambos himnos y de que se sortease quién sacaba primero, dio comienzo el partido. Los españoles jugaban bien, eso Arthur no podía negarlo, pero los suyos no se quedaban atrás, y pronto les plantaron cara con firmeza. De todas formas, el partido se desarrollaba con normalidad, sin ninguna pelea, algo bastante raro, porque lo normal era que hubiese mucha tensión, tanta que se podía cortar con un cuchillo. De pronto, una sonrisa iluminó los labios del inglés al recordar un pequeño detalle.
-Hey, Spain, esto me recuerda a algo, ¿a ti no?
-No sé a qué te refieres...-dijo Antonio, encogiéndose de hombros y negando con la cabeza.
-Oh, ya sabes... no puedes haber olvidado todas nuestras batallas, siglos atrás.
España se giró hacia él con una extraña sonrisa.
-¿Cómo iba a olvidarlo, con todas las veces que te escapaste de la bodega de mi barco, maldito pirata?
Inglaterra no pudo evitar estallar en carcajadas bajo la atenta mirada del español. Sí, habían sido muchas las ocasiones que había conseguido escapar de la bodega de su barco, y para su desgracia, Antonio nunca había pasado por la suya. Era una espina que, pasaran los años que pasasen, seguía teniendo clavada.
Arthur se giró para mirar a Antonio, cuando advirtió que éste había adoptado un gesto serio. Eso le desconcertó, pero el español despegó los labios y habló, despejando sus dudas sobre lo que estaba pensando.
-De todas las veces que te tuve prisionero, hay una que tengo grabada a fuego en mi memoria, como si hubiese sido ayer mismo. ¿Lo recuerdas, señor soy-el-mejor-y-me-la-sopla-darte-la-espalda?
Entreabrió los labios ligeramente, comprendiendo a lo que el español se refería. Hacía años que no rememoraba eso. Y era algo que le extrañaba, ya que esos días en particular le habían marcado. Una ligera sonrisa curvó sus labios, haciéndole relajar el rostro.
-Por supuesto que lo recuerdo...

-Varios siglos atrás-

La batalla entre las tripulaciones de ambos barcos estaba siendo más sangrienta de lo esperado, pero eso sólo lo podría decir alguien que lo estuviese contemplando desde fuera. Para ellos dos, no existía nada más que la pelea que se estaba desarrollando entre ellos. No había nada más que el choque entre sus espadas, que las palabras de burla que se decían entre ellos. Lo demás simplemente no existía. Ojos verdes contra ojos verdes en una batalla sin tregua.
Ambos se movían en círculos, sin perder el contacto con los ojos del otro. No podían dejar de observarse, calculando sus movimientos con precisión. En los labios de Arthur se dibujaba una sonrisa torcida mientras que sus ojos mostraban una mirada calculadora. Obviamente, no era la primera vez que se enfrentaban y conocía al otro perfectamente, y esta vez no quería perder. No es que hubiese perdido antes, por supuesto, pero tampoco es que hubiesen sido favorables para él los otros encuentros.
-Qué, Spain, ¿no piensas rendirte?-el inglés lanzó una estocada que el español pudo esquivar sin problema
Antonio le retó con la mirada a que volviese a atacar, pero no respondió a sus palabras. Simplemente, siguió moviéndose. Arthur volvió a atacar, siendo bloqueado por su espada.
-Ya sabes que no pienso hacerlo, Arturo-una sonrisa se dibujó en su rostro, mostrando arrogancia.
-You bastard! ¡No vuelvas a llamarme así!
Sintió la furia arder dentro de él. Una nueva estocada por parte del inglés arañó la mejilla de Antonio, haciéndole sangrar levemente. Acto seguido, se reprendió a si mismo por dejarse llevar por las palabras del otro. Por alguna extraña razón, siempre conseguía cabrearle.
-Eso lo serás tú, maldito pirata inglés-sin inmutarse, el español lanzó una estocada que consiguió morder el brazo de Arthur, haciéndole retroceder un par de pasos.
El inglés apretó los dientes, notoriamente molesto por la herida provocada por el otro y porque, por alguna extraña razón, las cosas no le estaban saliendo como le gustaría.
-No te creas que solo con esto podrás derrotarme, Spain...
Y todo volvía a repetirse. Estocada por allí, insultos por allá. Acero español contra acero inglés, intentando hacer caer al otro de rodillas sin descanso. Y las heridas aumentaron, teniendo cada uno una bonita colección de arañazos provocados por la espada del otro. Pero una vez más, justo cuando la pelea se ponía interesante, fueron interrumpidos.
-¡Capitán Kirkland! ¡Tenemos que irnos ya o no podremos salir de esta! ¡Esos bastardos españoles van a hundir el barco a este paso!
Maldiciendo por lo bajo, Arthur se apartó del español, desenfundando su pistola y apuntándole al pecho, señalando a su corazón. Justo cuando todo se estaba poniendo interesante y a su favor...
-Well, Spain, he de irme...-sonrió con sorna-. Volveremos a vernos, espero-dijo, inclinándose ligeramente ante él, pero sin apartar la mirada de la suya. No le hacía ninguna gracia tener que irse, odiaba dejar las cosas a medias, pero al mirar a su alrededor un instante se dio cuenta de que no le quedaba otra. Sobre las cubiertas de ambos barcos había una gran cantidad de cadáveres, la mayor parte de su propia tripulación, y al mirar a su barco se dio cuenta de que no estaba en muy buenas condiciones. Tendría suerte si conseguía librarse de esta y escapar del barco español hasta llegar a tierra inglesa.
Una leve risa por parte de Antonio le hizo apartar la mirada de su barco para volver a dirigirla a él. Un gesto divertido se dibujaba en su rostro, llamando su atención.
-No deberías darme la espada así, Arturo-dijo, a punto de echarse a reír.
Por alguna extraña razón, un escalofrío recorrió su espalda. Había algo en sus palabras que no le gustaba nada, y lo que sus ojos mostraban, aún menos, pero aun así, tenía que largarse de una maldita vez, o no podría escapar. Dio un paso atrás, envainando su espada, sin dejar de apuntar a su pecho. Antonio no se movió, pero su sonrisa se ensanchó. Definitivamente, había algo mal en todo eso.
De todas formas, Arthur no le hizo caso.
-¿Y por qué no?-dijo el inglés riéndose. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar en sentido contrario al castaño, buscando por donde podía huir.
Craso error.
Ya que de pronto sintió un fuerte golpe en la parte posterior de su cabeza, haciéndole dar un traspié.
Y entonces, todo se volvió negro para él.