Capítulo 2 – Melancolía Pasiva
Escribir me estaba enloqueciendo, apagué la luz, fui a tientas a la alacena, decidí no encender la luz, no tenia ganas ni de ver mi reflejo, me siento asqueado y no sé el por qué.
Tome la primera botella de la parte superior de la alacena, ahí guardo el alcohol, se supone que no debo beber, pero ahora vivo solo, así que… a quien le importa?
Trago a trago, la botella fue llegando a su fin y yo adentrándome en la inconsciencia, pero al termino de la primera botella aun sentía y pensaba de forma relativamente coherente, dando tumbos fui por otra botella, prendí un cigarrillo, me acerque a la ventana, me senté justo donde podía darme la luz de la luna, abrí la ventana, el frio entraba, podía sentir el frio hasta los huesos, me encontraba tiritando pero seguí tomando y pronto lo olvide, cigarro a cigarro mis ojos empezaron a ceder ante el cansancio, finalmente lo había logrado, me encontraba en el total aturdimiento, empecé a decir cosas que no entendí y otras tantas que no recuerdo, así y ahí me que dormido.
No quiero abrir los ojos, no quiero reconocer que el día ha empezado, no quiero enfrentarme al vacio y la soledad de este apartamento.
El piso se siente demasiado frio, demasiado seco, demasiado real oprimiendo mi piel, ahora no preciso nada real, la cabeza me da vueltas, la boca me sabe aún a alcohol aunque este se termino hace horas.
En su inconsciencia él recordó muchas cosas que quería olvidar y que esa noche precisamente recordó, recordó las razones por las cuales, se había mudado de cuidad, razones por las cuales había ingresado a esa escuela en lugar de cualquier otra, razones por las cuales, se encontraba ahí tirado en el piso, casi inconsciente, razones por las cuales había decidido perder la noche tomando, por que ya no soportaba la idea de pensar, el tratar no pensar lo dejaba exhausto todos los días, él ya no quería estar cansado, ya no quería dormir, quería ser él, quería olvidar todo aquello que lo atormentaba, quería ser normal.
Un par de años atrás Takuma estrello su auto, en un banco de nieve, el golpe no fue tan fuerte, no fue fatal, pero todo el impacto fue recibido por su cabeza, esto lo hizo sentirse confundido, pudo salir del auto después de uno minutos,
Caminó unos metros a la carretera, para ese entonces algunas personas se han percatado de lo sucedido, y estaban aproximándose a su vehículo.
Todos preguntaron como se encontraba, el solo respondía “bien” puesto que estaba un poco desorientado, nadie le dio demasiada importancia, ya que era lógico sentirse así después de tremendo impacto, nadie pudo imaginar, que pasaría a continuación.
Su vida era la de un chico normal, él era brillante, pero su vida era normal. Tenía el excepcional don de transferir a un lienzo todo lo que sus ojos captaban, solo que mil veces mejor, era como pasar de ver un televisor en blanco y negro a uno de alta definición. Se decía que el no veía las cosas como las personas normales, que sus ojos o su cabeza tenían un defecto, hermoso, pero aun así catalogado como defecto.
Tenia novia, amigos incluso un perro con el cual jugar, sus padres en realidad no pasaban mucho tiempo a su lado, su padre era un afamado escritor de novelas de misterio y su madre era chef, ósea personas realmente ocupadas, así que no era novedad para ellos que Takuma fuera talentoso, simplemente estaba en sus genes; pero ninguno de sus padres se detenía nunca a admirar la belleza de cada pincelada que Takuma daba. Quizás estaban muy acostumbrados o quizás creían que era algo pasajero, el capricho de un adolescente.
- Una chica, veo una chica – dijo Takuma al abrir finalmente los ojos – no la conozco, pero he pensado mucho en ella últimamente.
- Pelo negro, piel clara, ojos grandes y expresivos, pero su rosto siempre refleja dolor, se nota afligida – recapitulo para si mismo- no tengo una sola imagen de ella sonriendo. Pero, ¿como es que llego a mi mente?
El sonido del teléfono interrumpe su charla consigo mismo, Takuma reconoce el número, es el de casa de sus padres, su madre es la primera en hablar.
- ¡Takuma, hijo! ¿Cómo te encuentras?, tiene mas de una semana que no llamas a casa, ¿todo esta bien?, ¿te sientes bien?
- Si madre, me encuentro en perfecto estado y el departamento sigue en pie. Es solo que no había tenido ganas de llamar, deberías dejar que te extrañe un poco antes de llamar gritando o mandar a la policía.
- Es solo que la última vez que hablamos, dijiste haber tenido malestares, y me angustia demasiado que estés allá solo, sin nadie que cuide de ti.
- No debes preocuparte, el casero me visita casi todas las noches.
- Considero prudente que me des tu dirección para poder ir también yo a visitarte pronto, ¿no lo crees hijo?
- No, madre, ya hablamos de esto, necesito hacer mi vida, no puedo vivir siempre dependiendo de ustedes, tienes el teléfono del departamento y el del móvil para cualquier cosa.
- Esta bien, solo, contáctanos mas seguido, te extrañamos y te amamos.
- Yo también los amo, adiós.
- Adiós.
La cabeza le daba vueltas, sentía unas terribles nauseas y despertar con una llamada de su afligida madre no mejoraba el panorama, la cosa era así, su madre aun no cortaba el cordón umbilical entre ellos que volvió a formarse tras el accidente.
Días después del pequeño accidente, Takuma empezó a manifestar fuertes dolores de cabeza, lo que desencadeno docenas de visitas a la sala de urgencias. Nadie sabía que las originaba, ni como pararlas, su cabeza simplemente dolía y parecía no tener fin.
- Ya se que me calmara, una ducha, eso siempre ayuda- pensó el joven.
Pero, un buen día la cabeza dejo de doler. El único inconveniente fue que Takuma comenzó a olvidar cosas, primero eran simples cosas, como donde dejo las llaves hasta olvidar la tarea del colegio. Después fueron cosas más graves, como su dirección o la cara de personas que había conocido desde siempre. Sus padres alarmados, lo llevaron a emergencias, una vez más.
- Amnesia traumática- dijo el medico, si, quizás sea eso.
Y si, el medico tenia razón, a raíz del golpe en la cabeza el joven comenzó a olvidar cosas, pero fueron tan insignificantes que nadie lo notó.
- ¿Hay alguna cura?- pregunto su madre angustiada.
- Me temo que no, señora Kinomoto, ya que aún desconocemos porque se originan esas pequeñas perdidas de memoria, lo único que podemos hacer es esperar, para saber como evoluciona esta condición en Takuma- Explico el medico.
Así que, la moneda estaba en aire, nadie sabía como acabaría esta historia, todos sabían que pasaría pero nadie sabía como frenarlo. Que caprichoso era el destino.
- ¡Demonios, ya es tarde!- Exclamo, el joven.
Salió corriendo de casa repasando mentalmente lo que metió a toda prisa a su bolso- lápices de grafito, pluma estilográfica, crayones, carboncillos, regla y papel – tenia todo, menos su café. Así que se aproximo a la cafetería más cercana por uno.
-Capuchino, grande, sin azúcar, con canela, por favor- pidió a la mujer del mostrador.
Tomó su café y se retiro del establecimiento, caminando a toda prisa, de pronto una terrible punzada en su cabeza, lo hizo detener el paso, recargarse contra una pared y deslizarse lentamente hasta llegar al piso. El dolor no cedió hasta pasados unos 5 minutos, 5 minutos de intensas pulsaciones en su cabeza.
Y de pronto, lo vio… vio el rostro de la chica sonriendo, tan cerca de su cara, tan cálida su mirada. Tan hermosa.
Un recuerdo más lo invadió, la chica estaba entre sus brazos dormida.
- ¡Pero que diablos!- Takuma grito entre pulsación y pulsación.
Tenía más de un año que Takuma, había olvidado quien era Ayumi, parecía estarlo recordando, pero como el medico dijo nadie sabe como evoluciona esta condición, alguna veces es permanente algunas simplemente vuelve la memoria.