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Bienvenidos a Dark Business

Bienvenidos a Dark Business, un blog donde podréis encontrar fanfics variados de autores diferentes.

Espero que os gusten, de verdad...

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Pausa general

Llevo bastante tiempo pensando, negando lo evidente, pero creo que es una gran estupidez seguir negándolo. Abrí este blog con el fin de pasar el rato, de postear mis fanfics, y después para darle una oportunidad de publicar a otros autores. Pero llevo ya mucho tiempo dejando todo esto de lado, y la mayor parte de los demás autores (por no decir todos) pasan absolutamente de este blog. Así que no me queda más remedio que hacer lo siguiente:

Este blog queda parado. No se volverá a publicar absolutamente nada (al menos mío) en una temporada.

Disculpad las molestias.

Kyara.

P.D: quizás acabe dejando este blog solo para mis publicaciones y para nadie más.

miércoles, 6 de febrero de 2013

No más dolor - Capítulo 6


            Capítulo 6

Tras una dura noche de continuas pesadillas en las que me persiguen y acribillan a balazos, despellejan vivo y me practican todas las torturas habidas y por haber, una frase sonó en mi nuca con un frío de ultratumba, dejándome en el cuerpo un enorme escalofrío: "Cuando el mundo este sumido en la oscuridad y el miedo se palpe en el ambiente, cuando los ríos de sangre bañen los cuerpos de toda la humanidad, habré vuelto y traeré conmigo el apocalipsis".

Aquella voz de ultratumba me sacó de golpe de esas tortuosas e insufribles pesadillas. La sensación que se me quedó en el cuerpo al despertar no fue mucho mejor que la que estaba teniendo mientras me torturaban. El eco de esa voz tan grave y ronca resonaba en mi cabeza y hacía que se me acelerase el corazón. Me ponía los pelos de punta. Definitivamente, no podía quedarme más tiempo en el hospital. Cada vez mis sueños eran más raros. Bueno, deseaba que fuese solo un sueño y no otro viaje astral. Cada día que pasaba en el hospital, sentía como parte de mí se iba consumiendo por dentro, como si mermaran mis fuerzas cada vez que habría los ojos. Sentía ira e impotencia al mismo tiempo, por no saber cómo enfrentarme a esa nueva realidad, por no saber cómo interpretar las cosas que me pasaban. Si el sufrimiento del hombre es el alimento de un caído, ese mal nacido tiene que estar saciado conmigo.

Caminaba por un pasillo largo y estrecho, con paredes adornadas con sangre y restos humanos. No había más iluminación que la de una vela que llevaba en la mano. Al frente, una puerta de metal con un extraño símbolo pintado en la parte alta, se entreabría delante de mí. Impulsado por un arrebato de curiosidad, me adentré en la habitación que se situaba al otro lado de aquella puerta. Al entrar, un denso río de niebla me cubría los pies, impidiéndome ver donde pisaba. Al fondo de la habitación, un gran ventanal abierto que dejaba pasar la luz de la luna, tornada en rojo.  Miraba a mí alrededor y solo veía muebles rotos, cuadros arañados y un ambiente cargado de desesperación, odio y rencor. Justo delante del ventanal, había un sillón de estilo barroco, impoluto. Era lo único que parecía estar nuevo en aquel habitáculo. Tras de mí, se oyó el cerrar de la enorme puerta de metal, dándome un susto de muerte.

-Cada vez estás más cerca de él. Estás buscando alguna respuesta sobre quien es, y por qué te eligió a ti, ¿verdad? –una dulce voz hizo que se me pusiera la piel de gallina, casi obligándome a darme la vuelta-. Bienvenido a sus aposentos, Jack.

                Tras girarme, me pude percatar de que ya no estaba solo. Había alguien sentado en el sillón, con una copa de coñac llena en una mano y un puro en la otra.

-¿Elízabeth? –pregunté con rapidez.
-No, chato. Tienes que aprender que cuando estás aquí, no soy Elízabeth. Soy Karily. La dulce y sensual Karily.
-Está bien, Karily –tartamudeé-. ¿Dónde se supone que estoy ahora? –pregunté observando que, tras mi pregunta, la joven pelirroja se levantó del sillón y se acercó a mí.
-Estamos en lo que solemos llamar el limbo –dejó el puro sobre un cenicero que estaba en una mesa que acababa de aparecer ante mis ojos-. No es un sitio muy divertido, para mi gusto. Pero si es algo... ¿Cómo decirlo? ¿Apartado? ¿Privado? No, es mucho mejor. Es un sitio... –suspiró algo jadeante- íntimo.
-¿Íntimo? ¿Para qué quieres un sitio íntimo? -tragué saliva.
-Bueno, digamos que aquí, Shílveorth y yo pasamos muy buenos ratos, haciendo de todo –se paró justo delante de mí y sonrió, bebiendo de la copa-. Y hace mucho tiempo que no hago nada igual con nadie. Estoy desesperada por poder liberar la bestia que tengo encerrada en mi interior, dejar salir a esa bestia sexual que está deseando desfogarse en una noche de sexo pasional y desenfrenado.
-Joder –una gota de sudor me recorrió la frente-. Karily...
-¿Sí? –arqueó una ceja, y se mordió el labio inferior sensualmente, mirándome de arriba abajo.
-No puedo ayudarte –retrocedí un par de pasos-. No quiero empezar mi relación con Elízabeth acostándome contigo. Eso es como traicionarla, porque no eres ella.
-Yo no he dicho en ningún momento que quiera acostarme contigo. Eso lo has mencionado tú, y eso quiere decir que lo has pensado –rió al verme tan nervioso-. Y de todas formas, no sería traicionarla. Vale que en este mundo tenga otro nombre, pero el cuerpo sigue siendo el mismo.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que si nos acostamos, sería como si te estuvieses acostando con ella. Ahora mismo ella siente todo lo que yo siento, y la gran mayoría del tiempo yo transmito lo que ella quiere y piensa. Así que creo que ella también está algo necesitada de sexo.  Así que, ¿por qué no saciarla? –se acercó rápidamente a mí, empotrándome contra la pared, y cogiéndome por el cuello con una de sus manos, mientras que con la otra recorría mi pecho sobre la camiseta.
-Karily, yo... No puedo hacerlo.
-Bueno, no hace falta que tu hagas el esfuerzo. Puedes ser el sumiso y dejar que yo haga todo el trabajo.
-Sigue sin gustarme mucho la idea... de hacerlo contigo y no con ella... –se me estaba cortando la respiración.
-Está bien. Lo haremos por las “malas” entonces –pasó su mano por mi entrepierna, que inevitablemente estaba erecta, y la frotó con algo de firmeza y ansia-. Tu solo dime si te gusta lo que vas a experimentar –me dedicó una sonrisa algo macabra, soltándome del cuello y lanzándome hacia un lado de la habitación.

                Cuando caí, aterricé sobre una cama de matrimonio sin sábanas. Solo había una almohada negra, apoyada en un enorme cabezal de metal con barrotes. Intenté levantarme lo más rápido que pude, pero algo me retuvo sobre la cama. Mis manos y pies estaban atados por unas correas de cuero, que empezaron a tirar de mis extremidades, haciendo que me quedase completamente tumbado e inmovilizado. Alcé la vista y la vi caminando sensualmente hacia mí, quitándose una camiseta de asillas, dejando sus pechos desnudos. El pánico no podía aflorar en mi piel, era un sentimiento muy raro ya que, por un lado mi cuerpo quería que siguiese, pero mi mente no podía soportalo. Y como no podía resistirme, cerré momentáneamente los ojos, intentando pensar que estoy de vuelta en la habitación del hospital, como había pasado las anteriores veces. La respuesta al pensamiento no fue la que me esperaba. Seguía atado de pies y manos en aquella gigantesca cama, viendo como Karily se terminaba de bajar el pantalón de cuero, quedándose solo con una braga de color rojo pasión, que era más transparente que el agua.

-Karily, en serio. No puedo hacer esto, no de esta forma –dije en un último intento por parar aquella extraña, pero excitante situación.
-Ya te he dicho que no va a hacer falta que tú hagas esfuerzos –se subió a la cama, gateando sobre esta y colocándose encima de mí-. Vamos Jack, dime que no quieres hacerlo de corazón. Noto en tu mirada y en tu cuerpo... –palpó otra vez mi miembro, que estaba cada vez más duro- que quieres hacerlo.
-¡Es normal que este empalmado! ¿Tú no lo estarías en mi situación? –sentí como un leve jadeo salió de mi boca cuando me tocó-. Mierda...
-Por supuesto, pero hay una diferencia... Que yo lo aprovecharía y te exprimiría hasta la última gota. No pondría resistencia.

                Bajó lentamente la cabeza hasta mi cintura, apretando con sus dientes el botón del pantalón, consiguiendo que este se desabrochara con una gran facilidad. Alzó la vista sonriente y arqueando una ceja, bajando ahora con una mano la cremallera del pantalón y quitándome el mismo. No sé cómo lo hizo, pero el pantalón salió como si no tuviese las correas puestas. Cada vez mi respiración estaba más agitada. Ahora ya el dominio del cuerpo era completo. La mente ya se había desconectado por completo, el descontrol y el deseo que me recorría el cuerpo era más fuerte que nada. ¿Sería ese un poder de los ángeles caídos? Porque si el dolor y el sufrimiento los hacía más fuertes, y allí parecía que todo aparecía a su voluntad, ¿mi deseo de poseerla también lo estaría provocando ella? Estaba seguro de que era ella, de que era ese ángel caído la que estaba provocando esa sensación en mí. ¿No dicen que con un susurro de un ángel caído puedes caer en la perdición? Pues ahora estaba comprobando que eso era cierto. El embrujo de su cuerpo me había cegado por completo.

                Tras quitarme los pantalones y la ropa interior, se puso de rodillas sobre mi cintura, apoyando sus nalgas sobre mi pene erecto, y con un movimiento de cadera me lo fue rozando, haciendo que me excitara aún más.  Entre el vaivén de sus caderas, y viendo cómo se acariciaba y se manoseaba ella sola, noté como una gran energía y apetito sexual salió de mi cuerpo. Apreté con fuerza los puños, mordiéndome el labio hasta que me sangró. La miré directamente a los ojos, desafiante y lujurioso, empezando a mover la cadera. Su rostro cambió, de una sonrisa de traviesa a una cara de pervertida en potencia.

-Ya basta de preliminares. Termina de desnudarte y hagámoslo de una vez por todas –noté como mi voz sonó más grave de lo normal, pero no le di importancia.
-Empiezas a parecerte a él, perfecto.

                Se puso de pie sobre la cama y se quitó la braga transparente, lanzándola a un lado y mordiéndose el labio inferior. No pude evitar mirarla de arriba abajo. Era un cuerpo digno de una diosa, con unas curvas más que sensuales. Era perfecta. Y si ella era así de perfecta, querría decir que Elízabeth sería igual, ya que ambas están en el mismo cuerpo. Así sería la mujer que ahora ocuparía el enorme vacío de mi corazón.

                Puede resultar algo extraño, o incluso descarado, pero el recuerdo de Amy ya no habitaba en mí. Era como si, tras la conversación con Elízabeth en la habitación sobre nosotros, hubiese desaparecido el fantasma de Amy por completo. Bien es cierto que siempre tendré el dolor de la pérdida de una gran mujer, y del que hubiese sido mi hijo, pero como bien me han estado diciendo todos en estos últimos meses, la vida seguía y yo tenía que hacerlo con ella. Tenía que empezar a mirar hacia delante, y ahora que tenía la oportunidad con alguien del que también siempre han existido unos sentimientos muy profundos, no iba a dejarlo pasar. Iba a coger ese tren para ver a qué destino me llevaba, lejos de mi doloroso pasado.

                En un abrir y cerrar de ojos, ya tenía a aquel ángel sentado sobre mí, dando pequeños saltos que hacían que la penetrase una y otra vez, cada vez más profunda e intensamente. El placer inundó mi cuerpo, haciendo florecer sensaciones que hacía años que no experimentaba: jadeos, escalofríos, placer, orgasmo. Todo ello se unió en un cóctel explosivo que hacía tiempo que se estaba preparando, y que degusté como si de un manjar de los dioses se tratase. Era algo desmesurado. Aunque estuviese atado, estaba disfrutándolo, escuchando sus gemidos, acompañados de un baño de sudor y fluidos.

                Cuando terminó nuestra sesión de sexo salvaje, una vez eyaculamos ambos con una gran satisfacción en el cuerpo, desaparecieron las correas que me aprisionaban, pudiendo así quedarnos abrazados ambos en la cama, ahogando los últimos gemidos.

-No ha estado mal, no has estado a su nivel pero ha sido bastante placentero.
-¿Cómo que no he estado a su nivel?
-Bueno, teniendo en cuenta que su tamaño es el doble del tuyo pues, no has conseguido lo que él conseguía –rió con la respiración aun algo agitada.
-No me jodas que lo has hecho solamente para ver si me parecía a él...
-No, tranquilo cielo. Que si te hubiese querido utilizar, lo habría hecho de una forma más bruta y sádica. Pero sí, ya empiezas a tener alguno de sus puntos, como fue ese toque sádico que te salió antes. Esa brutalidad, esas ansiosas ganas de empezar son características de Shílveorth.
-Lo que me faltaba por oír –me levanté de la cama rápidamente, comenzando a vestirme-. Me has engañado y utilizado. Y yo de gilipollas voy y te sigo el juego. Esto no va a ser un buen comienzo para mi relación con Eli.
-Oye, ¿tú no pillas eso de que mis deseos sexuales se mezclan con los de ella? ¿Crees que ella no te tenía ganas? Eli aprovecha que estoy yo aquí para satisfacer uno de sus mayores deseos, que es tenerte entre sus piernas, dejándote darle todo el placer que lleva tanto tiempo esperando.
-¿Qué Eli me tenía ganas? No entiendo. ¿Me estás diciendo que Eli no ha mantenido relaciones sexuales con otros hombres? -me giré y la miré directamente a los ojos, algo extrañado ante ese argumento.
-No, Jack. No ha hecho el amor con nadie –arqueó una ceja, negando con la cabeza.
-Pero espera, hay algo que no entiendo. ¿Cómo es qué no lo ha hecho con nadie y tú lo has hecho con Shílveorth? ¿Eso no contaría como haberlo hecho? –sabía que había algo que no encajaba.
-No, porque yo estaba en la misma condición que Shílveorth. Yo era libre, pero como me condenaron por alta traición esos ángeles blancos, me metieron en el cuerpo de tu chica. Antes de ser castigada me acostaba con Shílveorth prácticamente todos los días de la semana, haciendo todas las posturas habidas y por haber. Ese fue uno de los motivos de mi “castigo”.
-Hay datos que preferiría no saber, la verdad –sacudí la cabeza, imaginándome las posturitas-. Entonces, Eli tampoco te tiene desde hace mucho, ¿no es cierto?
-¡Bingo! Eres un chico muy listo, ¿eh? Llevo con ella casi dieciséis años, más o menos el tiempo que lleva desaparecido Shílveorth.
-¡¿Tanto tiempo?! –me quedé algo desorientado.
-Sí, el tiempo que estuviste con Amy. Si te soy sincera, no debiste casarte con Amy, no tenía nada especial.
-¡No te permito que hables así de ella!
-¿Y qué vas a hacerme? Ella está muerta desde hace mucho, y según parece tú ya has empezado a olvidarla. Hay tantas cosas que tienes que saber, Jack.
-Es cierto que estoy intentando pasar página, pero no por ello voy a dejar que digas nada malo de ella. Tú no la conoces...
-La conozco muchísimo mejor que tú. ¿Qué pasa? ¿No te contó todo lo que tenía encima?
-¿Lo que tenía encima? –tartamudeé-. ¿Ella también estaba metida en la mierda esta de los ángeles?
-Desde luego Jack, para estar tan bueno, que poca cabeza te dio tu madre, chaval. Ven aquí, siéntate a mi lado, que te voy a contar un par de cosas que deberías saber –se sentó sobre la cama.
-No, gracias. Prefiero irme de nuevo al hospital y enterarme de eso otro día –negué con la cabeza, terminando de vestirme.
-Entonces, ¿por qué has venido?
-¿Cómo que porque he venido?
-Sí. Aquí no se viene porque sí. Si vienes a dar conmigo es por algo, ¿no?
-Yo no quería dar contigo. Es más, no sabía ni que estabas aquí. Este sitio no me suena de nada, pero me da unas malas vibraciones que ni te imaginas.
-Seguramente estabas pensando en algo referido con Shílveorth cuando estabas despierto, ¿no es así?
-Puede que sí, no lo sé. Pero al caso, ¿cómo salgo de aquí?
-¿Cómo crees que se sale? Por la puerta, pedazo de burro.
-¿Salgo por la puerta y ya? –me giré hacia el portón de metal, que ahora estaba cerrado.
-Sí, no es muy complicado. Tú tranquilo, yo te protejo de camino al hospital –sonrió algo macabro.
-No sé si eso es bueno o malo, pero no tengo nada que hacer aquí.
-Un aquí te pillo aquí te mato, como Shílveorth. Vas mejorando –me guiñó un ojo.
-Esto es una locura –negué con la cabeza-. Dile a Eli que valla a verme mañana al hospital, ¿vale?
-Ya está dado el recado. Ahora vete, anda. Que un humano es muy jugoso para andar solo por aquí.
-¿Pero no me habías dicho que me ibas a proteger?
-Sí, pero no te aseguro nada. Ahora lárgate, venga.
-Desde luego...

                Abrí de nuevo aquel portón metálico, haciendo que rechinasen las piezas de la misma. Nada más abrir la puerta lo vi todo oscuro. Es decir, no veía nada. Pero sí notaba que había alguien más allí conmigo. Notaba como miles de miradas se clavaban en mí. Daba miedo estar allí solo, a pesar de que sabía que Karily estaba en la habitación que acababa de abandonar. Sentía rencor, odio y desprecio, sentía como todos esos sentimientos se metían en mi piel, haciéndome sentir un gran escalofrío. A medida que iba avanzando por el oscuro pasillo me sentía cada vez más como si fuese una gacela en medio de una manada de leones hambrientos. Nunca había sentido claustrofobia, pero aquel sitio era de un nivel exagerado. Notaba las paredes cada vez más cerca, y eso que no veía un burro a dos pasos. Alcé una de mis manos al frente, con la intención de palpar aquello contra lo que posiblemente me iba a chocar. ¿Y Karily decía que no me preocupase? Como para no hacerlo. No sabía que era lo que me rodeaba, si es que realmente había algo cerca de mí. Caminando a paso lento y con pies de plomo, toqué lo que parecía otra puerta. Busqué el pomo de esta pero no lo encontraba, y ahora no era solo una sensación de que alguien me seguía, ahora era algo más real. Comenzaba a escuchar leves bramidos, gruñidos y otros ruidos extraños detrás de mí. Me giré pero, obviamente, no veía nada. El pulso comenzaba a acelerarse a causa del miedo. Cuando al fin encontré el pomo de la dichosa puerta, la abrí sin pensarlo y me lancé a su interior, cerrándola a mi paso. Deseaba estar de vuelta en el hospital en cuanto abriese los ojos, pero no fue así. Ahora estaba en un lugar resplandeciente y completamente blanco. Eso, o me estaban apuntando con un foco de luz gigante. Por culpa del drástico cambio de luz y de ambiente, perdí el conocimiento y me quedé desorientado un par de segundos.


Tras lograr recuperar la visión y saber dónde estaba el suelo, me levanté y miré a mí alrededor. Solo veía personas vestidas con grandes túnicas blancas y mirándome con algo de desconcierto, pero no me transmitían la misma sensación de odio y desagrado. Ahora era todo demasiado puro. Seguía pensando que las medicaciones eran demasiado fuertes, pero no creía que hubiesen podido llegar a ese extremo. Di un par de pasos hasta que alguien me agarró por el brazo, casi obligándome a caminar a un lado de la multitud. Entramos en lo que creo que era una casa, y una vez dentro ese alguien me soltó.

Con la poca visión que tenía, pude percatarme de que estábamos en una especie de salón comedor. Ahora los colores eran más grises, más neutros. Me froté los ojos y luego volví a mirar a mí alrededor y, efectivamente estaba metido en una habitación llena de muebles viejos y grises. Me giré y vi que había alguien de pie, enfrente de mí. Era algo más bajito que yo, pero todavía no podía ver bien si era un hombre o una mujer.

-¿Qué haces tú por aquí? –aquella voz me resultó familiar.
-¿Quién eres? -tartamudeé intentando visualizarle bien-. ¿Dónde se supone que estoy?
-Estás en el cielo, Jack. Y por los olores que traes, mis sospechas son ciertas.
-¿Quién carajos eres?
-Soy Angie, Jack. Menos mal que mandé a alguien para que te siguiera.
-¿Angie? Oh, mierda. ¿Esto es el cielo? ¿Estoy muerto?
-No, ni mucho menos. Te traje yo. Y menos mal, porque ibas derecho al oscuro abismo del infierno.
-¿Al infierno, dices? Maldita Karily. Me dijo que me protegería y mira donde estoy.
-Esa chica no tiene la culpa. Bien es cierto que te estaba protegiendo, pero lo que estaba al otro lado de la puerta no hubiera podido pararlo.
-Vale, mira Angie –aún estaba medio cegado-. Me da igual donde me hallas traído. Quiero irme de vuelta al hospital, ya.
-Pero Jack, tengo algo muy importante que decirte.
-Pues tendrá que esperar. Si lo de Karily tiene que esperar, lo tuyo también tendrá que hacerlo. Ahora mándame de vuelta al hospital.
-Vale, vale. Pero por favor, prométeme que no harás más viajes astrales al infierno.
-Mira, Angie. Yo no sé cómo demonios hago esos viajes, ¿vale? Así que deja que me valla y punto.
-Está bien, Jack. Si es lo que quieres, te mandaré de vuelta al hospital. Pero que sepas, que sí o sí te mostraré lo que te tengo que mostrar.
-Muy bien, pero hoy no.

                Estaba ya un poco harto de que me mandasen para un sitio u otro sin yo poder decidir. Iba al infierno porque aquella quería, y ahora subí al cielo porque a Angie se le antojó enseñarme algo. Ya era hora de empezar a tomar mis propias decisiones.

                Con un abrir y cerrar de ojos estaba de nuevo en la habitación, tumbado en la fría cama. El reloj de aquella habitación marcaba las tres y media de la mañana. De fondo no se oía ni el viento, ni el zumbido de una mosca. Todo estaba en silencio. Miré a la cama de al lado y allí estaba Angie, o por lo menos su cuerpo, tumbada. Decidí que ya estaba bien, que ya era hora de largarse de aquel mugriento hospital. Me incorporé en la cama, arrancándome todos los cables y tubos que tenía incrustados en el cuerpo. Antes de ponerme de pie, me pellizqué en las piernas para ver si las sentía, y así fue. Las moví y comprobé que el hueso estaba en su sitio, y no por fuera de la pierna como después del accidente. Bajé ambas piernas de la cama y me puse de pie. Gracias a la rehabilitación pude mantener bien el equilibrio y empecé a dar pequeños pasos hacia la puerta. A medida que avanzaba iba logrando un movimiento más normal, ya que al principio parecía un zombi, dando pasos torpes y cortos. Tras recuperar el movimiento de las piernas, me abalancé sobre la puerta, abriéndola con cuidado y saliendo de la habitación.

                La sensación de vacío inundó el pasillo en el que ahora me situaba. Miré a ambos lados para ver si el segurita estaba por la zona, pero para mi suerte lo vi entrando por la puerta del aseo. Busqué el cartel de salida y una vez lo encontré, me dirigí veloz hacia este, encontrando las escaleras que daban a la recepción del hospital. Antes de bajar el último tramo de escaleras, agudicé el oído para comprobar que no había nadie en la zona del mostrador, pero esta vez no tuve tanta suerte. Había una joven sentada tras la mesa de recepción. La salida estaba justo delante de mí, con una de las puertas abiertas. Tenía que buscar la forma de distraerla y salir pitando de allí. Lo único malo de mi huida era la incógnita de no saber si la caravana de Elízabeth estaba aparcada en el parking o en los alrededores del hospital. Si no estaba, tendría que buscar la forma de contactar con ella, o algo peor, volver a entrar sin ser visto y esperar a que amaneciera para comentarle mi plan de huida.

                En un vistazo rápido, vi un par de macetas que tenían unas plantas decoradas con piedras blancas. Estaban a pocos centímetros de mí, así que no tuve que esforzarme mucho para coger una o dos piedritas. Me preparé y me asomé disimuladamente por la pared de la escalera, lanzando una de las piedritas al otro lado de la enorme sala de recepción. Con el golpe de la piedrecita pude captar la atención de la joven, quien se levantó para mirar a ver si había alguien. A continuación lancé la segunda piedrita, que era un poco más grande que la anterior, y con tan mala suerte de que le di a la chica en la cabeza. No sabía si la piedrita era más grande de lo que yo pensaba o que la lancé con demasiada fuerza, pero dejé inconsciente a la recepcionista en el acto. Tras aplomar la joven contra el suelo, con algo de remordimiento salí corriendo hacia la puerta, saliendo al fin al exterior. Dejé que por unos segundos el aire me golpease en la cara. Por fin un aire que no era el del aire acondicionado de la habitación. Eché un rápido vistazo a los coches que estaban aparcados y ¡bingo! Había una auto-caravana aparcada no muy lejos de mí. Me acerqué a ella con rapidez y toqué repetidas veces en la puerta. Tras esperar unos segundos, se abrió la puerta y pude ver aquello que tanto deseaba que estuviese dentro. Elízabeth me abrió la puerta con el pijama puesto. Llevaba puesto solamente una camisa del grupo “Nightwish” y unas braguitas color rojo pasión. Me miró de arriba abajo sin reconocerme, pero tras unos segundos se dio cuenta de que era yo y me haló de la bata, haciéndome entrar en la caravana.

-¿Se puede saber qué haces tú aquí? ¿Tú no deberías de estar en la camilla del hospital?
-Lo siento, después de lo que viví esta noche no quiero pasar ni un día más ahí dentro –la miré sin querer, analizando bien la ropa que llevaba-. Bonita camisa –murmuré.
-¡Serás! –se tapó la cara, ya que se estaba tornando de un color similar al de su ropa interior-. ¿Cómo demonios has escapado?
-El segurita estaba en el baño, había una maceta con piedritas blancas y una recepcionista despistada... Ya te puedes imaginar el resto –sacudí la cabeza.
-Animal. Ven, siéntate aquí y no alces la voz, ¿estamos?
-De acuerdo –no podía apartar la mirada de su ropa interior. Era demasiado llamativa.

                Me senté donde me indicó, que era su cama. Esta aún estaba caliente, pero me limité a sentarme y esperar en silencio. Tras unos segundos, Eli se acercó a mí y se sentó a mi lado, cogiéndome de la mano.

-Jack, respecto a lo que pasó hace un rato...
-No digas nada, Eli –posé uno de mis dedos sobre sus tiernos labios, impidiéndola seguir hablando-. Ya me explicó Karily lo que pasaba.
-¿Qué te ha contado? –me miró algo asustada y con los ojos abiertos.
-Pues me contó que nunca antes habías tenido relaciones con otros hombres y que... Bueno, no sé cómo decirlo sin que suene mal. Me dijo abiertamente que me tenías ganas.
-Menos mal que no querías que sonara mal, ¿eh?
-Ya, lo siento. Pero... ¿Es cierto? ¿Nunca has tenido relaciones con otros hombres?
-Eso es una larga historia, Jack. Pero en resumidas cuentas, sí. Me he pasado toda la vida absteniéndome de salir con otros hombres. No he encontrado ninguno que llegase a tu altura. Ni que se pareciese un poco a ti. Sé que suena un poco obsesivo, pero es lo que siento. Lloré mucho cuando me dijiste que ibas a empezar a salir con Amy, pero por otro lado me alegré por ti. Al fin y al cabo, era tu felicidad la que importaba.
-Mierda. Otra razón más para sentirme un imbécil. ¿Por qué nunca me lo dijiste?
-Porque esperaba que dieses tú el primer paso. Pero se ve que eres más cortito de lo que pareces –rió levemente.
-Tampoco te pases, ¿eh?
-Pero sí. Llevaba mucho tiempo esperándote. Intenté olvidarte en cuanto supe lo de tu boda. Que por cierto, no pude ir porque me fui al extranjero. Y en cuanto vine para aquí y me puse a investigar lo del brutal accidente en la autopista, descubrí que eras tú. Y bueno, puede que suene un poco sínico, pero deseaba que ya no estuvieses con Amy, pero no en extremo. Pensé que lo habíais dejado, y no que ella había fallecido años atrás –apartó momentáneamente la mirada, quedándose cabizbaja unos instantes antes de volver a mirarme.
-Bueno, no te culpo por ello. Pero dejemos ya el tema de Amy, que ya bastante liada me tiene la cabeza. Necesito que me ayudes a salir de aquí.
-No puedo ayudarte en eso, Jack. Hoy por lo menos no. Tendría que ser a partir de mañana.
-¿Y eso por qué?
-Cuando salí de tu habitación, hablé con el médico para que me contase lo de las pruebas esas que te iban a hacer, y me dijo que al final no te las iban a hacer. Que no sabían por qué, pero a los ingleses esos les llegó una carta diciéndoles que anularan esas pruebas.
-Qué cosa más rara, ¿no?
-Sí. Digamos que, los caídos enviaron a uno de los suyos a Inglaterra para pararle los pies.
-Oye, respecto a los caídos. ¿Karily te lo cuenta todo?
-No. Todo lo que ella sabe lo sé yo. Pero bueno, ahora eso no es lo importante. Ahora tenemos que encontrar la forma de volverte a meter ahí dentro. Que mañana va a venir alguien importante de entre las tropas de los caídos para entregar un escrito en el que dice que te tienen que dar el alta inmediata.
-Madre mía. ¿Tantas ganas tienen de tener a Shílveorth de vuelta? O lo que coño quiere que sea que va a hacer.
-Al parecer sí. Pero eso mejor te lo cuento mañana. Tenemos que confiar en ellos. Aunque cueste. Sé que suena un poco chocante eso de decir que tienes que confiar en alguien que solo desea la aniquilación, la destrucción y el apocalipsis. Pero son los únicos que nos pueden ayudar ahora mismo.
-Es decir, ¿qué tengo que confiar en alguien que solo me quiere por interés? Eso no es que me inspire mucha confianza.
-Jack –me cogió por los hombros, mirándome fijamente a los ojos-. Si no les hacemos caso, podemos terminar muy mal. Pero no lo digo por ellos, sino por los ángeles celestiales.
-¿Los cualo?
-Los ángeles blancos, como tú los llamas.
-Ah, vale. Bueno, ahora mismo ya no sé quién es peor. Pero bueno, vístete y acompáñame a la puerta, y di que me encontraste sonámbulo en medio del parking.
-Vale. Antes de continuar...
-¿Qué?
-Te quiero, Jack –se acercó a mí y me besó tiernamente en los labios, dejándome medio atontado.
-Yo también te quiero, Eli. Nunca podré agradecerte todo lo que estás haciendo por mí.
-Descuida, yo sé cómo me lo puedes pagar –rió y se levantó, poniéndose su pantalón de cuero y sus botas.

                Me quedé embobado mirándola mientras se vestía. Después de todo lo que me estaba pasando, había algo bueno. Tenía un pequeño haz de luz en mi oscura realidad. Después de todo el tiempo que habíamos pasado distanciados el uno del otro, nos habíamos reencontrado, y quién lo hubiera dicho. Terminamos siendo algo más que amigos. Espero no defraudarla ahora que sabía que llevaba tanto tiempo esperándome. Todo iría bien a partir de ahora. Todo.

                Tras terminar de vestirse me hizo una seña para que me levantase y fuese con ella. Salimos de la caravana y nos acercamos a la puerta del hospital. Nos asomamos a la recepción y vimos como todavía la joven estaba tirada sobre el suelo de la recepción, aunque ya empezaba a moverse.

-Menuda pedrada le diste –me dijo aguantándose la risa, pero con cara de preocupación.

                Tras mirar como aquella muchacha se empezaba a incorporar, fuimos hacia ella a paso normal. Cuando estábamos llegando a ella vinieron un par de médicos, alertados con el busca en la mano. Tras atender a la joven, nos miraron y centraron sus miradas en mí.

-¿Usted ha hecho esto? –me preguntó uno de los médicos.
-No lo sabemos, me lo acabo de encontrar sonámbulo en el aparcamiento –respondió hábilmente Elízabeth.
-¿Y qué hacía usted en el parking a estas horas?
-Tengo mi caravana aparcada ahí, estoy esperando a que le den el alta –me zarandeó un poco.
-Entonces es por él por lo que pita mi busca. Déjenoslo a nosotros, y gracias por traerlo de vuelta.
-No hay de qué. Cuídenmelo, ¿eh? –sonrió, me dio un beso en la mejilla y me entregó a los médicos.

                Tras marcharse y asegurarse de que la joven estaba ya estable y bien atendida, los médicos me cogieron por los brazos y me llevaron a mi habitación, echándome un sermón de porqué me había levantado y me había escapado del hospital, dejando a la recepcionista inconsciente en la sala de recepción. Yo les intentaba explicar de forma lógica lo que era el sonambulismo, pero no había manera de que me entendieran, así que cesé en el intento y me dejé llevar. Me acercaron a mi cama, volviéndome a conectar todos los cables y tubos que me había quitado, inspeccionando mi cuerpo tras acostarme para ver si todo estaba en orden. Después de un vistazo rápido a mi ficha médica, que colgaba de los pies de la cama, me miraron sorprendidos y salieron de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

                Me quedé unos segundos en silencio, pensativo. Intentaba analizar toda la información recibida en la noche. ¿Qué será lo que me tiene que contar Karily acerca de Amy? ¿Será lo mismo que me quiere mostrar Angie? No lo sé. Pero la simple idea de saber que todos los que me están ayudando son ángeles caídos no me dejaba muy bien el cuerpo. Un enorme escalofrío recorrió mi espalda, dejándome casi paralizado en la cama. Cada vez que pensaba lo que podría pasar me daban escalofríos. Pero lo hecho, hecho está. Ahora solo tocaba dejar que los caídos hicieran lo que estuviesen haciendo. Solo esperaba que realmente pudiese salir del hospital lo más pronto posible. Ya no aguantaba más.

                “El cielo se envolverá en llamas, los ángeles celestiales caerán y el suelo se abrirá a mi paso, dejando que el abismo engulla todo lo que me traicionó, dando comienzo mi venganza sobre el mundo. El apocalipsis se acerca y nadie podrá hacer nada para evitarlo”