Capítulo 4
Todo estaba muy oscuro. Las luces de la
calle eran mi único punto de visibilidad. Caminaba dando tumbos de un lado para
otro, y un ligero dolor de cabeza era mi acompañante. Notaba como la mirada de alguien
se clavada en mi cuello pero, al girarme no había nadie allí. Seguí caminando
sin saber bien hacia donde iba, hasta que al fondo pude distinguir unas formas
humanas. Me acerqué a ellos para preguntarles si sabían donde estaba, que
estaba perdido y que necesitaba ayuda. Pero cada vez que daba un paso hacia
delante, aparecían a mí alrededor más y más siluetas, de diferentes tamaños y
formas, y un olor intenso a azufre me estaba empezando a marear. Todas las
miradas se dirigían hacia mí, y notaba la duda y la intriga en ellas. Y cuando
por fin empieza a disiparse mi ceguera, frente a mí, una silueta conocida:
Elízabeth. Me acerqué tanto como pude a ella, ya que las siluetas que había
visto con anterioridad, tornaban a formas de diablillos, y de hombres alados
que se abalanzaban sobre mí intentando agarrarme.
-¡Elízabeth! –alcé la voz una vez
llegué hasta donde ella, posando mi mano sobre su hombro-. Eli, ¿donde estamos?
¿Qué es este sitio?
Al darse la vuelta pude reconocerla,
pero había algo en su rostro que no era normal. Unos ojos de iris blancos, con
el borde en un rojo sangre. Se giró y me miró con algo de desagrado. Creo que
no le gustó que le llamase por ese nombre. Aunque cuando me miró bien, su
rostro cambió de una expresión de desprecio, a un miedo espectral. Retrocedió un par de pasos mientras me miraba
de arriba abajo. Notaba algo de desconcierto en su mirada, como si no creyese
que estaba ahí.
-Shil... –tartamudeó palideciendo- ¿qué
haces tu por aquí? ¿Tú no estabas... muerto?
-¿Muerto? –la miré extrañado-. Pero...
si me viste hace un rato en el hospital...
-¿Yo? –se auto señaló- Eso es impo...
–se paró unos instantes-. Ah, ya entiendo... mi cárcel fue la que te vio...
-¿Tu... cárcel? –ese comentario me dejó
desconcertado- No te entiendo...
-Nada guapo, pronto lo entenderás...
solo te puedo decir una cosa... Aléjate del rubiales de Gabriel, no es bueno
para tu “otro yo” que te esté rondando, y si algún día logra volver y se entera
de eso, te matará a ti primero y luego ira a por su blanco culo.
-¿Mi otro yo? –sacudí la cabeza y eché
otro vistazo a mi alrededor, volviendo a clavar mis ojos en los suyos-
Elízabeth Jones, no estoy para bromas... por favor, dime donde estamos... ¿y
quién es toda esta gente?
-No te preocupes por ellos, son solo escoria...
–se acercó con un andar sensual a mi y me acarició los labios con su dedo
índice-. Tú vuelve a tu habitación y déjate de viajes, por lo menos hasta que
estés recuperado del todo, ¿vale? –me sonrió ya con una sonrisa de oreja a
oreja y me dio un suave beso en los labios.
Me resultó algo extraño aquel “beso”.
Mi cuerpo se quedó paralizado ante él, solo pude cerrar los ojos, y cuando los
volví a abrir estaba de vuelta en la cama del hospital, con el ruido de las máquinas de fondo y la
respiración de Angie se oía como un susurro.
-¿Pero que demonios?
Me incorporé en la cama, mirando bien a
mí alrededor. ¿Fue todo un sueño? No me
lo creía, aunque las palabras de la que supuestamente era Eli mencionaban algo
de un viaje. ¿A que se referiría? ¿Ya estaba tan loco que no distinguía la
realidad de los sueños? Era todo tan real. Y un intenso olor a azufre inundaba
aquel lugar, eso era lo único que me daba la pista de que aquello era solo un
sueño. ¿Cómo va a existir algún sitio que huela a azufre? Exceptuando la cima
de los volcanes y lugares similares. Me paré a analizar aquello, ya que me
había desvelado.
-¿Cómo podría interpretarse ese sueño?
–me quedé pensativo, sentado en la cama, cruzado de brazos-. Un viaje...
Gabriel... Azufre... Que cosa más rara...
Solo era un sueño, ¿no? No se porque le
daba tantas vueltas a aquello. Solo había una cosa que me dejó con algo de
inseguridad, y era que alguno de los arañazos que me habían hecho, realmente
los tenía en los brazos, y alguno que otro en el torso. Y era demasiada
coincidencia, porque no recordaba habérmelos hecho con anterioridad. Me volví a
alongar hacia la cama de Angie, para ver si por casualidad estaba despierta o
realmente dormía. Y efectivamente estaba durmiendo, ya que la estuve llamando
pero no respondía. Me volví a tumbar en la cama, pensativo, dándole vueltas aún
al sueño. ¿Por qué le daba tantas vueltas al tema? Era solamente un sueño,
raro, pero era solo un maldito sueño.
Pasaban las horas en aquella silenciosa
habitación y ya había perdido el sueño. Me había desvelado. Miraba una y otra
vez por la ventana de la puerta, esperando a que pasase algo interesante que me
distrajese, pero no pasaba nada. En un instante, un gran escalofrío me recorrió
toda la espalda y vi pasar por dicha ventana, una sombra de un lado para otro. No llegué a distinguir forma alguna, pero la
silueta que se vio parecía la de una persona. Me incorporé otra vez,
rápidamente, esperando a ver si por casualidad volvía a ver a aquella figura. Y
esta no se demoró en volver a pasar, pero esta vez en dirección contraria.
Entonces pude ver bien lo que era. Pude ver un haz de color dorado y, fijando
la vista unos segundos, pude verificar que se trataba de una persona. Me
levanté de la cama con cuidado de no tensar mucho los cables de la máquina de
pulsaciones, acercándome lo máximo posible a la puerta. Y cuando al fin estoy a
punto de conseguir tocar el pomo de la puerta, aparece el rostro de uno de los
médicos por la ventanita de la puerta. El susto mío fue tal, que me quedé
paralizado en el sitio, en una postura un tanto rara, como si fuese la del
Discóbolo de Mirón pero con algunos cambios: el brazo del “Disco” esta en la
misma posición, pero con todos los cables tensos y el otro brazo extendido hacia delante,
intentando coger el pomo de la puerta.
-¿Se puede saber que está usted
haciendo? –preguntó el médico entrando en la habitación-. ¿No ve usted que se
puede hacer daño? –se acercó a mí ayudándome a incorporarme y a regresar a la
cama, obligándome a acostarme.
-Es que soy sonámbulo... –fue la
primera respuesta que me vino a la cabeza.
-Sí, ya. Y yo no soy licenciado en
medicina. Venga, acuéstese y duérmase –me tapó con las blancas sábanas y me
tomó la temperatura-. Está usted ardiendo, ¿le duele la cabeza?
-No –aparté bruscamente la mano de
aquel tipo inmediatamente de mi cara.
-¿Y que coño es ese olor? –olfateó
levemente por la zona de la cama-. ¿Azufre? –me miró fijamente a los ojos-. ¿Ha
estado fumando algo?
-¿Cómo coño voy a fumar azufre, doctor?
Ahora si que dudo que sea licenciado en medicina y tenga diploma de honor en
idiotismo –le dije con un tono sarcástico, apartando la mirada de la suya,
mirando hacia la cama de Angie.
-Un guasón, ¿eh? Bueno. Que no le
vuelva a ver levantado de la cama, ¿estamos? –me señaló con el dedo con un
cierto tono amenazador-. Voy a abrirle la ventana un rato, para que se ventile
esta habitación, que el olor a azufre marea.
Tras
decir esto, el hombre de bata se acercó a la ventana y la abrió mínimamente,
para que se ventilara la habitación y no nos asfixiáramos con el azufre. Menudo
zumbado, ¿cómo cojones me voy a fumar azufre? Nadie en su sano juicio fumaría
esa mierda...
-Un segundo, idiota –llamé al médico
antes de que saliese de la habitación-. ¿De donde sale el azufre?
-¿El azufre? –se quedó pensativo unos
segundos y luego respondió-. De los volcanes creo. Cuando un volcán entra en
erupción dicen que hay un fuerte olor a azufre. También he oído eso de que el
azufre es el olor del infierno –rió tras este comentario-. Pero eso ya son
mitos paganos.
-El infierno... –asentí con la cabeza,
volviendo a analizar el “sueño” que había tenido.
Aquel
tipo salió por la puerta con una pequeña risa en los labios. Yo me quedé
dándole vueltas otra vez al supuesto sueño. Allí también notaba un olor fuerte
a azufre, pero era demasiada coincidencia, además de una completa estupidez, el
que el olor del sueño se hubiese materializado. Los sueños, sueños son, ¿no?
Pero aun así me dejó mosqueado el tema del jodido azufre. Empecé a enlazar las
cosas: Un viaje, el infierno y azufre. Si juntas todo eso, ¿qué te sale?
-Se llama viaje astral.
Aquel
comentario me sacó de mis pensamientos.
-Es algo que muy pocos pueden hacer.
Me
reincorporé en la cama, otra vez, y vi que Angie estaba de pie al lado de mi cama,
mirándome acongojada.
-¿Qué haces levantada? -eché un rápido vistazo a su cama y vi un
cuerpo tumbado en ella-. ¿Pero que coño?
-Tranquilo, es una copia mía.
-¿Una copia? Ahora si que estoy
chalado... Esto es otro puto sueño chungo de esos... –volví a clavar mis ojos
en los de la pequeña rubia-. Tú no eres real, eres solo un sueño...
-No Jack, soy real –me cogió de la mano
y la puso sobre su pecho, haciéndome notar el pulso de su corazón-. Soy tan
real como tú, y no. Esto no es un sueño –sonrió tierna-.
-Los cojones... –me solté rápidamente
la mano y la apreté contra mi pecho-. ¿Cómo me explicas entonces que halla una
tipa igual que tú en la cama de al lado? –me temblaba la voz, aunque no sabía
bien el por que, si aquello era nada mas que un sueño.
-¿Todavía no te has dado cuenta, Jack?
Las monjas, mi hermano, Gabriel... ¿De verdad que todavía no lo sabes?
-¿Saber el qué? ¿Qué es lo que tengo
que saber?
-Soy un ángel, Jack.
-Sí, claro... y yo soy Thor, el dios
del trueno, lo que pasa es que estoy de vacaciones en la tierra y he perdido
mis poderes por culpa de la morfina...
-Jack, no estoy bromeando. Que pasa,
¿no me crees?
-Angie, ¿como voy a creerte? Los
ángeles solo existen en la biblia, y eso es un cuento chino, no es más que una
hartada de mentiras escritas por unos zumbados hace siglos. Y no sé que es
peor, si que aquella gente hallan dicho que existían o que hasta hoy en día,
halla gente que todavía les crea. Además, si fueses un ángel, tendrías alas,
¿no crees? –le señalé la espalda.
-¿Quieres ver mis alas? ¿Con eso te
convenceré de que los ángeles existen?
-Ya sé que Los Ángeles existen, me
gustaría visitar alguna vez esa ciudad. Y no, eso no ayudaría a que te creyese.
Podría ser otro sueño como el anterior.
-Lo anterior no fue un sueño, Jack. Fue
un viaje astral. Y todo lo que hallas podido ver allí, es tan real como el aire
que respiras.
-Bien, bien, bien... –repetí esta
palabra hasta intentar serenarme un poco, ya que la situación se estaba
descontrolando-. Vamos por partes, ¿quieres? Primero... –respiré hondo-, explícame bien que es eso
del viaje astral.
-Un viaje astral es cuando el alma sale
del cuerpo y va a cualquier parte del universo, es decir, sales de ti mismo y
ves y haces lo que mas te guste.
-Es decir –aguanté la risa-, que es cuando
mi alma se va de excursión, ¿no?
-Sí, bueno, si lo entiendes mejor
así... es cuando tu alma se va de
excursión. En un viaje puedes llegar a
volar, ya que ahora eres un espíritu. La esencia de un cuerpo.
-Vale... bien, hasta ahí todo bien.
Pregunta: ¿se puede ir al cielo o al infierno en un viaje astral, o hay
limitaciones? –pregunté con un ligero tono burlón.
-Sí, se puede. De echo, por el olor que
has dejado en la habitación a azufre, diría que has estado en el infierno
–estaba convencida de lo que decía.
-Bien. Entonces he estado en el
infierno... ¿Quién era la chica con la que hablé? Porque era idéntica a mi
amiga Elizabeth.
-Descríbela.
-Coño, la has tenido que ver, ha
entrado en la habitación varias veces.
-No Jack, me refiero a la persona con la
que hablaste abajo.
-Mmm, vale. Veamos, era exactamente
igual a Eli, salvo por una cosa.
-El color de los ojos, ¿verdad?
-El c... Sí, el color de los ojos.
-¿Cómo eran? ¿Blancos? ¿Rojos?
-Blancos, con el borde del iris en
color rojo sangre.
-Un ángel caído.
-¿Qué?
-Que hablaste con un ángel caído. Y si
me estas diciendo que era igual que tu amiga, quiere decir que ese ángel esta
ligado a ella. ¿Entiendes por donde va la cosa?
-Mas o menos –estaba completamente
perdido, pero asentí a lo que me dijo.
-A ver. Tu amiga tiene lo que se
dice... un “ente”. Una presencia sobrenatural, y que en este caso es un ángel
caído. Lo cual quiere decir que es más que peligroso estar a su lado mucho
tiempo.
-No pienso dejar de estar con Eli solo
porque tenga un ángel caído como mascota.
-No es una mascota. Y en ese caso sería
al revés, ella sería la mascota del caído. Una persona no puede decidir si
tiene o no un ente. Sois más como un castigo.
-Como una cárcel... –me quedé
pensativo, encajando ahora todas las piezas que no sabía ubicar en el puzzle.
-Exacto, sois como una cárcel.
-Pero... ¿solo un caído puede ser
castigado?
-¿A qué te refieres con eso, Jack?
-Que si solo un caído puede ser
castigado... ¿Un ángel blanco no puede ser castigado?
-No suele pasar eso... –me miró
extrañada, supongo que por la pregunta-. Los únicos ángeles “blancos”, como tú
los llamas, que he visto que han sido castigados a vuestro mundo, es porque son
considerados traidores, y después de eso van al infierno.
-¿Traidores? ¿Traidores contra qué?
-Traidores a la voluntad de Dios...
-¿Dios existe?
-¿Por qué lo preguntas?
-No se, ahora que supuestamente sé que
eres un ángel, ¿quién mejor que tú sabe la respuesta a esa pregunta?
-Pues claro que existe.
-¿Tú le has visto?
-Bueno, no... pero sé que existe. En el
cielo hay alguien manteniendo el orden en el mundo, pero muy pocos le han visto
en persona.
-Entonces, por esa explicación, no
existe. Porque si no lo has visto, y eres un ángel... blanco y en botella es
leche.
-Existe, Jack. Puede que no sea como
todo el mundo lo pinta: con aspecto de hombre, pelo blanco y barbudo, pero algo
de verdad si que tienen: es benevolente, bondadoso, amable y sabe perdonar.
-Ahí discrepo... –la miré algo
cabreado-. Me estas diciendo que tu dios perdona, que es bondadoso... entonces,
si tiene todos esos adjetivos, ¿por qué se llevó a Amy? ¿Por qué se llevó a la
persona que tanto amaba? Ella no había hecho nada malo. Y no solo a ella...
–apreté con fuerza y rabia los puños-, sino a mi hijo. A nuestro bebé, ¿qué
puto pecado cometió si todavía no había nacido?
-Los caminos del señor son
inescrutables. Si se los llevó, algún motivo tendría.
-Sí, ¿pero cual? ¿Por qué cojones mata
a alguien que no ha hecho más que salir de mi huevo izquierdo?
-Jack, yo...
-¿Tú qué? ¿Me vas a dar el pésame?
-Jack, por favor. Ya te he dicho que
sus motivos tendrá.
-¿Y por eso tampoco deja que me reúna
con ella?
-No te puedes reunir con ella si te
suicidas. Si lo haces irás al infierno y no la volverás a ver.
-Entonces me confirmas que se la llevó
el hijo puta de arriba, ¿te das cuenta? Te contradices tu sola.
-Jack, tranquilo.
-Mira, Angie. No creo en los ángeles,
no creo en dios y no creo en nada, ¿estamos? Toda esta mierda me esta empezando
a cansar. No aguanto más toda esta
mierda. Así que déjate de ángeles, de monjas y de todas esas mierdas. Lo mío
fue un puto sueño, tú eres una lunática creyente y esta conversación ha
terminado –me terminé de cabrear. Lo que empezó siendo una conversación algo
rara ha terminado por ser un debate entre lo que es bueno y lo que es malo-. Si
dios fuese bueno y justo no me habría dejado solo, no se habría llevado a Amy.
Me hubiera gustado poder coger en brazos a mi hijo, pero no. Él ya tenía un
plan para ellos dos. Ahora nunca podré saber lo que se siente al tener un bebé
en brazos.
-Claro que puedes. La vida sigue, y
como dicen algunos, hay más peces en el mar. Tienes que intentar superarlo. Se
lo que se siente cuando pierdes a un ser querido.
-¿Tú? ¿Qué vas a saber tú lo que es
perder a alguien? –me estaba empezando a desquiciar-. Vamos a acabar con esto,
¿sí? He intentado seguirte el juego, pero con eso me has tocado la fibra
sensible. Si tú bien dices que los ángeles blancos, o como coño quiera que se
llamen, no pueden ser castigados al nuestro mundo, ¿como es qué estas tú
aquí? ¿Tú y tu amigo Gabriel sois
traidores?
-No Jack, Gabriel esta aquí porque es
el mensajero de Dios en la tierra, el trae las buenas nuevas a los hombres. Y
yo no soy más que una ayudante. No estamos castigados ni nada por el estilo.
-Bien. Pues si eso es cierto, enséñame
tus alas. Ahora si que quiero verlas.
-De acuerdo.
Acto
seguido, dio un par de pasos hacia detrás y miró por la ventana de la puerta,
asegurándose de que no había nadie asomado en ella. Y cuando por fin se dispuso
a sacarlas, una inesperada visita apareció como un suspiro en la habitación.
-¿Qué es lo que tenías pensado hacer,
Angie? ¿No irías a mostrarle las alas a este simple mortal, verdad?
-¡Ah! ¡Gabriel! Valla susto me has dado
–dijo la joven volteándose hacia el rubio- ¿Qué haces tú por aquí?
-Asegurarme de que no haces ninguna
estupidez, monada –sonrió acariciándole la mejilla dulcemente a la joven-. ¿De
verdad que ibas a mostrarle tus alas? –me miró con una sonrisa falsa de oreja a
oreja.
-¿A qué coño vienes tu ahora, rubiales?
Ya tengo suficientes tocapelotas con los médicos –le miré desafiante a los
ojos.
-Bueno, llevo un rato escuchando
vuestra conversación y me ha resultado bastante interesante. No todos los días
uno hace un viaje astral. Pero cuéntame, ¿qué tal la experiencia? ¿Qué se
siente al estar rodeado de traidores?
-¡No me toques los huevos! –dije con un
tono de histeria-. ¡Y no te permito que hables así de Elízabeth! ¡Maldito
tocapelotas!
Sentí
unas ganas tremendas de lanzarme contra su cuello y estrangularlo hasta que le
saltasen los ojos de las órbitas. No se por qué, pero sentí como si algo me
invadiese el cuerpo, como si la vocecita de mi cabeza me estuviese diciendo:
¡Mátalo! ¡Mátalo! Le observé con una
mirada fulminante y, pude ver como retrocedió un par de pasos, mirándome de
arriba abajo con algo de desconcierto y desagrado. Angie también retrocedió un
par de pasos mirándome con miedo. Ambos se miraron mutuamente y luego volvieron
a clavar sus miradas en mí. No entendí aquella reacción.
-Eres uno de ellos... –dijo Angie
pálida, y medio tartamudeando.
-¿Uno de qué?
-Lo sabía, sabía que este chico tenía
algo –replicó el otro.
-¿Se puede saber de que estáis
hablando?
-Tienes un aura negra y rojiza,
maligna... Es pura energía negativa, y eso solo puede significar una cosa...
-No me irás a decir ahora que soy un
caído o algo por el estilo, ¿no? Porque ya sería la hostia.
-Pues sí, pequeño. Eso o tienes algo
maligno que te rodea –dijo Gabriel convencido-. Dime una cosa, cuando hiciste
el viaje, ¿te topaste con alguien que te mirase de una forma fuera de lo común?
-No tengo por qué decirte nada,
capullo.
-Jack, por favor. Cuéntanoslo –dijo
Angie con un tono suplicante.
-Pues sí. Todos los que vi me miraban
muy raro. Y sobretodo mi amiga. Bueno, el caído de mi amiga.
-Seguramente te habrá dicho algo que no
te terminaba de encajar, ¿no es cierto?
-Me miró primero con algo de miedo
–continué, interrumpiendo al rubio-. Lo que me pareció mas extraño es que después
de unos segundos de estar hablando con ella, su expresión cambió. Era como si
se hubiese despreocupado.
-Dime solo una cosa, Jack. ¿Tú tienes
algún pseudónimo? ¿Algún mote o algo por el que siempre te hayan llamado?
–preguntó Gabriel con bastante interés.
-¿Eso que importa ahora?
-Porque puede que tengas algo y ni te
hallas enterado.
Me
quedé pensativo ante la pregunta. Toda esta conversación ha empezado con lo que
para mi era una estupidez, pero ahora que había recibido toda esta información,
me estaba empezado a desconcertar todo ese tema. Todo lo que me contaban
encajaba con todo lo que vi en el sueño, o en el “viaje”. Bien es cierto que
todo lo que me ha sucedido es de locos, y si se lo contase a alguien me tomaría
por un zumbado, pero si se mira desde otro punto de vista, todo resultaba
interesante. Si realmente existían los ángeles sería un gran descubrimiento. Lo
malo es que no se podría ir diciendo por ahí, ya que entonces si que podrían
internar a alguien en un psiquiátrico. Todo aquello de los viajes astrales,
castigos divinos de los ángeles en la tierra y la traición de los mismos, era
algo con lo que nunca creí que llegase a
tropezarme en la vida. De pequeño me apasionaba bastante la narrativa
fantástica, sobretodo los temas esotéricos. Todo lo relacionado con criaturas y
fenómenos paranormales siempre me había entusiasmado. Y aunque con el paso del
tiempo me halla ido dando cuenta de que todo aquello que me apasionaba y en lo
que creía, no existía, que era una utopía que jamás podría hacerse realidad.
Ahora, todo eso se me ha venido abajo. Uniendo todos los cabos sueltos que
tenía todo encajaba. Si ya de por sí, el que sobreviviese al accidente me parecía
algo bastante fuera de lo común, y luego eso de que mis huesos se regeneren mas
rápido de lo habitual era algo inexplicable, la conversación que estaba
teniendo lugar en aquella habitación era lo mas raro e inimaginable que se pueda
imaginar. Después de tener un mal sueño, que al final resultaba ser un viaje
astral, me venía mi compañera de habitación diciendo que era un ángel, y contándome
toda la historia, y que su rubio amigo viniese confirmándola pues, ya me
terminaba de desencajar. Intenté tomármelo a broma, ya que era lo que parecía,
una broma pesada, pero aquellas palabras eran tan convincentes que ya había
desaparecido esa sensación de engaño. Y como yo soy de esas personas que en
cuanto le muestras un argumento con una buena base con la que se defiende dicho
argumento, termino por creérmelo. Es decir, que es como acusar a alguien de asesinato
teniendo sus huellas dactilares, el arma del delito y fotografías para usarlas
en su contra. Si todo estaba servido en bandeja de oro, ¿para qué darle mas
vueltas? A medida que avanzaba la
conversación, me iba creyendo más eso de que realmente había hecho un viaje
astral, que realmente mi alma había salido a darse un paseo por el infierno. Lo
que no me terminaba de creer era que Elízabeth tuviese a un caído en su
interior, aunque las pruebas eras mas que claras. Y Angie seguía diciendo que
era un ángel, aunque todavía no me halla mostrado sus alas, que por lo que
llegó a decir Gabriel: “¿No irías a mostrarle las alas a este simple mortal,
verdad?” daba que pensar. ¿Realmente era un ángel? Y ¿por qué no podía
enseñarme sus alas?
-Me llaman Shílveorth... –respondí con
seguridad a la pregunta del rubio-. Llevo mucho tiempo usando ese nombre, y no
recuerdo donde ni como adquirí ese nombre. Simplemente un día empecé a decir
que ese era mi mote.
-Entonces tú... no estás muerto... –retrocedió
tanto, que terminó tropezando con la silla que estaba al otro lado de la
habitación, junto a la ventana, sentándose en ella-. Es imposible que sigas
vivo... –estaba tan pálido, que si le iluminabas con una linterna reflejaba la
luz.
-Eres la segunda persona que me dice
eso. Y quiero enterarme ya de una puta vez el por qué les parece raro que siga
vivo.
-Digamos... que ese nombre
perteneció... –tragó saliva-, pertenece a alguien que fue de los primeros en
caer junto a Lucifer al infierno. Shílveorth... el único caído capaz de vencer
a Lucifer... el único que ha estado apunto de hacerle un corte a Dios... –cada vez
hablaba con mas miedo, tartamudeaba mas con cada palabra que decía. Realmente
estaba acojonado-. Le dimos por muerto en la última gran batalla de los
tiempos... Se llevó a un agujero negro a un millar de ángeles, tanto
celestiales como caídos... con él. Una vez entró no le vimos salir y le dimos
por muerto. Y durante un par de años ha seguido existiendo el equilibrio entre
el bien y el mal. Pero... –intentó señalarme, pero el tembleque de la mano era
tan fuerte que apenas lo levantó unos segundos-, esta vivo... –dijo ahogando un
grito de desesperación.
-¿Me estás diciendo que yo... tengo un
ángel caído como ente? –pregunté empezando a temblar yo también.
-No, eso es imposible Gabriel. Además,
si fuese Shílveorth “El caído” ya estaríamos muertos, ¿no crees?
-Pero es cuestión de tiempo que lo
sea... Como no había caído antes, ¡mírale! ¡Es su viva imagen! El pelo negro,
los ojos grises, un cuerpo fornido... Hay que acabar con él antes de que vuelva
a ser el otro... –se incorporó en la silla, mirándome con histeria.
-¡¿Se puede saber que cojones estas
diciendo?! –aquel comentario hizo que me diese un vuelco el corazón.
-Tengo que matarte antes de que
Shílveorth vuelva a materializarse... –se levantó de la silla y sacó, no se de
donde, una espada dorada.
-A este moreno no lo vas a catar... –una
voy de mujer interrumpió el avance de Gabriel-. Este guapetón seguirá vivo, tal
y como seguramente lo habrá planeado Shílveorth... y pienso cumplir sus expectativas.
A
todos nos dejó desconcertados aquella voz. Miré en todas direcciones y no vi a
nadie. Todo se quedó en silencio unos segundos y tras esta breve pausa, se
volvió a oír aquella voz.
-¡Muéstrate! –exigió Gabriel-. ¡Da la
cara!
Y
en ese momento apareció una persona en medio de todos nosotros. No pude evitar
el inspeccionarla. Botas NewRock, pantalón de cuero ajustado, que por cierto le
hacía un buen trasero, un chaleco negro y el pelo liso y rojo.
-¿Elízabeth? –pregunté apresurado y con
ganas de que me diese una respuesta positiva.
-No, no soy tu amiguita –se giró hacia
mí, mirándome directamente a los ojos y dedicándome una sonrisa pícara-. Vete
aprendiéndote mi nombre, guapo. Me llamo Karily, y como bien te ha contado el
capullo este –dijo con un tono dulce y cariñoso señalando a Gabriel-, soy un
ángel caído. Bueno, para ser más exacto, un arcángel caído –hizo una leve
reverencia a modo de presentación.
-Yo tenía entendido que los caídos...
no tenías rango...
-Sí, bueno. No te creas todo lo que
dicen los libros que lees. Por lo general suelen estar escritos por gente que
no tiene ni puta idea del tema. Olvídate de todas esas historias de los rangos
militares en el infierno, porque no son más que pura mierda. No hay oficiales,
ni generales, ni mierdas de esas... ¿Sabes lo que es un arcángel? –me miró
sonriente mientras me preguntaba.
-Sí, un arcángel es aquel que tiene
cuatro alas, ¿no?
-Correcto. Pues eso soy yo –se auto
señaló-. Y ahora si me disculpas... –me guiño el ojo y se volvió hacia Gabriel,
otra vez-. Bien, vamos a terminar con esto de una vez por todas, rubiales.
-No, esto no va a terminar... aquí el
único que va a terminar es él –Gabriel me señaló amenazándome.
-No, Gabriel. Hoy no te saldrás con la
tuya. Este chico esta bajo nuestra protección a partir de hoy.
-¿Bajo vuestra protección? ¿Necesitáis
a más de uno para proteger a un simple mortal?
-No es que necesitemos a más de uno, es
que queremos asegurarnos su regreso. ¿Y quienes mejor que Ankaroth y yo para
ese trabajo? –veía como reía mientras hablaba y se acercaba lentamente hacia mi
cama, caminando hacia atrás-. Además, no solo nosotros estamos interesados en
que siga vivo. Se de alguien que le tiene muchas ganas, pero no en el sentido
de ganas de matar, sino en el sentido mas pervertido de la palabra –me miró momentáneamente,
lanzándome un beso.
-Esto no quedará así, me llevaré su
alma tarde o temprano. No pienso dejar que ese tío regrese y vuelva a traer el
caos y la destrucción.
-Pero si en el fondo lo deseas más que
nadie, Gabriel. ¿No añoras los tiempos de guerra? ¿No echas de menos el
llenarte las manos de sangre del enemigo? –soltó una carcajada-. Venga, no te
mientas a ti mismo.
-¡Volveré, y la próxima vez no te
saldrás con la tuya, traidora!
Gabriel
desapareció en un visto y no visto, dejando en el lugar en el que estaba una
pluma blanca. Tras contemplarla unos segundos me percato de que mi nueva “protectora”,
se dirige hacia Angie, sacando un pequeño machete de su bota.
-¡No! ¡A ella no la toques! –le grité
desde mi cama.
-¿Qué acabas de decir, Jack? –giró la
cabeza lentamente, clavando sus ojos en los míos.
-Que ella no tiene nada que ver en todo
esto –la pequeña rubia estaba paralizada, se veía el miedo en sus ojos-. Déjala
en paz –cambié mi voz a un tono amenazador.
-Bueno... –rió levemente y retrocedió
algunos pasos-. No suelo tener piedad con los blanquitos pero, por esta vez te
haré caso. Pero que sepas que la mataré
tarde o temprano –jugaba con la punta del machete cerca del cuello de Angie.
-Si la tocas, me suicido. Y si lo hago,
entonces ese tío no podrá volver –tenía tanto miedo en el cuerpo que ni yo me
creía lo que estaba haciendo.
-Tranquilo –guardó el machete de nuevo
en su bota-. Ya está, ¿sí? Dejémonos ya de gilipolleces –respiró hondo y se
sentó en mi cama, tomándome de la mano-. Más te vale cuidarte, por qué si noto
que algo va mal, acabaré con tu amiguita pelirroja y luego iré a por la rubia,
¿estamos? –me quedé completamente paralizado y sin habla, sintiendo un gran
escalofrío por todo el cuerpo-. Tienes actitud y los huevos bien puestos. Te pareces mucho a él –me acarició la
mejilla con sus dedos-. Espero que vuelvas pronto, Shil. Te echamos de menos...
Y yo, te necesito a mi lado, echo de menos tu cuerpo embistiendo el mio en una
noche de pasión desenfrenada –se mordió levemente el labio inferior y se acercó
a mi, quedándose a escasos centímetros de mi cara-. Nos veremos muy pronto,
Jack. Ten por seguro que volveré
Tras
susurrarme estas últimas palabras sobre mis labios, me volvió a besar. Pero
esta vez si fue un beso de los buenos. Duró un par de segundos y, como ocurrió
con el anterior, en cuanto abrí los ojos ya no estaba. Estaba yo solo sentado
en la cama, sudando la gota gorda. ¿Me ha vuelto a pasar? ¿Por qué no reaccioné
ante el beso? ¿Será que mi mente esta intentando sacarme a Amy de la cabeza?
Pero no, aún no podía olvidarla. Aunque desde que volví a ver a Eli, he estado
empezando a sentir algo raro. Digamos que mis ojos ya no la están mirando como
una amiga. Me quedé bastante pensativo cuando me ofreció el irme a vivir con
ella, después de haber estado tanto tiempo sin vernos. Me tenía cariño después de
tanto tiempo, a pesar de la distancia. Que no digo que yo le halla perdido el
cariño, pero no es lo mismo el estarnos viendo todos los días a no vernos en un
par de años. Pero no sé. Ahora mismo tengo la cabeza echa un lío. Había
recibido demasiada información en un periodo corto de tiempo, y tenía que
asimilarla. Volví a mirar hacia Angie, quien misteriosamente estaba tumbada en
la cama, digamos que durmiendo. La llame varias veces, pero o bien me ignoraba,
o bien estaba durmiendo.
-Todo esto es muy extraño. ¿Realmente
me estaré convirtiendo en ese tal Shílveorth? Sé que llevo tiempo usando ese
nombre pero, ¿es con ese fin? ¿Me estaba utilizando para su propio beneficio? ¿Y
después que pasará conmigo? ¿Qué será de mí? Y en cuanto a Eli... –me quedé
pensando unos segundos- No, no creo que ella sienta eso por mí. Aunque quien
sabe, a lo mejor realmente si que siente algo por mí...
Demasiadas
preguntas con unas respuestas que asustaban más que Karily con el machete en la
mano. No se si era un sueño, una pesadilla o la cruda realidad, pero fuera lo
que fuera, me daba miedo descubrirlo. Aunque ahora sentía la necesidad de
indagar más en el tema, conseguir más información sobre Gabriel y sus
amiguitos. Me esperaba unas últimas semanas en el hospital muy intensas.
Teniendo en cuenta que me habían amenazado de muerte la misma noche en la que
me di una vuelta por el infierno, me confiesan que los ángeles existen, y que
un caído estaba usándome para volver a la vida, me tenía que preparar para todo
lo que se me echase encima. Estaba dispuesto a llegar hasta el final de todo.
Jack Stevenson no se rinde tan fácil.