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Para todos aquellos que les guste escribir todo tipo de historias con todo tipo de contenidos, éste es su lugar: Dark Business.

Así que, si te interesa publicar en el blog tus historias, escríbeme a: KeiraLogan@gmail.com y estaré encantada de incluíros como autores.

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Bienvenidos a Dark Business

Bienvenidos a Dark Business, un blog donde podréis encontrar fanfics variados de autores diferentes.

Espero que os gusten, de verdad...

Es IMPORTANTE leer las presentaciones de los autores para saber, más o menos, su método de trabajo.

Para dudas y sugerencias que no entren en el tag (asi como peticiones para unirse al blog) mandad un email aquí: KeiraLogan@gmail.com

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Pausa general

Llevo bastante tiempo pensando, negando lo evidente, pero creo que es una gran estupidez seguir negándolo. Abrí este blog con el fin de pasar el rato, de postear mis fanfics, y después para darle una oportunidad de publicar a otros autores. Pero llevo ya mucho tiempo dejando todo esto de lado, y la mayor parte de los demás autores (por no decir todos) pasan absolutamente de este blog. Así que no me queda más remedio que hacer lo siguiente:

Este blog queda parado. No se volverá a publicar absolutamente nada (al menos mío) en una temporada.

Disculpad las molestias.

Kyara.

P.D: quizás acabe dejando este blog solo para mis publicaciones y para nadie más.

martes, 6 de diciembre de 2011

Dos Espadas - Capítulo 03

Capítulo 03

[Punto de vista de Arthur]

Retrocedió todo lo que pudo hasta que su espalda chocó contra la pared. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no podía escapar, de que había sido atrapado por el español. De que se había equivocado por completo al suponer que Antonio no se atrevería a ponerle la mano encima, que no seguiría su sugerencia. Que estúpido había sido. Y ahora se acercaba a él con una expresión siniestramente divertida en el rostro, donde también podía ver algo más que no pudo identificar. ¿Deseo? ¿Lujuria? No pudo saberlo.
Pero de pronto extendió una mano hacia él, y lo único que Arthur pudo hacer fue golpearla para apartarla.
-No me toques, you motherfucker!-exclamó, advirtiendo una nota de pánico en su voz que por desgracia no había podido retener.
-¿Tienes miedo, Arturo?-soltó, y con un rápido movimiento, aferró al inglés por la cadena que apresaba sus manos, atrayéndole hacia si-. La verdad, deberías tenerlo.
-No te tengo miedo, bastard, ¿por qué debería tenerlo?
-¿Qué por qué?-el español deslizó uno de sus dedos por su mejilla. Arthur giró la cabeza tratando de alcanzarle con los dientes, pero Antonio sujetó su rostro por la mandíbula y le obligó a mirarle-. Tal vez por lo que supone para tu cuerpo que siga esa sugerencia tuya. Piensa que, aunque lo aparente, yo no soy un santo. No pretendo ser delicado contigo, Arturo, y deberías de ser consciente de ello.
Arthur clavó su mirada en la del otro, y supo al instante que decía la verdad. Lo había sabido solo con escuchar sus palabras, pero quería confirmarlo. De todas formas, ¿por qué iba a ser delicado con él? Al fin y al cabo eran enemigos, se odiaban, el uno buscaba la muerte del otro y viceversa. Aun así, no le gustaba la idea. No le gustaba para nada. Se maldijo por sus palabras del día anterior, nunca debería de haberlas pronunciado.

[Punto de vista de Antonio]

Podía sentir su miedo a la perfección, podía incluso olerlo. Le tenía miedo, temía lo que le iba a hacer, y eso le gustaba mucho más de lo que había creído posible. Su propio cuerpo se estremecía y pedía más, mucho más. Pedía encadenarle a cualquier sitio, morderle, golpearle, arañarle, cortarle. Violarle. Pero otra parte le pedía a gritos que le soltase, que le acariciase, deslizar manos y labios por todo su cuerpo, besarle, hacerle suyo.
Y eso le hacía vacilar más de lo necesario, pero a la vez le daba tiempo para pensar en cómo lo iba a hacer. Disponía de mucho tiempo, prácticamente hasta un par de horas antes del amanecer, y quería tomárselo con calma, quería disfrutar del momento.
Ya que éste no se iba a repetir.
-¿A caso no sabes cómo continuar, Spain?
Las palabras del inglés le hicieron volver de golpe a la realidad. La expresión del rostro del rubio era sin lugar a dudas de burla, aunque seguía conservando una ligera nota de miedo en la voz.
Volvió a sonreír, disfrutando de lo que eso provocaba en Arthur.
-Sé perfectamente cómo continuar, tan solo pienso en cuál sería la forma más dolorosa de hacerlo-vio cómo se estremecía, y eso le gustó-. Porque la verdad, de otra forma no tendría sentido hacerlo, ¿no crees?
A continuación, le empujó contra la pared y se pegó a él, bloqueando por completo sus movimientos.
-¡Apártate!
-Eso nunca-dijo, y mordió su cuello con fuerza, provocando que el otro dejara escapar un grito de dolor.
Fue como música para sus oídos, ese grito de dolor que tanto ansiaba oír, así que repitió el proceso en el otro lateral de su cuello, haciéndole volver a gritar. Pero esta vez, lo acompañó de un lametón y un beso, haciéndole estremecer de nuevo. Sus labios se deslizaron por su mandíbula hasta quedar a tan sólo unos milímetros de distancia de los del otro, los ojos de ambos a la misma altura. Quería contemplar esos ojos mientras pensaba en lo próximo que iba a hacer.
-¿Te gusta esto, Arturo?-dijo, relamiéndose los labios-. ¿Te gusta que te muerda?
-N-no...
Llevó una mano a la entrepierna del otro, apretando con fuerza, clavándole las uñas. Sintiendo que estaba completamente dura. Escuchando otro grito por parte del inglés. Viendo la expresión de dolor en su rostro. Aquel rostro que tanto le gustaba mirar.
-Me estás mintiendo, y eso sólo va a hacer que las cosas empeoren...
Apartó la mano de la entrepierna del otro y la subió hasta su cuello. Sería tan fácil hacerlo... sólo tenía que apretar hasta dejarle sin aire, hasta que sus pulmones se quejasen por la falta de oxígeno... pero no podía hacerlo. Por alguna extraña y maldita razón, no podía. Y era a causa de ese algo que había sentido antes, ese algo que le impulsaba a hacerle lo que le estaba haciendo pero le pedía que no fuese tan brusco.
Haciéndole caso a esa parte, deslizó su mano por su pecho, desabrochando su camisa, dejando la piel clara al descubierto, haciendo que la expresión de Arthur fuese invadida por el pánico. Se entretuvo más de lo necesario, disfrutando del tacto de su piel, de la mirada salvaje que le dirigía. Una vez terminó, se la bajó todo lo que pudo y entonces le dio la vuelta y le pegó contra la pared, ganándose un quejido por parte del otro.
-¿Q-qué fuck pretendes hacer, fag?
Como única respuesta, Antonio se pegó completamente a él, dejándole notar lo excitado que estaba. Y le notó tensarse, cómo no. Volvió a pegar los labios a su cuello, mordiendo, lamiendo y besando su piel mientras deslizaba ambas manos por su cintura y pecho, extasiado por su suave piel. Quería dejarse seducir una y otra vez por su piel, su olor, su voz, sus jadeos y gritos, su respiración, los latidos de su corazón... todo.

[Punto de vista de Arthur]

A Arthur le extrañaba la lentitud de las acciones de Antonio, aunque a la vez daba gracias por la tardanza de ese maldito bastardo, ya que sólo con lo que le había hecho ya le había provocado bastante dolor. Pero era consciente de que eso era algo ínfimo si se comparaba con lo que sabía que iba a pasar. Con lo que le iba a hacer. Sabía que ese dolor no tenía nada con lo que ser comparado, que le ardería, que sangraría, que se dejaría la voz gritando. Y eso era lo que más temía en ese momento, más aún que el destino que le esperaba al día siguiente. Temía más lo que Antonio le iba a hacer que morir colgado en la horca.
Las manos del español se deslizaban por su piel, haciéndole estremecer. Tanta suavidad era rara en él, sabía que lo que más le gustaría hacer con su cuerpo era golpearle y torturarle, dejarle marcas imborrables. Y entonces, escuchó un sonido que le heló la sangre: la espada que Antonio llevaba en el cinto, siendo desenvainada.
-No te preocupes, Arturo, no te haré daño. Aún.
A continuación, notó cómo la espada del español cortaba la tela de su camisa, primero por la mitad de la espalda y después por los brazos, dejando su torso completamente al descubierto. Un escalofrío que no era precisamente de frío le recorrió la espalda. Buscó algún lugar con la mirada al que aferrarse, pero no lo encontró. Simplemente, se apoyó contra la pared, esperando.
Los dedos del español recorrieron su espalda y brazos con suavidad, recorriendo cada arañazo, cada corte, provocado por su espada el día anterior. Apretó los dientes con fuerza, tratando de no dejar escapar ningún sonido. Pero entonces, Antonio se detuvo ante un corte especialmente grande en su brazo derecho, clavando las uñas en la zona, haciéndole gritar de dolor. Trató de retorcerse para librarse de su agarre, pero la otra mano del castaño aferraba su cintura, y de todas formas su propio cuerpo le tenía aprisionado. Aunque no había acabado, cómo no. Los dientes de Antonio mordieron entonces su cuello con fuerza, dejándole marca, haciéndole gritar más aún.
Sin embargo, de pronto, sus labios besaron la misma zona, como tratando de calmar el dolor. Y eso le extrañó. No era normal que Antonio se mostrase así con él. Lo más normal hubiese sido que le hubiese marcado una y otra vez, haciéndole sangrar, que le hubiese arrancado la ropa que le quedaba y le hubiese forzado. No era normal que en vez de eso, se estuviese tomando todo con tanta calma, que no le hubiese hecho más cosas. Que sólo hubiese llegado a ese punto. No era para nada su estilo.
-Adoro tus gritos, Arturo, deberías gritar así más a menudo.
-Ni en tus mejores sueños, motherfucker.
El otro dejó escapar una sonora carcajada.
-Eso es lo que tú te crees...
Antonio volvió a morder su cuello, deslizó los labios hasta su oído y, después de susurrarle palabras inteligibles que hicieron que se le helara la sangre, mordió el lóbulo de su oreja con fuerza, haciéndole gritar de nuevo.
Se maldijo a si mismo por dejarse dominar de esa forma. Era algo por lo que debería odiarse, por lo menos durante el poco tiempo que le quedaba de vida. No debería actuar así, ¡maldita sea, era el capitán pirata Arthur Kirkland! ¡Debería poder luchar contra el bastardo del español y quitárselo de encima! ¡Debería ser capaz de volverse contra él y huir! No se creía que él, siendo el gran pirata que era, estuviese bajo el control de ese maldito capitán español. Era algo que no le entraba en la cabeza. Pero lo único de lo que se veía capaz en esos momentos era resignarse a esperar. Esperar lo que Antonio le iba a hacer. Esperando por una oportunidad para escapar, aunque no sabía cuándo llegaría...
Las manos del español volvieron a deslizarse por su espalda con delicadeza, seguidas por sus labios, depositando suaves besos sobre su piel. Besos que se convirtieron en mordiscos, y después de nuevo en besos. Manos que acariciaban, que de pronto arañaban y después volvían a acariciar. Esos cambios le hacían enloquecer, al no saber cuándo sería presa de ese hambre que Antonio dejaba entrever en sus ojos. Ese hambre que estaba siendo liberado poco a poco. Ese hambre que, como había supuesto, le iba a devorar por completo.
Cerró los ojos, esperando. Pero los abrió al instante al sentir el frío filo de la espada del castaño acariciar su cuello.

[Punto de vista de Antonio]

Sintió el pánico de Arthur al notar la espada en su cuello. Y él notaba la excitación recorriendo su cuerpo, el deseo de marcarle más que con unos simples mordiscos, de arañarle y de hacerle gritar. De hacerle suyo a la fuerza. Y de tantas otras cosas que en esos momentos sabía que no podía hacer. Cosas que implicaban mucho más dolor, y cosas que implicaban la carencia de éste. No era capaz de hallar el término medio entre ambas cosas, y eso le volvía loco, no poder decidirse, o simplemente esa duda, duda que no debería tener. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la mano con la que sujetaba la espada le temblaba de una forma que consideraba estúpida. ¿Por qué le pasaba eso?
-¿Dudas, Spain? ¿No eres capaz de continuar?-una risa despectiva salió de sus labios entreabiertos-. ¿No eres capaz de cortar mi garganta con tu espada?
-Por supuesto que soy capaz de ello, bastardo.
-¿Y por qué no lo haces?
Esas palabras le hicieron apartarse de Arthur, el cuál aprovechó la situación para darse la vuelta y mirarle, apoyando la espalda contra la pared. Pudo ver burla en sus ojos, unida a la sonrisa torcida que mostraba su rostro.
-Dime, ¿por qué no lo haces?-repitió.
Titubeó. Seguía con la espada en alto, apuntando al cuello del inglés, a escasos milímetros de su clara piel, ahora marcada por sus dientes.
-Es sencillo... sólo tienes que hacer así-dijo, y entonces se aproximó, haciendo que su espada arañase su cuello. Un hilillo de sangre descendió por su garganta, perdiéndose por su pecho-. No es tan difícil, ¿verdad?
Antonio retrocedió un paso, aún con la espada en alto. Por alguna extraña razón, no se veía capaz de atravesar la garganta del inglés con su espada. De la misma manera que parecía no atreverse a arrancarle la ropa y ultrajarle hasta que la vida se escapase de sus labios.
Bajó la espada, y al hacerlo, pudo ver la confusión en los ojos del rubio. Acto seguido, la envainó, y de una zancada eliminó la distancia existente entre ellos y le rodeó con sus brazos, apoyando la frente contra uno de sus hombros.
-No puedo hacerlo.
Ésa era la cruda realidad, no podía. No era capaz de matarle. No podía acabar con la vida de ese maldito inglés al que odiaba con toda su alma. Ese inglés que ahora no era capaz de moverse.
-Pero... ¿pero qué demonios...?
-¡No puedo!-exclamó-. ¡Por alguna extraña y maldita razón no puedo!-se apartó de él, las manos reposando en sus hombros-. Arthur, te van a ejecutar. Te colgarán, y ésta vez no tienes ninguna escapatoria. Por fin después de tantos años de batallas, voy a verte morir. Y justo ahora, me doy cuenta de que soy incapaz de hacerlo. Soy incapaz de verte morir.
Contempló cómo la confusión en sus ojos, esos ojos verdes iguales a los suyos, aumentaba. Esos ojos que no comprendían ni sus palabras ni sus actos. Esos ojos que se extrañaban de lo que veían en los suyos propios. Con un suspiro, sacó las llaves de la cadena que aprisionaba las manos del otro de uno de sus bolsillos y se las quitó, tirándolas a un lado.
-Vete.

[Punto de vista de Arthur]

Sus músculos se negaban a moverse. Sus ojos se negaban a apartarse de los del otro. Su mente se negaba a procesar sus palabras. ¿Cómo demonios Antonio no podía ser capaz de...? No, era imposible. Tenía que ser imposible. Tenía que ser un maldito sueño. O eso o se había vuelto completamente loco y se lo estaba imaginando.
-Pero... yo... tú... ¡somos enemigos!
-Lo sé. Pero no soy capaz de hacerlo. No soy capaz de verte morir, Arthur...
Antonio apartó la mirada de la suya, dejándole aún más confuso, si eso era posible. Una risa nerviosa salió de sus labios entreabiertos.
-¿Dejarme huir? ¿Pero qué demonios te has tomado? Sea lo que sea, te ha sentado fatal.
No obtuvo respuesta.
Algo no cuadraba. No lo entendía. Después de todo lo que había pasado, de la pelea, de ser capturado, de la conversación en la bodega del barco del español y de todo lo ocurrido momentos atrás, ¿no era capaz de acabar con su vida? ¿No era capaz de verle morir? Sacudió la cabeza y se despeinó los cabellos, tratando de despejarse.
-Aunque me dejes ir, no podría escapar. Esto es territorio de España, tu territorio, es totalmente imposible que pueda hacerlo...
-Es verdad...
Antonio se desabrochó entonces el cinto del que pendía su espalda y se lo tendió, con el rostro totalmente serio.
-Llévatela. Con esto podrás defenderte... métete en alguno de los barcos de carga y vete de aquí. Es la única forma, a menos que encuentres otra vía de escape.
Definitivamente, el mundo se había vuelto loco. Antonio se había vuelto loco. Y él mismo también.
-No te preocupes, yo cargaré con la responsabilidad. Diré que huiste en un descuido... trataré de cubrirte y de darte tiempo para que te vayas.
Y fue entonces cuando Arthur clavó sus ojos en los del otro, y vio con claridad que no le estaba engañando. Que le dejaba escapar. Que podría salvar su vida de verdad. Tratando de calmar el temblor de sus manos, tomó la espada de manos del otro y ató el cinturón en torno a su cintura. Al levantar la vista, vio que Antonio tendía en su dirección su chaqueta. Sin una palabra, la aceptó y se la puso.
-Vete ya-dijo, y caminó hacia el fondo de la celda, dándole la espalda-. Yo me ocuparé de todo.
Arthur dudó. Y entonces, golpeó con fuerza a Antonio en la cabeza, haciéndole caer totalmente inconsciente, aunque atrapándole entre sus brazos antes de que golpease contra el suelo. Le dejó tendido en el fondo de la celda.
-Me niego a deberte un favor, bastardo...
Y, dirigiendo una última mirada atrás, salió de la celda.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Dos Espadas - Capítulo 02 REESCRITO

Capítulo 02

Poco a poco, Arthur fue recuperando la conciencia para hallarse encadenado y tirado en la bodega del que supuso sería el barco español. Notó un dolor agudo en la parte posterior de su cabeza. Al llevar la mano a esa zona tuvo una nueva oleada de dolor que le hizo apretar los dientes. Así que el muy bastardo le había golpeado por la espalda... la verdad, no sabía por qué le extrañaba.
Maldijo por lo bajo. No podía creer que Antonio le hubiese vuelto a capturar, no entendía cómo demonios había sido tan tonto como para darle la espalda al bastardo del español. Tal vez dio por sentado que el orgullo del ibérico no le permitiría jugar sucio, pero se había equivocado por completo. Otra vez.
Intentó ponerse en pie, pero el golpe recibido en la cabeza le había dejado lo suficientemente noqueado como para dejarle mareado del todo, así que acabó optando por apoyar la espalda contra una de las paredes de la bodega. De pronto, escuchó cómo la puerta se abría y al poco pudo ver a Antonio delante de él, los brazos cruzados sobre el pecho y un gesto burlón en el rostro.
-Por fin despiertas, Arturo, ya estaba empezando a pensar que te había golpeado demasiado fuerte.
-Como si eso te importase, bastardo-Arthur rió, su voz cargada de ironía. Hacía tiempo que había dado por sentado que si le mataba por un descuido no le importaría lo más mínimo. A él tampoco, pero obviamente preferiría verle morir bajo el acero de su espada o el plomo de su pistola. Y estaba seguro que el español pensaba lo mismo.
Antonio se agachó ante él hasta situarse a su altura para poder mirarle directamente a los ojos, aún con el gesto burlón.
-Qué, ¿cómo piensas escapar ahora? Tu barco está prácticamente hecho pedazos, y lo que queda de tu tripulación está bastante mal-Antonio dejó escapar una carcajada-. Creo que esta vez no podrás huir, y sabes lo que eso significa, ¿verdad?
Arthur se estremeció. Sabía perfectamente a qué se refería, ya que cada vez que le atrapaba le amenazaba con ello. Y no era un destino muy agradable, ya que sería llevado al primer lugar que se cruzasen que fuese territorio de España, sería encarcelado y se le declararía culpable de piratería, lo que significaba que iría directo a la horca. Volvió a estremecerse, consciente de que esta vez no tenía método alguno de escapar. Consciente de que esta vez no podría huir del destino al que el español le conducía.
-Por supuesto que lo sé, no paras de repetirlo una y otra y otra vez...-apartó la mirada de la de él, odiaba ver el destello de burla en sus ojos.
-Te dejaré pensar un rato sobre tu destino, pirata-Antonio se puso en pie.
Pero eso era algo que tenía que evitar, no podía dejarle ir pensando que le tenía miedo a su futuro. Está bien, lo admitía, no le gustaba nada la idea de que le ahorcasen, pero no podía dejar que lo supiera.
-¡No te creas que tengo miedo, you bastard! Puedo escapar de ésta antes de que puedas hacerme algo-dijo, poniéndose en pie bruscamente.
Aunque había algo de lo que Arthur se había olvidado por completo, y de lo que se dio cuenta demasiado tarde. Nada más ponerse en pie, el mareo que tenía por la herida que le había hecho Antonio le hizo tropezar, llevándose al español en su caída.

[Punto de vista de Antonio]

Lo único que podía sentir en ese momento era el cuerpo de Arthur pegado al suyo, sus labios a escasos centímetros y sus ojos mirándole con una expresión de total desconcierto. Y por supuesto, sus corazones, latiendo con fuerza, y también sus respiraciones, totalmente agitadas. No pudo evitar perderse en esos ojos de color esmeralda que no dejaban de mirarle, en esos labios entreabiertos que exhalaban contra los suyos.
Odiaba a ese maldito inglés que estaba encima de él, le odiaba más que a nada, y sin embargo, su cuerpo se negaba a moverse, sus manos se negaban a apartarle, sus ojos se negaban a dejar de mirarle. Y lo que más le desconcertaba era que Arthur tampoco parecía poder moverse ni podía apartar la mirada de la suya.
Rezó en silencio para que ese simple momento no se acabara, por alguna extraña razón no quería apartarle de él. Era raro, pero era así. Su mente le pedía que se lo quitara de encima de una vez, pero su cuerpo... Ah, su cuerpo. Su cuerpo simplemente le pedía más, le pedía mover los brazos y rodear el delgado pero fibroso cuerpo del inglés, le pedía probar esa piel que le llamaba a gritos, esos labios que le habían hipnotizado.
Pero no, eso no podía ser. Se sorprendió de lo que su cuerpo le pedía, tratando de borrarlo de su mente. Era su maldito enemigo, la persona a la que quería matar... No podía permitirse pensar eso.
Le pareció que ese momento duraba una eternidad, pero de pronto, una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Inglaterra.
-Antonio, ¿no te gustaría aprovechar esta situación?-dijo, situando las manos en la cintura del otro-. ¿No te gustaría aprovechar que estoy a tu merced? Sé de buena mano que te gustaría...
Eso le hizo reaccionar. Antonio le apartó de un empujón, sobresaltado, provocando que se golpease contra la pared. Inglaterra dejó escapar un pequeño gemido de dolor, cerrando los ojos con fuerza, pero poco después los volvió a abrir para observar al español ponerse en pie y sacudirse la ropa.
-Eres un jodido degenerado, Arturo... nunca creí que llegarías hasta este punto.
El inglés se relamió los labios, sonriendo.
-Todo es poco si con ello puedo salvar mi pellejo, Spain, pero no niegues que no te gustaría dominarme... no puedes hacerlo-soltó una carcajada.
-Eso es lo que tú te crees, bastardo-Antonio caminó hasta la puerta de la bodega, pero antes de irse, se giró y le miró una última vez-. Te dejaré solo para que pienses cómo van a ser tus últimas horas de vida, y créeme, no serán muchas...

[Punto de vista de Arthur]

Nada más cerrarse la puerta, se derrumbó por completo. Le había costado aguantar las palabras del español sin que se le quebrase la máscara de tipo duro y seguro de sí. Pero ahora no podía más, y lo único de lo que fue capaz fue de encogerse sobre si mismo, aovillándose en el suelo.
Estaba aterrado, esta vez era plenamente consciente de que no podría evitar su destino, de que no podría escapar. Esta vez iba a morir. Y no podría evitarlo de ninguna forma.
Lo que no entendía era cómo demonios había podido hacerle tal sugerencia a Antonio. ¡Era su enemigo, joder! Pero de alguna forma lo había hecho. ¿Y si Antonio no hubiese reaccionado así? Vale, bien, sabía que no sería capaz, conocía perfectamente al español, pero, ¿y si...? No, definitivamente, no sería capaz.
O eso esperaba.
Porque la mirada que le había dirigido mostraba algo que no había visto antes en él, un hambre aterrador que amenazaba con comerle vivo, y le había asustado. Tal vez eso era lo que más le asustaba, lo que podría hacer Antonio con él si dejaba salir ese hambre voraz de su mirada.
Porque sabía que entonces no quedaría nada de él que se pudiese colgar en una horca.

Arthur se despertó sobresaltado cuando Antonio arrojó un cubo de agua fría sobre él. Desconcertado, le miró.
-Despierta, pirata. Hemos llegado-dijo, levantándole de un tirón.
Esta vez, Arthur consiguió mantener el equilibrio y no caer sobre Antonio, pero le estaba costando ya que el español estaba prácticamente arrastrándole. Le hizo subir hasta la cubierta del barco, desde donde pudo observar que habían llegado a tierra firme, más concretamente a una pequeña ciudad coronada por un enorme edificio de unas cuatro o cinco plantas. Nuevamente fue arrastrado sin contemplación alguna hasta una calle empedrada, que conducía, tal como había supuesto, al edificio que había visto desde la cubierta del barco.
-Parece que no estás muy hablador, Arturo-soltó Antonio de pronto, con sorna.
-Shut up, Spain, no tengo ganas de hablar.
Notó los ojos de Antonio fijos en él, pero por suerte no dijo nada al respecto, simplemente siguió andando. Eso le extrañó.
-Que raro que no digas nada, Spain, ¿a caso tampoco tienes ganas de hablar?
-Sigue caminando, Arturo-dijo, dándole un empujón.
Extraño.
Muy extraño.
No volvieron a intercambiar ninguna palabra. Simplemente caminaron, completamente en silencio. Ni siquiera los hombres del español se atrevían a hablar, lanzando alguna que otra mirada en su dirección. Al llegar al edificio, España le condujo por unas escaleras hasta las mazmorras, donde le llevó a una pequeña celda. Uno de los carceleros que había en el lugar abrió la puerta, y el ibérico le hizo entrar.
-Espera aquí y no intentes escaparte, porque entonces te matarán, y no quiero perderme tu muerte.

[Punto de vista de Antonio]

Se dio media vuelta, dejando al inglés encerrado, y se fue de ahí sin dirigir la vista atrás ni un solo momento. Tampoco tuvo motivo alguno, ya que Arthur no soltó ningún insulto dirigido a él, simplemente se quedó en silencio. Y eso era extraño en él, ya que lo habitual era que le dedicase un par de insultos mínimo. Ya en el vestíbulo, se encontró con uno de sus superiores, el cual se acercó a él para felicitarle.
-Buen trabajo, Capitán Fernández, por fin ha logrado atrapar a ese maldito pirata inglés.
-No ha sido para tanto, señor.
-Yo creo que sí, ya era hora de que alguien le parara los pies, así podremos navegar más seguros por estas aguas.
Antonio forzó una sonrisa y después, se atrevió a preguntar algo que llevaba rondando por su cabeza desde el día anterior.
-Y, señor, ¿cuál será el destino del Capitán Kirkland?
Su superior le miró y soltó una carcajada.
-¿Y cuál crees tú que va a ser, Antonio? Obviamente, ¡irá a la horca por pirata! Mañana mismo, una hora o así después del amanecer. Y debes estar presente, cómo no-aferró a Antonio del hombro y le sacudió levemente-. Por cierto, no te quedes en una de esas sucias posadas de la ciudad, he hecho que te preparen una habitación en el primer piso, uno de los sirvientes te guiará.
-Muchas gracias por todo, señor.
Su superior se retiró. Uno de los sirvientes del edificio se le acercó, le guió hasta la habitación que se le había asignado y, una vez dentro, se dejó caer en la cama.
Sin dejar de mirar el techo, pensó en todo lo que había pasado el día anterior, sobre todo en las palabras de Arthur, en lo que le había ofrecido. No podía dejar de pensar en ello, simplemente ocupaba su cabeza al completo y no le dejaba pensar en cualquier otra cosa. No podía dejar de pensar en sus cabellos rubios, en sus ojos como esmeraldas, iguales a los suyos propios, en sus labios, en su clara piel, en el peso de su cuerpo cuando cayó sobre él. En lo cálido de su aliento contra sus labios, en la intensidad de su mirada, en la presión de sus manos sobre su cintura.
Y sobre todo, sus palabras.
Era algo extraño, que esas palabras hubiesen salido de sus labios cuando sabía que... ¿qué es lo que sabía, al fin y al cabo? Los únicos momentos que compartía con el inglés era cuando se peleaban, cuando sólo existían sus expresiones, sus movimientos, sus espadas. Y cuando le capturaba, tan sólo palabras hirientes, palabras de burla, nada más. De todas formas, eran enemigos, no se iban a poner a hablar de su vida, de sus gustos y todo eso. No existía nada más que el odio.
¿Sólo odio?
Porque Antonio notaba algo más. Algo más que no supo identificar. No tenía ni la más remota idea de qué se trataba, pero tenía que averiguarlo.
Y conocía la forma perfecta. Tenía que hacerlo, su cabeza se lo estaba pidiendo a gritos.
Se puso nuevamente en pie y, sin ni siquiera quitarse el cinto del cuál prendía su espada, bajó de nuevo hasta las mazmorras. Una vez allí, les dio unas cuantas monedas a los guardias para que le dejasen a solas con el prisionero. Ambos le miraron extrañados, no era habitual en él hacer este tipo de cosas, pero una mirada amenazante por su parte les hizo irse de inmediato, no sin antes coger la llave de la celda de las manos de uno de los guardias y, tras comprobar que no había nadie más, entró en la celda.
Arthur pareció notar su presencia con rapidez, ya que se giró al instante y le miró a los ojos, desafiante.
-¿A qué demonios has venido, Spain? ¿Tal vez para mofarte de mí?
Sin hacer caso a sus palabras, cerró la puerta tras de sí y se acercó a él mientras una sonrisa siniestra se dibujaba en su rostro, provocando que el inglés retrocediese un paso.
-No, Arturo. Vengo a aceptar la sugerencia que me hiciste en el barco. Aprovecho que no hay nadie cerca que pueda oírnos, ¿te parece bien?
Su sonrisa se amplió al ver que en el rostro de Arthur aparecía la expresión que tantas ganas tenía de ver.
Miedo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Dos Espadas - Capítulo 01 REESCRITO

Capítulo 01

[Punto de vista de Arthur]

A Inglaterra le había sorprendido la llamada de España invitándole a su casa. Sí, vale que las selecciones de fútbol de ambos países fuesen a jugar un partido, pero le resultaba raro. Sí, mantenían una relación cordial, era totalmente normal, al fin y al cabo no les quedaba otra ya que se veían cada poco en las reuniones con los demás países europeos, que últimamente eran muy frecuentes, pero de ahí a eso... Sacudió la cabeza. La verdad, tenía ganas de ver el partido, y si España perdía, al estar en su casa, lo disfrutaría doblemente.
Por lo tanto, después de vestirse con el uniforme de su selección y de coger una bandera, se encaminó a casa del ibérico, el cual le abrió la puerta al poco de tocar el timbre con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
-Pasa Arthur, como si estuvieses en tu casa-dijo, haciéndose a un lado-. Tengo puesta la televisión en el salón, voy a por unas palomitas y a por bebida y voy para allí.
Sin darle tiempo a contestar, España giró sobre sus talones y se coló por una puerta, dejando al rubio solo en el vestíbulo. Arthur se encogió de hombros y buscó el salón. No había estado muchas veces en casa del español, pero por suerte lo encontró rápido. Se sentó en el sofá frente a la televisión y dejó la bandera a un lado. Poco después, justo cuando en la pantalla empezaban a aparecer las alineaciones de cada selección, España entró por la puerta con un enorme bol lleno de palomitas en una mano y dos cervezas bien frías en la otra, una de las cuales le ofreció a Inglaterra.
-Gracias-dijo, fijándose por primera vez en que España también vestía el uniforme de su selección.
-De nada-dijo él, dejando las palomitas en la mesilla de café frente a ellos y sentándose a su lado-. ¿Sabes? Le tenía muchas ganas al partido de hoy, hace bastante tiempo desde la última vez que nos enfrentamos.
-Yeah, hace dos años o así.
-¡Es verdad! Y aquella vez ganamos nosotros.
-Oh, no te preocupes, Spain-una sonrisa se dibujó en los labios de Inglaterra-, this will be my revenge, my darling~
Después de que sonasen ambos himnos y de que se sortease quién sacaba primero, dio comienzo el partido. Los españoles jugaban bien, eso Arthur no podía negarlo, pero los suyos no se quedaban atrás, y pronto les plantaron cara con firmeza. De todas formas, el partido se desarrollaba con normalidad, sin ninguna pelea, algo bastante raro, porque lo normal era que hubiese mucha tensión, tanta que se podía cortar con un cuchillo. De pronto, una sonrisa iluminó los labios del inglés al recordar un pequeño detalle.
-Hey, Spain, esto me recuerda a algo, ¿a ti no?
-No sé a qué te refieres...-dijo Antonio, encogiéndose de hombros y negando con la cabeza.
-Oh, ya sabes... no puedes haber olvidado todas nuestras batallas, siglos atrás.
España se giró hacia él con una extraña sonrisa.
-¿Cómo iba a olvidarlo, con todas las veces que te escapaste de la bodega de mi barco, maldito pirata?
Inglaterra no pudo evitar estallar en carcajadas bajo la atenta mirada del español. Sí, habían sido muchas las ocasiones que había conseguido escapar de la bodega de su barco, y para su desgracia, Antonio nunca había pasado por la suya. Era una espina que, pasaran los años que pasasen, seguía teniendo clavada.
Arthur se giró para mirar a Antonio, cuando advirtió que éste había adoptado un gesto serio. Eso le desconcertó, pero el español despegó los labios y habló, despejando sus dudas sobre lo que estaba pensando.
-De todas las veces que te tuve prisionero, hay una que tengo grabada a fuego en mi memoria, como si hubiese sido ayer mismo. ¿Lo recuerdas, señor soy-el-mejor-y-me-la-sopla-darte-la-espalda?
Entreabrió los labios ligeramente, comprendiendo a lo que el español se refería. Hacía años que no rememoraba eso. Y era algo que le extrañaba, ya que esos días en particular le habían marcado. Una ligera sonrisa curvó sus labios, haciéndole relajar el rostro.
-Por supuesto que lo recuerdo...

-Varios siglos atrás-

La batalla entre las tripulaciones de ambos barcos estaba siendo más sangrienta de lo esperado, pero eso sólo lo podría decir alguien que lo estuviese contemplando desde fuera. Para ellos dos, no existía nada más que la pelea que se estaba desarrollando entre ellos. No había nada más que el choque entre sus espadas, que las palabras de burla que se decían entre ellos. Lo demás simplemente no existía. Ojos verdes contra ojos verdes en una batalla sin tregua.
Ambos se movían en círculos, sin perder el contacto con los ojos del otro. No podían dejar de observarse, calculando sus movimientos con precisión. En los labios de Arthur se dibujaba una sonrisa torcida mientras que sus ojos mostraban una mirada calculadora. Obviamente, no era la primera vez que se enfrentaban y conocía al otro perfectamente, y esta vez no quería perder. No es que hubiese perdido antes, por supuesto, pero tampoco es que hubiesen sido favorables para él los otros encuentros.
-Qué, Spain, ¿no piensas rendirte?-el inglés lanzó una estocada que el español pudo esquivar sin problema
Antonio le retó con la mirada a que volviese a atacar, pero no respondió a sus palabras. Simplemente, siguió moviéndose. Arthur volvió a atacar, siendo bloqueado por su espada.
-Ya sabes que no pienso hacerlo, Arturo-una sonrisa se dibujó en su rostro, mostrando arrogancia.
-You bastard! ¡No vuelvas a llamarme así!
Sintió la furia arder dentro de él. Una nueva estocada por parte del inglés arañó la mejilla de Antonio, haciéndole sangrar levemente. Acto seguido, se reprendió a si mismo por dejarse llevar por las palabras del otro. Por alguna extraña razón, siempre conseguía cabrearle.
-Eso lo serás tú, maldito pirata inglés-sin inmutarse, el español lanzó una estocada que consiguió morder el brazo de Arthur, haciéndole retroceder un par de pasos.
El inglés apretó los dientes, notoriamente molesto por la herida provocada por el otro y porque, por alguna extraña razón, las cosas no le estaban saliendo como le gustaría.
-No te creas que solo con esto podrás derrotarme, Spain...
Y todo volvía a repetirse. Estocada por allí, insultos por allá. Acero español contra acero inglés, intentando hacer caer al otro de rodillas sin descanso. Y las heridas aumentaron, teniendo cada uno una bonita colección de arañazos provocados por la espada del otro. Pero una vez más, justo cuando la pelea se ponía interesante, fueron interrumpidos.
-¡Capitán Kirkland! ¡Tenemos que irnos ya o no podremos salir de esta! ¡Esos bastardos españoles van a hundir el barco a este paso!
Maldiciendo por lo bajo, Arthur se apartó del español, desenfundando su pistola y apuntándole al pecho, señalando a su corazón. Justo cuando todo se estaba poniendo interesante y a su favor...
-Well, Spain, he de irme...-sonrió con sorna-. Volveremos a vernos, espero-dijo, inclinándose ligeramente ante él, pero sin apartar la mirada de la suya. No le hacía ninguna gracia tener que irse, odiaba dejar las cosas a medias, pero al mirar a su alrededor un instante se dio cuenta de que no le quedaba otra. Sobre las cubiertas de ambos barcos había una gran cantidad de cadáveres, la mayor parte de su propia tripulación, y al mirar a su barco se dio cuenta de que no estaba en muy buenas condiciones. Tendría suerte si conseguía librarse de esta y escapar del barco español hasta llegar a tierra inglesa.
Una leve risa por parte de Antonio le hizo apartar la mirada de su barco para volver a dirigirla a él. Un gesto divertido se dibujaba en su rostro, llamando su atención.
-No deberías darme la espada así, Arturo-dijo, a punto de echarse a reír.
Por alguna extraña razón, un escalofrío recorrió su espalda. Había algo en sus palabras que no le gustaba nada, y lo que sus ojos mostraban, aún menos, pero aun así, tenía que largarse de una maldita vez, o no podría escapar. Dio un paso atrás, envainando su espada, sin dejar de apuntar a su pecho. Antonio no se movió, pero su sonrisa se ensanchó. Definitivamente, había algo mal en todo eso.
De todas formas, Arthur no le hizo caso.
-¿Y por qué no?-dijo el inglés riéndose. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar en sentido contrario al castaño, buscando por donde podía huir.
Craso error.
Ya que de pronto sintió un fuerte golpe en la parte posterior de su cabeza, haciéndole dar un traspié.
Y entonces, todo se volvió negro para él.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Modificación de capítulos

Después de un tiempo pensando, mientras escribía el tercer capítulo de Dos Espadas, decidí reescribir los dos primeros capítulos. ¿Razón? Sencilla: no parece que sean mios xDDDD son demasiado cortos y tienen poco contenido (eso respecto a mi punto de vista), además de que hay algo que no aparece en el 2º capítulo que debería aparecer para que el 3º capítulo sea entendible...
De ahí que vaya a reescribir esos capítulos.
De todas formas los subiré como capítulos nuevos y dejaré los originales publicados en la ficha, para que podáis apreciar la diferencia xD
Por lo tanto, el 3º capítulo se retrasará hasta que haya reescrito los otros dos... sorry ^^U

Kyara

martes, 29 de noviembre de 2011

Aniversario

Hoy es 29 de Noviembre de 2011, y por si no lo sabíais, el 29 de Noviembre de 2008 !!fue publicada la primera entrada de este blog!!
Ya han pasado tres años desde entonces, ahora afrontamos el cuarto año en funcionamiento...
A todos aquellos que habéis visto crecer este blog desde sus orígenes como Kyara's Fanfics, muchas gracias por vuestro apoyo.
Y a todos los que nos seguís ahora, muchas gracias también ^^
Sin vosotros nada de esto sería posible, de verdad ^^

¡¡Feliz Aniversario, mi querido blog!!

domingo, 27 de noviembre de 2011

Dos Espadas - Capítulo 02

Capítulo 02

Poco a poco, Arthur fue recuperando la conciencia para hallarse encadenado y tirado en la bodega del que supuso sería el barco español. Notó un dolor agudo en la parte posterior de su cabeza. Al llevar la mano a esa zona tuvo una nueva oleada de dolor que le hizo apretar los dientes. Así que el muy bastardo le había golpeado por la espalda... la verdad, no sabía por qué le extrañaba.
Maldijo por lo bajo. No podía creer que Antonio le hubiese vuelto a capturar, no entendía cómo demonios había sido tan tonto como para darle la espalda al bastardo del español. Tal vez dio por sentado que el orgullo del ibérico no le permitiría jugar sucio, pero se había equivocado por completo. Otra vez.
Intentó ponerse en pie, pero el golpe recibido en la cabeza le había dejado lo suficientemente noqueado como para dejarle mareado del todo, así que acabó optando por apoyar la espalda contra una de las paredes de la bodega. De pronto, escuchó cómo la puerta se abría y al poco pudo ver a Antonio delante de él, los brazos cruzados sobre el pecho y un gesto burlón en el rostro.
-Por fin despiertas, Arturo, ya estaba empezando a pesar que te había golpeado demasiado fuerte...
-Como si eso te importase, bastardo-Arthur rió, su voz cargada de ironía. Hacía tiempo que había dado por sentado que si le mataba por un descuido no le importaría lo más mínimo. A él tampoco, pero obviamente preferiría verle morir bajo el acero de su espada o el plomo de su pistola. Y estaba seguro que el español pensaba lo mismo.
Antonio se agachó ante él hasta situarse a su altura para poder mirarle directamente a los ojos, aún con el gesto burlón.
-Qué, ¿cómo piensas escapar ahora? Tu barco está prácticamente hecho pedazos, y lo que queda de tu tripulación está bastante mal-Antonio dejó escapar una carcajada-. Creo que esta vez no podrás huir, y sabes lo que eso significa, ¿verdad?
Arthur se estremeció. Sabía perfectamente a qué se refería, ya que cada vez que le atrapaba le amenazaba con ello. Y no era un destino muy agradable, ya que sería llevado al primer lugar que se cruzasen que fuese territorio de España, sería encarcelado y se le declararía culpable de piratería, lo que significaba que iría directo a la horca. Volvió a estremecerse, consciente de que esta vez no tenía método alguno de escapar. Consciente de que esta vez no podría huir del destino al que el español le conducía.
-Por supuesto que lo sé, no paras de repetirlo una y otra y otra vez...-apartó la mirada de la de él, odiaba ver el destello de burla en sus ojos.
-Te dejaré pensar un rato sobre tu destino, pirata-Antonio se puso en pie.
Pero eso era algo que tenía que evitar, no podía dejarle ir pensando que le tenía miedo a su futuro. Está bien, lo admitía, no le gustaba nada la idea de que le ahorcasen, pero no podía dejar que lo supiera.
-¡No te creas que tengo miedo, maldito bastardo! Puedo escapar de ésta antes de que puedas hacerme algo-dijo, poniéndose en pie bruscamente.
Aunque había algo de lo que Arthur se había olvidado por completo, y de lo que se dio cuenta demasiado tarde. Nada más ponerse en pie, el mareo que tenía por la herida que le había hecho Antonio le hizo tropezar, llevándose al español en su caída.

[Punto de vista de Antonio]

Lo único que podía sentir en ese momento era el cuerpo de Arthur pegado al suyo, sus labios a escasos centímetros y sus ojos mirándole con una expresión de total desconcierto. Y por su puesto, sus corazones, latiendo con fuerza, y también sus respiraciones, totalmente agitadas. No pudo evitar perderse en esos ojos de color esmeralda que no dejaban de mirarle, en esos labios entreabiertos que exhalaban contra los suyos.
Odiaba a ese maldito inglés que estaba encima de él, le odiaba más que a nada, y sin embargo, su cuerpo se negaba a moverse, sus manos se negaban a apartarle, sus ojos se negaban a dejar de mirarle. Y lo que más le desconcertaba era que Arthur tampoco parecía poder moverse ni podía apartar la mirada de la suya.
Le pareció que ese momento duraba una eternidad, pero de pronto, una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Inglaterra.
-Antonio, ¿no te gustaría aprovechar esta situación?-dijo, situando las manos en la cintura del otro-. ¿No te gustaría aprovechar que estoy a tu merced? Sé de buena mano que te gustaría...
Eso le hizo reaccionar. Antonio le apartó de un empujón, provocando que se golpease contra la pared. Inglaterra dejó escapar un pequeño gemido de dolor, cerrando los ojos con fuerza, pero poco después los volvió a abrir para observar al español ponerse en pie y sacudirse la ropa.
-Eres un jodido degenerado, Arturo... nunca creí que llegarías hasta este punto.
El inglés se relamió los labios, sonriendo.
-Todo es poco si con ello puedo salvar mi pellejo, Spain, pero no niegues que no te gustaría dominarme... no puedes hacerlo-soltó una carcajada.
-Eso es lo que tú te crees, bastardo-Antonio caminó hasta la puerta de la bodega, pero antes de irse, se giró y le miró una última vez-. Te dejaré solo para que pienses cómo van a ser tus últimas horas de vida, y créeme, no serán muchas...

[Punto de vista de Arthur]

Nada más cerrarse la puerta, se derrumbó por completo. Le había costado aguantar las palabras del español sin que se le quebrase la máscara de tipo duro y seguro de sí. Pero ahora no podía más, y lo único de lo que fue capaz fue de encogerse sobre si mismo, aovillándose en el suelo.
Estaba aterrado, esta vez era plenamente consciente de que no podría evitar su destino, de que no podría escapar. Esta vez iba a morir. Y no podría evitarlo de ninguna forma.
Lo que no entendía era cómo demonios había podido hacerle tal sugerencia a Antonio. ¡Era su enemigo, joder! Pero de alguna forma lo había hecho. ¿Y si Antonio no hubiese reaccionado así? Vale, bien, sabía que no sería capaz, conocía perfectamente al español, pero, ¿y si...? No, definitivamente, no sería capaz.
O eso esperaba.

Arthur se despertó sobresaltado cuando Antonio arrojó un cubo de agua fría sobre él. Desconcertado, le miró.
-Despierta, pirata. Hemos llegado-dijo, levantándole de un tirón.
Esta vez, Arthur consiguió mantener el equilibrio y no caer sobre Antonio, pero le estaba costando ya que el español estaba prácticamente arrastrándole. Le hizo subir hasta la cubierta del barco, desde donde pudo observar que habían llegado a tierra firme, más concretamente a una pequeña ciudad coronada por un enorme edificio de unas cuatro o cinco plantas. Nuevamente fue arrastrado sin contemplación alguna hasta una calle empedrada, que conducía, tal como había supuesto, al edificio que había visto desde la cubierta del barco.
-Parece que no estás muy hablador, Arturo-soltó Antonio de pronto, con sorna
-Shut up, Spain, no tengo ganas de hablar.
Notó los ojos de Antonio fijos en él, pero por suerte no dijo nada al respecto, simplemente siguió andando. Eso le extrañó.
-Que raro que no digas nada, Spain, ¿a caso tampoco tienes ganas de hablar?
-Sigue caminando, Arturo-dijo, dándole un empujón.
Extraño.
Muy extraño.
No volvieron a intercambiar ninguna palabra. Simplemente caminaron. Al llegar al edificio, España le condujo por unas escaleras hasta las mazmorras, donde le llevó a una pequeña celda. Uno de los carceleros que había en el lugar abrió la puerta, y el ibérico le hizo entrar.
-Espera aquí y no intentes escaparte, porque entonces te matarán, y no quiero perderme tu muerte.

[Punto de vista de Antonio]

Se dio media vuelta, dejando al inglés encerrado, y se fue de ahí sin dirigir la vista atrás ni un solo momento. En el vestíbulo, se encontró con uno de sus superiores, el cual le felicitó por todo lo que había hecho, le notificó cuál sería el destino del pirata inglés y le dijo que, si quería, podía quedarse en una de las habitaciones del primer piso en vez de en una de las posadas que había en la ciudad. Dándole las gracias, siguió a uno de los sirvientes hasta la habitación que se le había asignado y, una vez dentro, se dejó caer en la cama.
Por alguna extraña razón, no podía dejar de pensar en el pirata inglés y en sus palabras en la bodega del día anterior, y eso era algo que le molestaba profundamente. No dejaba de preguntarse el porqué, pero no lograba hallar una respuesta que le dejara satisfecho. Tal vez... pero no, no podía ser eso. Era simplemente imposible.
Pero tenía que comprobarlo.
Tenía que hacerlo.
Se puso nuevamente en pie y, sin ni siquiera quitarse el cinto del cuál prendía su espada, bajó de nuevo hasta las mazmorras. Una vez allí, les dio unas cuantas monedas a los guardias para que le dejasen a solas con el prisionero, cogió la llave de la celda de las manos de uno de los guardias y, tras comprobar que no había nadie más, entró en la celda.
Arthur pareció notar su presencia con rapidez, ya que se giró al instante y le miró a los ojos, desafiante.
-¿A qué demonios has venido, Spain? ¿Tal vez para mofarte de mí?
Sin hacer caso a sus palabras, cerró la puerta tras de sí y se acercó a él mientras una sonrisa siniestra se dibujaba en su rostro, provocando que el inglés retrocediese un paso.
-No, Arturo. Vengo a aceptar la sugerencia que me hiciste en el barco. Aprovecho que no hay nadie cerca que pueda oírnos, ¿te parece bien?
Su sonrisa se amplió al ver que en el rostro de Arthur aparecía la expresión que tantas ganas tenía de ver.
Miedo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Dos Espadas - Capítulo 01

Capítulo 01

A Inglaterra le había sorprendido la llamada de España invitándole a su casa. Sí, vale que las selecciones de ambos países fuesen a jugar un partido de fútbol, pero… Sacudió la cabeza. La verdad, tenía ganas de ver el partido, y si España perdía, al estar en su casa, lo disfrutaría doblemente.
Por lo tanto, después de vestirse con el uniforme de su selección y de coger una bandera, se encaminó a casa del ibérico, el cual le abrió la puerta al poco de tocar el timbre, con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
-Pasa Arthur, como si estuvieses en tu casa-dijo, haciéndose a un lado-. Tengo puesta la televisión en el salón, voy a por unas palomitas y a por bebida y voy para allí.
Sin darle tiempo a contestar, España giró sobre sus talones y se coló por una puerta, dejando al rubio solo en el vestíbulo. Encogiéndose de hombros, se encaminó hasta el salón, sentándose en el sofá y dejando la bandera a un lado. Poco después, justo cuando en la pantalla empezaban a aparecer las alineaciones de cada selección, España entró por la puerta con un enorme bol lleno de palomitas en una mano y dos cervezas bien frías en la otra, una de las cuales le ofreció a Inglaterra.
-Gracias-dijo, fijándose por primera vez en que España también vestía el uniforme de su selección.
-De nada-dijo él, dejando las palomitas en la mesilla de café frente a ellos y sentándose a su lado-. ¿Sabes? Le tenía muchas ganas al partido de hoy, hace bastante tiempo desde la última vez que nos enfrentamos.
-Yeah, hace dos años o así.
-¡Es verdad! Y aquella vez ganamos nosotros.
-Oh, no te preocupes, Spain-una sonrisa se dibujó en los labios de Inglaterra-, this will be my revenge, my darling~
Después de que sonasen ambos himnos y de que se sortease quién sacaba primero, dio comienzo el partido. Los españoles jugaban bien, eso Arthur no podía negarlo, pero los suyos no se quedaban atrás, y pronto les plantaron cara con firmeza. De pronto, una sonrisa iluminó sus labios al recordar un pequeño detalle.
-Hey, Spain, esto me recuerda a nuestros enfrentamientos siglos atrás, ¿a ti no?
España se giró hacia él con una extraña sonrisa.
-¿Cómo iba a olvidarlo, con todas las veces que te escapaste de la bodega de mi barco, maldito pirata?
Inglaterra no pudo evitar estallar en carcajadas bajo la atenta mirada del español. Sí, habían sido muchas las ocasiones que había conseguido escapar de la bodega de su barco, y para su desgracia, Antonio nunca había pasado por la suya.
-De todas las veces que te tuve prisionero, hay una que tengo grabada a fuego en mi memoria, como si hubiese sido ayer mismo-Antonio, de pronto serio, miró a Arthur-. ¿Lo recuerdas, señor soy-el-mejor-y-me-la-sopla-darte-la-espalda?
-Por supuesto que lo recuerdo...

-Varios siglos atrás-

La batalla entre las tripulaciones de ambos barcos estaba siendo más sangrienta de lo esperado, pero eso sólo lo podría decir alguien que lo estuviese contemplando desde fuera. Para ellos dos, no existía nada más que la pelea que se estaba desarrollando entre ellos. No había nada más que el choque entre sus espadas, que las palabras que se decían entre ellos. Lo demás simplemente no existía. Ojos verdes contra ojos verdes en una batalla sin tregua.
-Qué, Spain, ¿no piensas rendirte?-el inglés lanzó una estocada que el español pudo esquivar sin problema
-Ya sabes que no pienso hacerlo, Arturo-una sonrisa se dibujó en su rostro, retándole.
-You bastard! ¡No vuelvas a llamarme así!
Una nueva estocada por parte del inglés arañó la mejilla de Antonio, haciéndole sangrar levemente.
-Eso lo serás tú, maldito pirata inglés-sin inmutarse, el español lanzó una estocada que consiguió morder el brazo de Arthur, haciéndole retroceder un par de pasos.
-No te creas que solo con esto podrás derrotarme, Spain...
Y todo volvía a repetirse. Estocada por allí, insultos por allá. Acero español contra acero inglés, intentando hacer caer al otro de rodillas sin descanso. Pero una vez más, fueron interrumpidos.
-¡Capitán Kirkland! ¡Tenemos que irnos ya o no podremos salir de esta!
Maldiciendo por lo bajo, Arthur se apartó del español, desenfundando su pistola y apuntándole al pecho, justo al corazón.
-Well, Spain, he de irme... volveremos a vernos, espero-dijo, inclinándose ligeramente ante él
-No deberías darme la espada así...
-¿Y por qué no?-Arthur, riéndose, se giró.
Craso error.
Ya que de pronto, todo se volvió negro para él.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Dos Espadas - Ficha

Título: Dos Espadas

Argumento:
Con el motivo de un encuentro de las selecciones de fútbol de España e Inglaterra, el primero invita a su casa al segundo para ver el partido. Durante el transcurso del mismo, ambos comienzan a rememorar su pasado... como piratas.

Tipo: fanfic corto.
Finalizado: No
Público: mayores de 16
Temática: Yaoi, acción/aventura
Advertencias: sexo explícito
Categoría del fanfic:
Anime/Manga - Hetalia: Axis Powers
Lista de capítulos: 8

01. Capítulo 01 - Versión reescrita
02. Capítulo 02 - Versión reescrita
03. Capítulo 03
04. Capítulo 04
05. Capítulo 05
06. Capítulo 06
07. Capítulo 07
08. Capítulo 08 -FINAL-

viernes, 28 de octubre de 2011

Cancelación de fanfics

Tras cierto tiempo pensando, he decidido cancelar algunos de mis fanfics.
Actualmente tengo en publicación y en proyectos: Hermanos, Amor de hermanos, Vidas Compartidas y las series Walking With Death y Welcome to our Dark Business. De todas estas historias, serán canceladas las tres primeras, quedando en publicación únicamente las dos series. Si he tomado esta decisión es porque ahora mismo no me veo con ganas de reescribir Hermanos ni de hacer Amor de hermanos. En cuanto a Vidas Compartidas, es por mi propio estado de ánimo: cuando empecé con ella que tenía depresión y tendencias suicidas por ciertos... problemas con algunas personas, y ahora mismo mi estado emocional es todo lo contrario. Aunque podría segir escribiendo, que puedo, no sería lo mismo, no tendría tanta intensidad, aunque trataré de retomarla en algún momento.
Perdón por las molestias causadas, espero que mis nuevas historias sean de vuestro agrado. Hasta la próxima.

Kyara

sábado, 6 de agosto de 2011

Otra parada veraniega

Ya que tanto Kalrathia como Juliet no van a estar por una temporada en el blog ya que se han ido de vacaciones, yo también hago paron veraniego. Pero no porque me vaya de vacaciones, sino porque mi padre se queda de vacaciones y no podré usar el pc...
Trabajaré en el segundo capítulo de Dark Business y en terminar el primero de Walking With Death Para subirlos cuando vuelva, que será entre finales de agosto o principios de septiembre.
Que por cierto, en septiembre tengo exámenes de nivel de inglés para entrar al centro de idiomas de la Universidad de León, ¡deseadme suerte plis!
Nos vemos ^^

Kyara

miércoles, 3 de agosto de 2011

Serie Welcome to our Dark Business - Dark Business - Song 1

01. Song 1

“The same blood, the same cells
The same God, the same hell
The same life, the same love
Somebody, anybody, everybody stand up”



06 de Diciembre – 23:37

Me recliné en la silla de mi despacho con las manos entrecruzadas y los codos apoyados en los reposabrazos. Al mirar de nuevo la pantalla una sonrisa torcida se dibujó en mi rostro. Fue entonces cuando él entró al despacho desde una de las puertas del pequeño pasillo que daba a la puerta de entrada portando un par de tazas de café.
Dejó una de ellas frente a mí y me miró con curiosidad.
-Hacía tiempo que no veía una sonrisa como esa. ¿A qué se debe el motivo?-su voz, tan suave y a la vez profunda, sonó un tanto seca, sin sentimiento alguno reflejado en ella. Como de costumbre.
-Parece-cogí la taza y le di un pequeño sorbo al café- que por fin voy a tener un poco de diversión-mi sonrisa se ensanchó, y volví a mirar las fichas y fotos abiertas en la pantalla del ordenador. Por último, reproduje el vídeo que había conseguido de una de las cámaras de tráfico esta mañana. Ciertamente, esta ocasión no podía ser desperdiciada...

07 de Diciembre – 8:29

Bostecé mientras me estiraba y miré al cielo. Tan sólo había unas pocas nubes en el inmenso azul, todavía bastante oscuro, y si había más no podía verlas, los altos edificios no dejaban ver mucho, pero si lo suficiente para saber que haría buen día, y eso era algo increíble teniendo en cuenta que estamos en la segunda semana de diciembre.
-Keith, o bajas de las nubes o acabaremos llegando tarde.
-Oh vamos Alex, no siempre se puede disfrutar de un día así siendo diciembre-protestó una voz femenina.
Eso Alex-bajé la mirada, sonriendo-, hazle caso a tu hermana.
Alex y Nadia son dos de mis mejores amigos, nos conocemos desde pequeños y vamos juntos a clase (bueno, Nadia no, ella es un año menor que nosotros).-Ya sabes que me gustaría, pero sabéis de sobra que detesto llegar tarde a clase-Alex comenzó a caminar.
-Lo se, lo se-me puse a su altura.
Nadia suspiró, aburrida.
-Por cierto, ¿es verdad que hoy viene una chica nueva y se incorpora a vuestra clase?-dijo, colocándose entre Alex y yo.
-Sí, algo así dijo el tutor ayer, ¿no, Alex?
Alex asintió.
-Me pregunto cómo será. Espero que me la presentéis-Nadia nos apuntó con un dedo amenazante.
-Está bien, hermanita, está bien-Nadia dio un pequeño salto mientras decía algo que sonaba como “¡yay!”-. Me pregunto de dónde vendrá.
-Ya nos enteraremos-dije.
Lo que me pregunto es qué pensará ella sobre la ciudad, me gustaría saber su primera impresión sobre todo esto.
Nuestra ciudad está cerca de la costa oeste de los Estados Unidos y, a mí por lo menos, me resulta mucho más grande de lo que parece.
Todas las personas que viven aquí son únicas y diferentes, llenando la ciudad con sus historias y sus relaciones con otras personas, haciendo todo esto cada vez más grande. Adoro vivir aquí, ir a comer un helado con Alex y Nadia en verano, quedar con el grupo de Leonard para ir a dar una vuelta y tomar un refresco o ir solo al parque a caminar y a observar a las personas a mi alrededor. Aquí siempre encuentro algo que hacer.

8:35

Cuando Alex y yo entramos a clase y fuimos a dejar nuestras cosas vimos que había alguien esperándonos, un chico y una chica: Max y Seri, los dos un año mayores que Alex y yo.
Max tiene el pelo castaño claro tirando a rubio, los ojos marrones y cierta adoración por la Coca-Cola. Vestía pantalones anchos de color beige, deportivas y una sudadera de color gris oscuro. Seri, por el contrario, tiene el pelo a la altura de los hombros. Rubio con mechas moradas, y sus ojos son azules. Vestía botas grises, pantalones morados y una sudadera de color gris claro con capucha. Ambos estaban sentados en nuestras mesas y se levantaron cuando nos acercamos.
-¡Buenos días!-dijeron al unísono
-Buenas-Alex fue hacia su asiento, pegado a la ventana, dejó la mochila y se sentó.
-Hola Seri, Max-dejé mis cosas en el asiento contiguo al de Alex
-¿Qué tal?-Max nos miró
-Muerto de sueño-Alex extendió los brazos sobre la mesa y enterró el rostro en ellos.
-Pobrecillo. ¿A caso saliste con alguien?-Seri le miró sonriendo pícaramente.
-La verdad es que no-levantó un poco la cabeza-. Estuve estudiando hasta tarde, tenía que recuperar el tiempo perdido.
-Bien hecho-Max rió-. Por cierto, ¿os apetece quedar esta tarde?
-El último examen de la evaluación es el viernes, pero no es muy complicado, así que por mí vale-dijo Alex
-Lo mismo para mí-dije. ¿En frente de la pizzería de siempre?
-Perfecto, avisaré a Leonard. Será mejor que nos vayamos ya, Seri.
-¡Vale! Nos vemos después, chicos-dijo Seri, y ambos se fueron.
Me senté y saqué los libros de la primera hora de clase, español. Alex hizo lo mismo.
-¿De verdad estuviste estudiando?-le pregunté
-Eh…-pareció dudar-Vale, lo confieso, estuve jugando a la consola hasta tarde.
-¡Lo sabía! Bueno, no lo sabía, pensaba que sería lo de siempre, que estarías con uno de tus ligues.
-Joder, menuda opinión tenéis todos de mí...
Me reí, y Alex me dedicó una preciosa mirada asesina. Justo en ese momento tocó el timbre y entró nuestro tutor y profesor de español, Henry.
-Buenos días a todos-dejó sus cosas en la mesa-. Bien, como os dije ayer, hoy tenemos una nueva alumna en clase, y quiero que ahora permanezcáis en silencio para que ella se presente-miró hacia la puerta-. Puedes pasar.
Cuando entró, todo a mi alrededor pareció ralentizarse, y mi mirada quedó fija en ella, como si fuese un imán.
Ella era alta, delgada, esbelta, los brillantes ojos negros recorriendo el aula con curiosidad, la larga melena castaña desparramándose sobre sus hombros y espalda. Vestía pantalones vaqueros largos y oscuros, botas negras y una camiseta de manga larga de color verde claro. Dejó la mochila, de color naranja, a sus pies. Llevaba una cazadora cogida con la mano.
-Mi nombre es Sara Archer-comenzó. Su voz sonó dulce y suave-, vengo de Jacksonville, me mudé aquí ayer. Encantada de conoceros-sonrió.

8:47

Después de presentarme busqué una mesa vacía entre la gente, y la encontré, en la columna doble de la ventana, detrás de un chico rubio. Vestía pantalones vaqueros, deportivas y una camisa blanca de manga larga. Una cazadora de cuero colgaba de su silla.
Colgué mi cazadora en el respaldo de mi silla, me senté y saqué los libros de la primera hora. Entonces, el chico rubio se giró con una gran sonrisa en el rostro y pude ver que sus ojos eran verdes. Su compañero me miró con los ojos grises llenos de curiosidad.
-Soy Keith, encantado-dijo el chico rubio, y después señaló a su compañero-. Él es Alex-el chico de los ojos grises, Alex, inclinó la cabeza en un saludo.
-Igualmente-dije
-Oye, Sara, si necesitas alguna cosa avísanos, ¿vale?-dijo Keith
-Vale, ¡gracias!-sonreí
Aún sonriendo, se dio la vuelta y se puso a hablar con Alex. Yo, al no tener con quién hablar, miré el paisaje. Las vistas eran muy distintas de las que se veían desde la ventana de mi antiguo instituto en Jacksonville: el cielo, las nubes, ambos se podían ver entre los edificios y algunos árboles. En la zona visible del patio pude ver parte de una cancha de baloncesto que nadie estaba usando en ese momento y un par de bancos pegados a una pared.
Suspiré y me giré hacia el encerado, dispuesta a atender y tomar apuntes.

11:20

Cuando tocó la campana anunciando la hora del recreo guardé todas mis cosas, saqué un bocadillo y, cuando fui a coger mi cazadora, vi a una chica de pelo y ojos negros mirándome con fijeza, casi sin pestañear, su rostro totalmente severo. Justo en el momento en el que me iba a cercar a ella, una mano se posó en mi hombro. Al girarme, vi que se trataba de Keith.
-¿Te apetece venir con Alex y conmigo? Así no estarás sola-dijo
-¿Qué? ¡Ah, vale! Tan solo...-me volví a girar, pero la chica ya no estaba, y tampoco sus cosas. Sacudí la cabeza y seguí a Keith hasta la puerta, donde Alex nos estaba esperando.
-¿Qué tal las tres primeras horas?-preguntó Keith mientras se ponía la cazadora.
-Un poco aburridas, además ya había dado esto en Jacksonville, la semana pasada-le imité.
-Puedes tomártelo como un tiempo para adaptarte al instituto, visto así es toda una ventaja-Alex introdujo una mano en el bolsillo del pantalón; en la otra mano sujetaba su cazadora, que parecía no tener intención de ponerse por el momento.
Una vez salimos al patio, fuimos a una pared en la que daba el sol, Alex se apoyó en ella y yo empecé a comer el bocadillo. Al mirar a Keith, vi que parecía buscar a alguien con la mirada y, cuando finalmente encontró a quien buscaba, se alejó de nosotros. Al volver, una chica caminaba a su lado.
-Ella es Nadia, la hermana de Alex-dijo Keith.
Nadia era delgada y un poco más baja que yo. Llevaba el pelo, de color castaño y largo hasta la altura de la barbilla, adornado con unas horquillas. Los ojos, como los de su hermano. Vestía una falda a cuadros en tonos azules, medias negras, botas del mismo color y llevaba una chaqueta abierta sobre una camisa de color violeta. Al acercarse a mí pude apreciar su gran parecido físico a Alex.
-¡Hola!-exclamó jovialmente-. Yo soy Nadia, ¡encantada de conocerte!
-Igualmente. Yo soy Sara.
-¡Qué nombre más bonito! ¡Me gusta!-sonrió-. ¿Te han dado guerra estos dos?-preguntó, señalando a su hermano y a Keith.
-Qué va, todo lo contrario, han sido muy amables conmigo-me reí suavemente.
Keith me guiñó un ojo y sonrió. Alex, por su parte, se apoyó contra la pared. No me había fijado mucho en él hasta entonces, y me arrepentí por ello. Vestía pantalones negros un poco anchos, deportivas negras, una camiseta de manga larga blanca y encima una de manga corta negra. Realmente, esa ropa le favorecía.
Debió de notar que le estaba mirando, ya que de pronto me sonrió.
-Qué frío-dijo, y se puso su cazadora de cuero negro. Se apartó unos mechones de negro cabello de los ojos y me miró divertido-. ¿Ya te acostumbraste al tiempo de aquí, Sara?
-En ello estoy-dije mientras me frotaba el brazo con la única mano libre. Me había olvidado totalmente de mi bocadillo.
-Pobrecita. ¿Te abrazo para darte calor?-extendió el brazo izquierdo y pude ver un reloj plateado en su muñeca.
-No gracias-me sonrojé. Keith y Alex se rieron, y Nadia les golpeó a ambos.
-Ignórales, Sara-dijo Nadia, mientras ellos se frotaban donde ella les había golpeado.
-Por cierto, Sara, ¿cómo es que te mudaste aquí desde Jacksonville?-preguntó Keith.
Desvié un poco la mirada.
-Ah... eso...-me mordí ligeramente el labio inferior-Problemas familiares, nada más...
Los tres se me quedaron mirando durante un pequeño instante en total silencio. La verdad es que no me gustaba nada hablar del tema, pero acababa de conocerles a todos, y no quería soltárselo así tal cual, o soltarles el rollo de los problemas de mi familia.
De pronto, me di cuenta que unas cuantas chicas, y también unos cuantos chicos, me estaban mirando y murmuraban entre ellos. Eso me puso realmente incómoda, así que empecé a mordisquearme casi sin dame cuenta una uña.

Me fijé en que Sara se había puesto nerviosa, y la razón estaba más clara que el agua. No todo el mundo está acostumbrado a que una gran cantidad de gente se te quede mirando. Miré a Keith durante un instante y, al verlo asentir, me acerqué a Sara.
-Vámonos a otro sitio-dije, rodeando sus hombros con un brazo.
La conduje al vestíbulo del instituto, con Keith y Nadia caminando tras nosotros.
-Gracias...-dijo Sara.
-No hay por qué darlas-dije-. No todo el mundo está acostumbrado a que se le queden mirando, aunque realmente no es tan molesto.
-Claro, como a ti te miran allá a donde vas...-dijo Keith, riéndose levemente
Puse los ojos en blanco y me quedé mirándole, en plan “¿Y qué más da eso?”.
-¿Y eso por qué?-preguntó Sara, con la curiosidad pintada en la voz
-Ah, cierto... Nada, que mi hermano, vaya a donde vaya, deja a su paso una gran cantidad de tías con cara de idiotas mirándole embobadas-dijo Nadia, también riendo.
-Con cara de idiotas no, hermanita, sino con cara de haber visto al tío más sexy de toda la ciudad-sonreí, arqueando una ceja, provocando las risas de los demás.

11:45

Esperé pacientemente a que descolgase el teléfono. Cuando por fin lo hizo, su voz, suave y aterciopelada, me saludó como de costumbre.
-¿Necesitas algo? Ya sabes que no tengo problema en ayudarte.
Sonreí. Sí, eso era lo que necesitaba de él. Que me ayudase. No dudé ni un instante en pedírselo.
-Averigua por mí todo lo que puedas de Sara Archer.

11:52

De vuelta en mi asiento, y sin poder resistir la tentación, me giré buscando con la mirada a la chica que antes se me había quedado mirando. Estaba sentada dos sitios detrás de mí, escribiendo algo en un cuaderno. Me encogí de hombros y miré hacia delante, justo para sorprenderme al encontrarme a Keith y Alex mirándome.
-¿Tienes algo que hacer esta tarde?-preguntó Keith
-Pues... la verdad es que no, ¿por?- respondí, aún con la sorpresa en el cuerpo
-Era por presentarte a unos amigos y de paso enseñarte un poco la ciudad-Alex sonrió, y entonces me tendió un papel-. Por cierto, esta es la sala y la contraseña del chat que solemos usar, por si te apetece pasarte por ahí y hablar. También tienes la dirección del chat, por si no lo conocías.
Cogí el papel y, al mirar la dirección, sonreí.
-Conozco este chat, yo también lo uso. ¡Muchas gracias! Y por mí perfecto, lo de ir con vosotros por la tarde digo.
-Apúntame tu dirección aquí-dijo Keith, pasándome su agenda-, pasaremos a buscarte sobre las cinco de la tarde o así.
-Okay.

14:34

Al llegar a la puerta que había en la verja que rodeaba al recinto del instituto, Keith, Alex y Nadia se giraron hacia mí para despedirse.
-¿Sabes llegar hasta tu casa?-preguntó Keith, un poco preocupado-. Lo digo más que nada porque como llegaste ayer y tal...
-Ah, ya... no te preocupes, me sé el camino-me encogí de hombros ligeramente-. Más o menos-admití ante sus miradas de desconfianza-. ¡Pero de verdad que no hace falta que me acompañéis! ¡De verdad!
-Está bien-dijo Alex, riéndose-. Y recuerda, a las cinco pasamos a buscarte.
-Hasta la tarde-dije, sonriendo.
-¡Hasta la tarde!-Keith, Alex y Nadia se alejaron de mí, y yo me di media vuelta.
Empecé a caminar. Realmente no me acordaba muy bien del camino de vuelta a casa, y mi madre no podía venir a recogerme hoy, ya que tenía una entrevista de trabajo y no podía faltar. Crucé los dedos, rezando (aunque era atea) para encontrar el camino con rapidez. Traté de recordar los giros que había dado mi madre al traerme por la mañana pero a la inversa, hasta que llegué a un callejón sin salida. Definitivamente, me había perdido. Retrocedí, y al hacerlo me tropecé con un chico de pelo castaño largo hasta la barbilla vestido con deportivas, vaqueros de color azul claro y un jersey de manga larga de color naranja. Al fijarse en mí, sonrió de forma estúpida.
-Qué pasa, preciosa, ¿te has perdido? Si quieres puedo acompañarte a casa...
Le miré con asco, se le notaban totalmente las segundas intenciones a esa propuesta.
-Ehh...-me aparté de él como pude-no, gracias...
-Oh no digas eso, preciosa...-se acercó de nuevo, con una mano extendida en mi dirección.
-D-déjame en paz-solté, retrocediendo.
-No seas así, muñeca...
Desesperada, caminé hacia atrás más rápido hasta que tropecé de forma un tanto estúpida y acabé sentada en el suelo, con ese idiota con cara de pervertido acercándose cada vez más a mi.
-¿No ves que la señorita te ha dicho que la dejes en paz?-dijo una voz masculina a espaldas del pervertido.
El pervertido se giró, claramente molesto.
-Anda, si yo a ti te conozco... te llamabas Charlie, si no me equivoco-el desconocido, del cuál no podía ver el rostro, se rió-. ¿A caso te gusta acosar a chicas perdidas, Charlie?
-¡Maldito idiota!-exclamó el tal Charlie, notablemente ofendido-¡Te voy a dar la paliza de tu vida!
-Inténtalo si puedes.
Charlie echó el brazo derecho hacia atrás para golpearle, pero cuando lanzó el golpe el otro chico le esquivó y, a cambio, le dio un fuerte puñetazo en la cara mientras una sonrisa de superioridad se dibujaba en su rostro, tirando a Charlie hacia un lado de espaldas.
-Ya lo has intentado, ¿contento? Y ahora lárgate de una maldita vez si no quieres acabar en el asiento trasero de un coche de la policía.
Sin pararse a pensarlo ni un momento, Charlie se levantó y salió corriendo de allí. Le seguí con la mirada hasta que desapareció doblando una esquina.
Me giré hacia mi salvador, y entonces me fijé detenidamente en él. Era más alto que yo, delgado. Sus ojos azules reflejaban interés y su pelo era rubio y corto, aunque se notaba que no era rubio natural además de mostrar unos mechones castaños en determinados puntos. Vestía pantalones vaqueros grises y una cazadora del mismo color sobre una camiseta de color blanco. Llevaba dos anillos de plata lisos en los dedos índice y corazón de la mano izquierda y otros dos de la misma forma y color en los dedos índice y anular de la otra mano. Calzaba botas negras.
-¿Estás bien?-dijo, ladeando la cabeza y tendiéndome una mano.
-Sí-tomé su mano y me ayudó a levantarme. Me sacudí los pantalones-. Gracias, hum...
-Bryan, Bryan Mackencie.
-Gracias, Bryan. Yo soy Sara Archer.
-Encantado.
-Bueno, ahora si me disculpas, tengo que encontrar el camino de vuelta a mi casa-reí de forma un tanto avergonzada y empecé a caminar. Bryan se puso a mi altura con rapidez.
-Puedo ayudarte, si quieres-le miré, arqueando una ceja, a lo que él respondió alzando las manos-. Tranquila, no soy como ese idiota, lo juro.
No pude evitar reírme ante el comentario de Bryan, no me esperaba que dijese algo así.
-Está bien, está bien, ésta es mi dirección-se la dije
-No está muy lejos de aquí...-me miró, sonriendo-Sígueme.
Seguí a Bryan sin dudarlo. Por alguna extraña razón me inspiraba confianza, no como Charlie (aunque bueno, con esa cara de pervertido... creo que es totalmente normal).
-Eres nueva aquí, ¿me equivoco?-preguntó de pronto, pillándome totalmente desprevenida.
-Sí... me mudé ayer desde Jacksonville.
-Ya decía yo, no es normal que alguien se pierda de camino a casa...-sonrió-Pero no te preocupes, una vez que empieces a moverte por la ciudad no te perderás, sobre todo si vas con gente que conoce todo esto bien. Aunque por el momento deberías hacerte con un mapa.
-Tienes razón, debería hacerme con uno lo antes posible.
Seguimos caminando hasta que, de pronto, llegamos a un portal que reconocí como el del edificio donde vivía. Me giré para mirarle.
-Muchas gracias, Bryan.
-No hay por qué darlas. Espero poder volver a verte pronto.
-Igualmente. ¡Adiós!-dije, abriendo la puerta del portal. Él me sonrió y agitó la mano, y yo le devolví el saludo.

15:05

Al abrir la puerta de casa lo primero que vi fue una nota pegada con cinta adhesiva al marco del espejo de la entrada. Era de mi madre, cómo no. Decía que tenía la comida en el microondas, que la calentase y que comiese, que ella llegaría tarde a casa.
Suspiré, hice una bola con la nota y la metí en el bolsillo del pantalón mientras me dirigía a mi habitación para dejar mis cosas. Nada más colgar la cazadora en un perchero detrás de la puerta, encendí mi ordenador y entré en Internet. Escribí la dirección del chat y me conecté a la sala que usaba para hablar con mis amigos de Jacksonville... y con alguien más. Al conectarme, sólo estaba él.

Archer ha entrado en la sala.

Archer: Hola, Togusa.
Yue: Hola hermanita. ¿Qué tal estás?
Archer: Bien. Mamá me ha dejado la comida en el micro, todavía no ha llegado a casa.
Yue: ¿Y dónde está?
Archer: En una entrevista de trabajo, ni siquiera pudo venir a buscarme a la salida del instituto...
Yue: Ya veo...
Archer: ¿Y qué tal las cosas por ahí?
Yue: Bueno... más o menos como estaban al marcharos vosotras. La verdad es que te echo de menos, Sara...
Archer: Y yo a ti, hermano... en fin, me voy a comer, tengo hambre. Hablamos por la noche, ¿vale?
Yue: Vale... cuídate, ya me contarás qué tal te ha ido el día. Adiós.
Archer: Adiós.

Archer ha salido de la sala.

17:02

Justo cuando iba a mirar la hora en el reloj que había colgado en una de las paredes del salón, sonó el timbre del portero. Fui hasta la cocina y descolgué el teléfono.
-¿Diga?
-¿Sara? Soy yo, Keith. También están Alex y Nadia. ¿Bajas?
Sonreí al reconocer la voz del rubio.
-Sí, dame un par de minutos.
Cogí mi cazadora y una pequeña mochila negra con todas mis cosas dentro y le dejé una nota apresurada a mi madre para que la viese al volver de hacer la compra. Salí precipitadamente de casa cerrando la puerta con las llaves, bajé por el ascensor y, al pasar frente a los buzones, vi que algo sobresalía del nuestro. Un sobre.
Lo saqué y, al abrirlo, me encontré dos cosas: un mapa y una nota.
Al desplegar el mapa vi que el camino de mi casa al instituto estaba marcado con rotulador, además de varios restaurantes de comida rápida, quioscos, supermercados y otros sitios de interés, junto con una marca en un edificio que no supe identificar. Tal vez quien hubiese hecho las marcas señaló algo por error o algo así. Lo volví a doblar y entonces desdoblé la nota, escrita con una letra un tanto elegante que no pude reconocer.

Señorita Sara Archer:

De camino a casa compré este mapa para ti y marqué algunos sitios que puede que te interesen, además del camino más rápido de tu casa al instituto. Me preocupaba que no te diese tiempo a hacerte con un mapa (aunque sí, sé que está en Internet, pero mejor tener uno a mano) y te volvieses a perder mañana, así que me tomé la molestia en hacer todo esto por ti. Y no, no hace falta que me des las gracias por ello, en serio. Ah, la marca que hay dibujada con forma de X señala mi casa, por si alguna vez necesitas algo. En la parte trasera del mapa está anotado el portal y el piso.
Espero que esto te sea de utilidad, de verdad.
Un cordial saludo.

Bryan Mackenzie.

Nada más ver la firma, sonreí y me recordé a mi misma que, la próxima vez que me encontrase con él, tenía que agradecerle este detalle adecuadamente. Guardé todo en la mochila y me dirigí a la puerta del portal, a través de cuyos cristales pude ver a Keith, Alex y Nadia esperándome.