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Bienvenidos a Dark Business

Bienvenidos a Dark Business, un blog donde podréis encontrar fanfics variados de autores diferentes.

Espero que os gusten, de verdad...

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Pausa general

Llevo bastante tiempo pensando, negando lo evidente, pero creo que es una gran estupidez seguir negándolo. Abrí este blog con el fin de pasar el rato, de postear mis fanfics, y después para darle una oportunidad de publicar a otros autores. Pero llevo ya mucho tiempo dejando todo esto de lado, y la mayor parte de los demás autores (por no decir todos) pasan absolutamente de este blog. Así que no me queda más remedio que hacer lo siguiente:

Este blog queda parado. No se volverá a publicar absolutamente nada (al menos mío) en una temporada.

Disculpad las molestias.

Kyara.

P.D: quizás acabe dejando este blog solo para mis publicaciones y para nadie más.

martes, 19 de junio de 2012

No más dolor - Capitulo 3

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Capítulo 3

Pasaban los días y yo seguía en aquella mierda de hospital. Tres semanas habían pasado ya. Eli, cumpliendo con lo que me dijo, cogió la lista que le hice de objetos de mi casa que me gustaría conservar y fue durante varios días a mi casa a ponerse con aquella tortuosa labor. Entre esas cosas estaba una foto mía con Amy abrazados, que nos hizo un amigo nuestro. Aquella era la única foto que quería conservar, junto a la que tenía en la cartera, que era una tipo carné de identidad. Además de la foto, estaban mis dos guitarras y mi violonchelo, el bajo le dije que si no podía cogerlo que lo vendiese o regalase. Ya me iba a costar mucho volver a tocar mi acústica, ya que la fui a comprar con Amy. Pero me traía muy buenos recuerdos. Siempre tocábamos un rato todos los domingos en el parque para reír con los amigos. Amigos que ya no lo son. Aquellas personas me dejaron de lado cuando ella murió, y eso me dolió mucho. La puta excusa que ponían era el trabajo, que se complicaba y que con la crisis no podían atender a otros asuntos. Hijos de puta... Por eso es que me quedé solo, porque todos aquellos que decían ser amigos míos me dejaron de lado. Ni uno se preocupó ni molestó en llamarme para ver como estaba, ni de hacerme una visita para ver como lo llevaba. No, ninguno de esos cabrones movió un dedo por mí. Y encima, al subnormal de mi jefe no se le ocurre otra cosa más que despedirme. Eso de: “Puedes tomarte tu tiempo” no es que sea muy sutil. Menuda mierda. Encima, desde hace unos días, están viniendo a la habitación unas monjas a bendecir a Angie. Pero no era tanto bendecir, era más a adorarla. Ni que fuese una virgen o un ángel. Aunque, pinta de ángel tenía, con ese cabello dorado y sus mejillas coloradas. Pero que digo, los ángeles no existen, son solo un invento de la iglesia para darle algo más de intriga e interés a su cuento del cristianismo. Lo que menos me gustaba de aquellas viejas era la forma en la que me miraban y decían pestes sobre mí. Me miraban como con odio y miedo al mismo tiempo. Me daban grima algunas de ellas, por no decir todas. Encima una de ellas tuvo los huevos de acercarse y casi cuelga un rosario en la pata de mi cama, la muy cabrona. Menos mal que mi mirada la fulminó en cuanto vi que se me acercaba. Menudos días me esperaban en aquel jodido hospital con las monjitas...

Un martes por la tarde, entró el médico que me había operado a la habitación, con una cara un poco desencajada. En la mano sostenía los que supongo eran los resultados de los últimos exámenes. Rodó la cortina y se sentó en la silla que estaba junto a mi cama, volvió a mirar los papeles y me miró fijamente:

-Jack... Tengo aquí los resultados de tu último chequeo...
-¿Tan malos son? –le miré algo preocupado.
-No es que sean malos, es que son algo fuera de lo común... Según estos resultados, tus huesos se están regenerando a un ritmo bastante acelerado. Todo un milagro... –volvió la vista a los documentos.
-No me venga con gilipolleces de milagros ni mierdas de esas, ¿seguro que está leyendo bien esos resultados?
-¡Pues claro que sí! Y digo lo del milagro porque es la única explicación que le veo. Científicamente es imposible explicar estos resultados. A alguien de arriba le debes de caer bien.
-¿A alguien de arriba? Mire, ya tengo suficiente con aguantar a las monjas que vienen todos los jodidos días a bendecir a Angie y a mirarme con cara de odio y santiguándose cada diez segundos.

En ese momento entró Elízabeth en la habitación y se quedó en pausa, mirando la cara del médico.

-¿Ocurre algo, doctor?
-Digamos que sí. Aquí su amigo, tiene unos huesos sobrenaturales. Y digo sobrenaturales porque son los primeros huesos que veo que regeneran en un mes lo que tardarían los huesos normales casi el triple. Mañana por la tarde se le meterá en quirófano para extraerle las placas y varas de metal que se le colocaron para una mejor colocación y regeneración de estos. Y aunque yo no estoy de acuerdo con esto...
-Espere, espere. ¿Me está diciendo que le van a quitar las placas, porque dice que sus huesos se están curando mas rápido de lo normal? –la pelirroja se quedó atónita al escuchar a aquel tipo-. Oiga, sin ánimo de ofender, creo que se le ha ido la pinza –rió a carcajadas-. Si él ya de por si es vago, su cuerpo no quiero ni imaginarlo.
-¡Oye! –me quejé.
-Admítelo tío, lo que está diciendo el médico es imposible, y lo que digo yo es una gran verdad... y niégalo –seguía riéndose.
-Sé que parece una locura, pero es cierto. Mire... –le mostró los papeles-. Esta línea de aquí muestra el rendimiento del cuerpo desde que ingresó en el hospital. Como puedes ver, aquí tenía un rendimiento nulo. Pero si nos vamos a dos semanas mas tarde, ya rinde casi como una persona normal. Y este gráfico de aquí muestra el aumento de la masa ósea, es decir, que no solo se están regenerando, sino que además se están haciendo más grandes y fuertes... ¿Me cree ahora?
-Sí... –dijo sorprendida al comprobar que lo que le decía el médico era cierto.
-Los resultados han sido analizados más de tres veces antes de que yo viniese a decírselo al paciente.
-Eli... –la miré con cierta intriga y ella asintió convencida-. Esto es de locos. ¿Y entonces que va a pasar con la rehabilitación?
-Pues la verdad es que no lo sé... intentaremos adaptarla... Y si sus huesos siguen a este ritmo, tendremos que acortarla o, si se diese el caso, suspenderla. De momento debe reposar para estar listo para la operación de mañana. Ahora con permiso... me retiro para enviar por fax estos resultados a un estudio científico para ver si ellos nos pueden decir algo mas concreto... –aquel hombre no paraba de rascarse la cabeza mientras miraba los papeles-. Con permiso... –se retiró en silencio.

Tanto Eli como yo nos quedamos mirando como dos bobos como aquel hombre salía de la habitación. No podíamos creer lo que acabábamos de presenciar. Era imposible que mis huesos hicieran eso. No se, cada vez pasaban cosas mas raras. A lo mejor resulta que todavía estoy anestesiado y esto es un sueño... ¿o una pesadilla? Solo sé que cada día que pasaba, algo nuevo sucedía. Sin ir mas lejos, hace cosa de una semana, entró un tipo vestido de blanco en la habitación y se acercó a Angie, le susurró algo y cuando esta fue a responder, en un abrir y cerrar de ojos, el tipo ya no estaba... yo solo lo vi entrar y no le presté mucha atención cuando lo hizo, salvo cuando me fijé en la ropa. Volví la cabeza a la tele que había en la habitación y, cuando volví otra vez la cabeza para curiosear un poco, ya no estaba. La puerta no había sonado y la ventana estaba cerrada. Seguramente serían cosas mías, porque cada día vienen monjas de distintos conventos y ciudades. Todas a rezarle a Angie. Cosa que también me llamaba la atención, pero tampoco le di mucha importancia. Cada vez estaba más asqueado de todo esto, no aguantaba más aquella situación. Tenía ganas de que toda aquella mierda terminase de una vez por todas y poder mandarme a mudar con Eli. Lo que no sabía era a donde me iba a llevar aquella pelirroja. Pero la verdad, me daba igual, con tal de alejarme lo más posible de mi pasado para ver si así conseguía olvidarlo, no me importaba el donde ni el tiempo que pasase fuera. Tenía que sacar a Amy de mis pensamientos de una vez por todas. La idea de recordar que pude haber sido padre no me molaba tenerla grabada en la cabeza, y la gran mayoría de las noches soñaba con el como si hubiera sido mi hijo si hubiese llegado a nacer. Si hubiese sido niña hubiese tenido el pelo y los ojos de su madre, grandes y verdes, con mi nariz grande y fina, y mi bipolaridad le vendría de serie. Y si hubiese sido niño pues... podría haber sacado mis remolinos en el pelo, rebeldes como su forma de ser. Podría haber hecho tantas cosas... Cada vez que me ponía a pensar en ello, las lágrimas invadían mi cara e inundaban mi almohada, ahogando mis ganas de seguir viviendo. Tendría que haber ido a buscar yo a su hermano, solo así ella seguiría viva y mi hijo tendría ya casi seis años. Había perdido lo mejor que me podría haber pasado en la vida: ser padre.

Todavía me acuerdo del momento en el que fuimos al médico y nos dio la gran noticia. La idea de ser padres nos había cambiado la vida. En el trabajo me habían ascendido, y a Amy le habían dado una subvención para los gastos del bebé. El padre fue una persona muy influyente en su época, ya que fue él el que le consiguió la subvención. Era la única familia que Amy conservaba ya que, su madre, había muerto por un cáncer de colon. El padre, tras la muerte de su esposa tuvo que criar a una criatura de ojos verdes el solo. Por suerte, era director de un banco importante en la ciudad y tenía dinero suficiente para lograrle una buena vida. Cuando conocí a Amy y me llevó a conocer al que tiempo después fue mi suegro, vi como, a pesar de tener dinero para vestir ropa cara y tener un Rolls Royce aparcado en la puerta, vivían en un piso en las afueras de la ciudad, rodeados de campo, y vistiendo ropa casi de mercadillo. Es cierto que cuando tenían algún capricho no escatimaban en gastos, pero tampoco iban derrochando el dinero como suelen hacer los gordos capitalistas de hoy en día. Aquel hombre era diferente, tenía un corazón humilde y bondadoso. Había comprado un par de edificios en la ciudad y los había convertido en casas de acogida y comederos sociales para la gente que realmente necesitaba ayuda económica. Era un hombre conocido por todos en las altas y bajas esferas. Pero cuando Amy murió, se volvió depresivo y enloqueció. Donó todo su dinero a las ONG de país para que ellas repartieran todo ese bien económico entre los sin techo. Se marchó del trabajo para no pedir una indemnización por despido, a pesar de que le quedaban ocho años para jubilarse. A mí  me tenía mucho cariño, y por eso me regaló el piso en el que he estado viviendo los últimos quince años, ya que nos casamos a los 17 como última voluntad de la madre de ella. No la llegué a conocer en persona hasta una semana antes de su muerte, y con solo verme, supo que yo era el hombre para su niña, y escribió eso en su testamento como última voluntad, además de dejarnos la cubertería de plata y una vajilla de porcelana de la cara. A ambos nos resultó raro el casarnos a tan temprana edad, pero teníamos que hacerlo por su madre. Llevábamos saliendo un par de meses antes de yo conocerles formalmente, lo cual hizo mas raro aquello. También fue el padre el que me consiguió, tres años después de casarnos y yo terminar el bachillerato, un trabajo en una empresa de diseño. Yo había aprendido mucho con mi tío y mi padre, ya que fueron ellos los que me metieron en el mundillo del diseño y los que me enseñaron todos los trucos para ser un buen diseñador. Desde mi boda no se mucho de ellos, salvo que de vez en cuando llamo a mi casa para hablar con mis padres y preguntar por la familia. Pero como no me terminaban de aceptar por ser como soy, pues tampoco es que me interesase mucho por ellos. El día en el que llamé y me dijeron que habían muerto a manos de un borracho mientras paseaban por la calle, la verdad es que no me puse muy triste que digamos. Lloré, sí, pero en parte me alegré porque al fin habían dejado de criticarme y agobiarme con el tema de mi futuro. El entierro fue discreto aunque una auténtica jauría, ya que toda la familia que no se llevaba bien se vieron allí y empezaron a criticarse unos a otros. Yo terminé por irme a un bar con Amy y su padre.

Mi familia, al contrario que la de Amy, era cerrada y rácana. Tenían algo de poder adquisitivo, pero no repartían con nadie, y si eran de los que no se vestían con nada que no fuera de marca o de gama alta. Mi padre estaba medio tarumba, pero me encantaba como era. Al ser un dibujante de comic, algo de chalado si que estaba, y sobre todo tenía una imaginación exageradamente buena. Podía hacer un Storyboard completo en cinco minutos. Y mi tío pues, era otro personaje mas o menos del mismo estilo que mi padre. Ambos eran como yo, iban en contra de las normas establecidas por la familia. La familia de mi madre nunca aceptó que yo fuese por la rama de arte para tener un futuro. Ellos decían que los artistas no tenían más futuro que un caramelo en la puerta de un colegio. Pero a mi me dio igual. A mí y a Elízabeth, cuya amistad viene desde primero de primaria. Ella también estudió lo mismo que yo, pero ella se especializó en ilustración, en vez de en diseño. Y fue ella la que me presentó a Amy, la que era su compañera de mesa en bachillerato. A partir de ese momento fue cuando empezó la gran aventura de mi vida. Era raro estudiar con alguien con el que estabas casado y vivir aún en casas separadas. Pero éramos felices. Los buenos tiempos no tardaron en llegar en cuanto el padre me dio trabajo y nos regaló el piso para que pudiésemos vivir juntos. Todo era perfecto. Esperamos hasta cumplir ella los veintiséis o veintisiete para probar con lo del niño, y funcionó. Nada mas cumplir ella los veintisiete se quedó embarazada de una criatura, pero que por desgracia no pudimos llegar a saber que era. El  mismo día que llegaba el hermano era para ir los tres al médico para que le realizaran a Amy las ecografías.

El pobre Víctor que, nada mas llegar de su viaje por Alemania, se entera de que su hermana ha muerto en un accidente de tráfico mientras iba a buscarlo. Él fue mi único apoyo tras la muerte de Amy. Estuvo conmigo un par de meses antes de marcharse de nuevo a Alemania, donde tenía formada ya una familia con mujer y dos hijas. Durante ese tiempo se quedó en mi casa, aguantando mis llantos de madrugada, parándome los primeros intentos de suicidio, ayudándome a buscar un nuevo trabajo. En resumen, todo lo que deberían de haber hecho mis amigos, lo hizo él. Pero desde que se marchó, no he sabido nada más de él. Muy pocas veces me llamaba a mi casa para ver como me iba, y en la última llamada me dijo que si por casualidad me daba por mudarme a Alemania que le fuese a buscar. Me dio la dirección de la casa y el número de teléfono. La verdad es que nunca he tenido el valor para llamarle, aunque muchas veces lo intenté, pero no me daban las fuerzas. Cada vez que hablaba con él, aunque fuese por teléfono, me venía a la cabeza la voz de Amy. Su forma de hablar era muy parecida, y tenían ciertas expresiones idénticas. Más de una vez me puse a llorarle en el teléfono llamándole por el nombre de la hermana. Personalmente, no llegué a intimidar mucho con él, no se mucho de sus gustos ni nada de eso, pero aun así, me caía genial. Tenía ganas de volver a verlo, aunque fuese para tomar un café en alguna cafetería o simplemente dar un paseo por el parque, solo quería averiguar algo mas acerca de su vida y de como era su relación con la hermana, aunque según me hizo entender Amy era muy buena.

-Jack... –una voz interrumpió el silencio que se había formado desde la salida del médico de la habitación.
-¿Eh? ¿Si? –me limpie los ojos con las manos e intente echar un vistazo a la habitación para ver quien era.
-Jack... –era Eli-, yo me tengo que ir ya, que tengo la caravana aparcada en doble fila en la calle de abajo. Mañana por la tarde vengo a ver como fue esa operación, ¿vale?
-Vale, no te preocupes, no me moveré de aquí.
-Capullo... –rió y me dio dos besos en las mejillas, saliendo de la habitación al momento.
-Adiós...

Nada más salir Eli de la habitación, entro aquel tipo de traje blanco, pero esta vez se me acercó a mi, en silencio, y se paró a los pies de la cama, colocando una de sus manos en esta. Me miró de arriba abajo y luego me sonrió:

-Jack, Jack, Jack... ¿te das cuenta de lo que has estado a punto de hacer? –me dijo aquel extraño alzando una ceja.
-¿Perdone? –le contesté extrañado.
-Que si te das cuenta de lo que estuviste a punto de hacer. Has estado al borde de la muerte... por amor. Que tierno por tu parte.
-¿Pero qué? ¿Se puede saber de que esta usted hablando?
-¡Gabriel! ¡Déjale en paz! –contestó Angie desde el otro lado de la habitación-. No empieces ya con tus tonterías, y mucho menos con él... él no tiene la culpa de nada.
-Ah, ¿y tú sí la tienes? –la miró con una sonrisa de oreja a oreja, casi con un gesto macabra-. Te recuerdo, Angie, que no estas en posición de darme ordenes, y mucho menos si se trata de...
-¡Basta! Si has venido únicamente a atormentarle, mas te vale marcharte...
-¿Y si no lo hago que me harás? ¿Levantarte y darme una torta? Por favor, sabes perfectamente que no podrías ni rozarme.
-¡Maldito cabrón! –me incorporé rápidamente, lo que hizo que el tipo se levantase de la cama del susto-No se quien cojones eres, pero me estas cayendo como el puto culo. Como no te vallas ahora mismo te juro que  no será un tortazo lo mas suave que te voy a dar... –le miré desafiante.

Con aquella mirada desafiante aproveche para mirar bien el aspecto de aquel impresentable. Para ser un capullo, iba bien arreglado: el traje de chaqueta blanco, con su camisa y corbata blanca, todo a juego. Tenía una melena corta y rubia, que le llegaba casi a la altura de los hombros, con unos rizos casi de película. No parecía muy alto, y estaba algo esquelético. No creo que llegase a los setenta kilos de peso. Los ojos reflejaban un color azul verdoso que se perdían en los míos grisáceos cuando le asusté. Tras el pequeño sobresalto, me inspeccionó con la mirada tal y como yo había hecho con él, y luego volvió a reír, acercándose a la cama de Angie, quien estaba sentada sobre la misma con una cara diferente a la de la niña buena con la que había estado compartiendo habitación días antes. Se veía una expresión de desprecio y odio a la vez, pero de una forma distinta, como si le costase asimilar y expresar esos sentimientos. Apretaba levemente los puños contra las sabanas blancas de  la camilla, conteniéndose. Trascurridos un par de segundos oyendo únicamente la risa de aquel individuo, ella me miró a los ojos y me sonrió de una forma muy dulce.

-Bueno, si quieres desatar su ira, adelante, pero sabes que en esos casos... nadie te va a ayudar –señaló levemente al techo-. Así que tu verás lo que haces –rió levemente-, yo no te lo voy a impedir.
-¿Crees realmente que un lisiado puede tan siquiera tocarme? –aquel rubiales me señaló, formulando la pregunta en un tono burlón-. No creo que tenga tanto... poder... –me miró con unos ojos desafiantes.

Antes de que pudiese responderle al mamón ese, una voz dulce me interrumpió.

-Jack, ¿Qué haces incorporado?

En un pestañeo rápido, aquel tipo había desaparecido y Angie estaba de nuevo tumbada sobre su cama. Me limpié los ojos para ver que había pasado, y cuando los volví a abrir miré hacia la puerta y, ¿Cuál fue mi sorpresa? Elízabeth estaba apoyada en el marco de la puerta, mirándome mientras se mordía el labio, aguantando una leve sonrisa.

Me había quedado en shock, boquiabierto, porque no terminaba de entender lo que había pasado hace un par de segundos. Trataba de buscar la forma mediante la cual aquel rubiales había salido de la habitación.

-Anda, vuélvete a tumbar, que te vas a herniar –se acercó a mi riendo-, que no es cuestión de que esos “huesos mágicos” se estropeen mas de lo que están.
-Eli... ¿has visto a un tipo bajito con el pelo rubio salir de la habitación?
-No... –me miró algo extrañada-, no he visto a nadie aquí salvo a ti y a esa chica –miró hacia todos los ángulos de la habitación buscando a alguien más.
-Dios... creo que esas pastillas me están afectando más de lo normal. Estoy teniendo alucinaciones. Veo... a gente donde no la hay... –miré a Angie extrañado, porque no entendía lo que acababa de ver.
-Espero que sean solo las pastillas –me acarició suavemente la mejilla, con ternura y cariño-, túmbate anda, que quiero que salgas de aquí cuanto antes.
-Tienes razón –me tumbé, dedicándole una amplia y amable sonrisa-. Quiero salir ya de aquí y largarnos lo más lejos posible.
-Que raro... –me miró algo extrañada-, tú, Jack, sonriendo, eso si que es nuevo –mientras reía se le pusieron coloradas las mejillas.
-Sí, que pasa, ¿no puedo? –reí con ella-. Ya te dije que quiero cambiar, y tengo que empezar por pasar de ser un amargado y un antisocial a alguien mas alegre.
-Si te soy sincera, no recuerdo que me lo dijeses, pero me gusta la idea. A ver si es verdad que lo haces.
-¡Claro que será verdad! Ya sabes con quien estás hablando.
-Por eso mismo te lo digo, porque conozco con quien estoy hablando quiero saber si realmente esta vez te lo vas a tomar en serio –se rió lo que quiso de mí.
-Cabrona –reí con ella-. Pues sí, esta vez sí va en serio. ¡Valla que si va en serio!
-Ahora en serio, ¿quién eres y que has hecho con Jack?
-Joder, vale. Pues nada, seguiré siendo el mismo amargado de siempre –me crucé de brazos, algo enfadado, como si fuese un niño pequeño al que le acaban de quitar los dibujos animados por no hacer la tarea.
-Oye, que es solo una broma, ¿eh? No te lo tomes todo tan en serio.
-Sí, ya, una broma...
-Que sí, idiota. Además, sabes que me gusta mucho acerté rabiar. Y por lo que veo lo sigo consiguiendo, no he perdido “mi toque” contigo –continuó riendo mientras me revolvía el pelo-. Anda, cuéntame que tal te va todo por aquí. ¿Hay alguna novedad con respecto a los análisis?
-No, la misma mierda de siempre -suspiré y volví a sonreír-, todavía están con eso de que mis huesos son algo sobrenatural. No se si es que quieren darme esperanzas de que me recuperaré pronto para ver si me quedo mas tranquilo. Pero como sea así, me cagaré mucho en sus muertos.
-No creo. Vale que los médicos tengan un humor... algo difícil de entender, pero de ahí a que te digan cosas como esa para verte tranquilo pues, no se chico, no creo que sean tan cabrones. Yo de todas formas, indago un poquito más, que a eso me dedico. A indagar mucho en un tema para conseguir información. Viva el periodismo –rió mientras hacía una uve con los dedos de ambas manos.
-Pues la verdad es que te lo agradecería. No me fío de nadie de los de por aquí –volví a echar un vistazo a la cama de Angie, quien seguía tumbada, supongo que haciéndose la dormida-. Que últimamente están todos muy raros.
-¿Muy raros? ¿A qué te refieres, Jack? –me miró algo extrañada, cogiéndome una de mis manos con las suyas.
-No lo sé, los médicos y toda esa gente, que están medio raros. No sé, serán cosas mías.
-El que está un tanto raro eres tú. Te noto como en suspensión, no se si me explico.
-Sí, será eso. Lo dicho –le acaricié las manos con la que me quedaba libre, lo cual hizo que se sonrojara otra vez-, serán las medicinas. Tú no me hagas mucho caso.
-Vale guapo –me guiñó un ojo de una forma sensual-. Bueno, yo me voy entonces, que ya tengo todo lo de tu casa en mi caravana, solo queda cerrar el contrato del piso con tu casero, y ya estarás oficialmente viviendo conmigo –rió, tornando en un color rojo mas intenso sus mejillas, que con su sonrisa y sus verdes ojos hacían una combinación perfecta.
-Gracias, Eli, no sé que haría sin ti –acerqué sus manos hacia mí y las bese, tiernamente-. Ahora mismo, lo eres todo para mí.

Tras estas palabras no pudo aguantar el apartarla mirada, con una timidez y vergüenza propias del momento. Yo tampoco sabía porque había hecho eso, pero tampoco me parecía tan malo. Sé que no era propio de mí el hacer esas cosas, pero tampoco creía que le fuera a molestar, aunque por ese sonrojo yo diría que no le molesto mucho que digamos. La miré a los ojos, esperando alguna respuesta por su parte, pero solo obtenía un color rojizo en sus mejillas y una mirada tímida, que parecía huir de la mía.

-Joder Jack, que... no me esperaba eso de ti –consiguió mantener unos segundos sus ojos mirándome a la cara, en vez de al suelo de la habitación.
-Si te soy sincero, yo tampoco me creo que halla hecho eso, pero creo que tampoco ha sido tan malo, ¿no? –la miré fijamente a los ojos.
-No... –tartamudeó levemente-, lo que pasa es que me sorprendió, nada más –clavó sus ojos verdosos en los míos y luego me sonrió ampliamente, ladeando levemente la cabeza.
-Bueno, mientras no te halla molestado me conformo.
-Descuida –se acercó a mí y me beso sonoramente en la mejilla, haciendo que fuese yo el que se sonrojara.

La verdad, no sabía el porque estaba pasando aquello. No me disgustaba pero era algo extraño. Era la necesidad un cambio radical, tenía que cambiar ya esa personalidad tan seca, tenía que empezar a sonreír, pero no quería hacerlo. El recuerdo de Amy seguía presente, aunque ya en menor medida. Pero a pesar del tiempo que ha pasado, sigo machacándome la cabeza.

Yo antes del accidente no era así. Era una persona mas alegre, a pesar de la dificultad de la situación ya que, a pesar de tener ambos un trabajo y vivir bien en una casa que era perfecta para cubrir nuestras necesidades, seguía existiendo ese inconveniente de la falta de tiempo para estar juntos. Casi no teníamos tiempo para estar el uno junto al otro, y cada vez que lo teníamos, solíamos organizar cenas o excursiones con nuestros amigos y conocidos. Nos sociabilizábamos. Ahora miraba como todo aquello que fui se esfumó, y no había caído en la cuenta de como había cambiado mi forma de ser. Cada vez que Eli me visitaba, sentía esa necesidad de volver a ser aquel tipo simpático y alegre que era antes. Era como si de ella saliese un aura de felicidad y quisiera transmitírmela, pero que por mi situación sentimental y emocional en ese momento, me costaba contagiarme de ese sentimiento: felicidad. Yo quería volver a sentirme feliz, volver a sonreír, y creo que Elízabeth era la solución y el empuje para poder conseguirlo. Aunque, por otro lado estaba Angie, que su aura era muchísimo mas fuerte. Ella desprendía pureza, serenidad, tranquilidad, y sobre todo felicidad, a pesar de que casi la mato. Pero no era lo mismo, Eli era alguien a quien conocí en mi mas tierna infancia, y sin embargo a Angie la conocí de una forma mas “chocante”, nuestra primera impresión fue mas “impactante”. No se a donde iba a ir a parar con todo esto, pero lo importante para mí era que estaba empezando a tener la intención de cambiar. Que para mí, eso era un paso demasiado grande, pero tenía que intentarlo. Al menos el tema de la sociabilidad. Tenía que recuperar algunos amigos, y si no, hacer amigos nuevos. Tarde o temprano serían necesarios. Solo quería no volver a equivocarme otra vez, esta vez tenían que ser amigos de verdad, y de momento se que tenía a una: Elízabeth, una mujer de las que ya no quedan.

-Lo dicho, enano –su voz volvió a interrumpir mis pensamientos-. Me voy ya, que voy a ver si localizo al tipo este para lo de finiquitar el tema del piso. Pórtate bien, ¿si? –me sonrió amablemente mientras me señalaba con el dedo como solían hacer nuestras madre cuando nos advertían de las cosas-. No quiero llegar y enterarme de que no haces caso a estos raritos –rió y me beso la mejilla.
-Descuida Eli, me portare bien –reí para mi mismo-, haré casi todo lo que me pidan.
-Así me gusta –seguía con esa sonrisa en los labios, mientras me miraba a los ojos.

Tras este momento, me dio un pequeño apretón de manos y se fue, sonriente. Yo me quede anonadado. No se porqué, pero sentía como mis mejillas ardían, lo cual me daba a pensar que estaba completamente sonrojado, pero no sabía porqué. No es que Eli fuese fea, o que no me llamase la atención. Al contrario, siempre ha habido algo en ella que me ha llamado la atención. Era bastante atractiva, pero nunca la había visto como algo más que una amiga. Le estoy cogiendo cariño, pero no quiero enamorarme de ella... ¿o sí?

La habitación me ahogaba con un silencio aterrador. Angie se supone que está dormida en su cama. Solo espero no haberla molestado con mis comentarios, pero tenía que entenderme. Todo lo que había pasado, era extraño para mi. Y no me gustaría que se volviese a repetir. Ahora otro nombre me rondaba por la cabeza, un nombre que sonaba mucho de haberlo escuchado en algún sitio. Tendría que investigar más, o preguntarle a él directamente si volvía a aparecer por la habitación. Tenía algunas sospechas, pero era demasiado raro que realmente fuese quien creo que es: Gabriel.