Capítulo 1
Como cada 17 de mayo, me dirigí al cementerio para celebrar su cumpleaños. Por el camino compré un ramo de rosas, el más bonito que había, y se lo llevé como regalo. Siempre que iba estaba solo, no había nadie más allí, y eso me hace sentir aún más la soledad. Habían pasado ya cinco años desde aquel fatídico día... en el que la perdí. Todavía me arrepentía de no haber ido yo a buscar a su hermano. Me seguía desvelando por las noches oyendo su dulce voz susurrándome al oído un "te amo", e incontables habían sido las veces que he intentado acabar con mi sufrimiento, pero no podía hacerlo... por ella. Siempre me decía que había un motivo por el que despertarse cada día con ganas de vivir a tope cada instante, cada segundo, que si algún día ella no estuviera conmigo, que siguiese adelante con mi vida. No podía continuar con ese dolor. Había perdido amigos, familia... y perdí hasta mi gato... por no poder olvidarla. Hacía meses que no pasaba por el trabajo, aunque mi jefe me dio bastante tiempo para intentar recuperarme. No podía.
-Hola mi amor –dije arrodillándome ante la fría lápida-. Te he traído tus flores favoritas... como todos los años. Sé que, a pesar de que no estas, sigues estando conmigo... puede ser obsesión, lo se, pero es que no tengo a nadie mas... Sé que pensarás: “Que coñazo de tío, que ni muerta me deja en paz”, pero es que no puedo. Todos los días recuerdo tus caricias al despertar, siento tu calor en mi piel... recuerdo esos besos que me dabas con dulzura... -se me escapaban las lágrimas-, no puedo seguir así... ya no aguanto más... voy a romper la promesa que te hice de seguir adelante... es lo único que haré que no te gustará. A lo mejor así consigo verte... una vez más...
Me levanté del suelo, secándome las lagrimas que no paraban de recorrer mi cara, y me dirigí hacia mi moto, corriendo. Arranqué y, volviendo la vista un segundo atrás, aceleré y me puse rumbo hacia el lugar en el que mi triste historia terminaría. O eso pretendía. Saltándome los semáforos, atravesando las vías de los trenes urbanos y cerrando la vista por segundos, llegué a la ansiada autopista. El dolor que sentía por la impotencia de no poder continuar mi vida hacía que tuviera mas ganas de terminar con esta, y por ello iba mirando cada dos por tres el carril que venía en dirección contraria. Aún recordaba sus últimas palabras...
*Flash Back*
-Cari, quédate aquí y termina de preparar la comida. A mi hermano le hará mucha ilusión que le valla a buscar yo.
-Pero mi amor, estamos en hora punta y habrá mucho loco queriendo llegar a casa para comer. Prefiero ir yo, que tú no conduces muy bien...
-Venga ya, si me saque el carné a la primera y tú tuviste cuatro intentos antes de obtenerlo. Además, quiero dar un pequeño paseo, que llevamos todo el día metidos en casa.
-De acuerdo... –la miré preocupado-, pero no tardes.
-Descuida –me besó-. Hasta ahora mi amor...
*Fin Flash Back*
-Mierda... ¿por qué? ¡¿POR QUÉEEEEE?!
En un arrebato de ira, me abalancé sobre los coches que venían en dirección contraria y aceleré, cerrando por completo mis ojos para no ver lo que me daba. Pero no pasaba nada y cuando abrí los ojos al fin... Otra moto venía lanzada hacía mí y no le dio tiempo de esquivarme. Chocamos brutalmente y nuestros cuerpos colisionaron en el aire en un gran impacto. Lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento fue un sonido poco agradable: las costillas del otro motorista y las mías rompiéndose con fuerza por el choque. Después de eso no recuerdo nada. Solo sé que me desperté en el hospital, completamente vendado y enyesado, y como no... Solo. Al otro lado de la habitación estaba, el que supongo que era, el otro motorista. Él sí que tenía visita. Había dos hombres y una mujer a su lado, sosteniéndole la mano y mirándome con rabia y miedo.
-Que he hecho... –susurré para mi mismo.
¿Qué había hecho? Por culpa de mi falta de vida casi arrebaté la de otra persona. Estaba seguro de que me denunciaría por todo el daño que le había causado. Lo veía en sus miradas. Veía el desprecio y las ganas de saltarme a la yugular y estrangularme. Pero algo llamó su atención, la mano que sostenía la chica se movió, dando señales de que había despertado. A mi parecer, estaba en coma, y despertar de un coma después de un accidente como aquel era un milagro. Aquella figura balbuceó algunas palabras que no llegué a entender. No se porque, pero mi vista no quiso ver el rostro de felicidad que tenían aquellas personas al ver que su amigo reaccionaba. Para mi, aunque pareciera raro, me dolía ver la felicidad. En parte me alegraba por saber que aquel tipo seguía vivo, pero por otro lado sentía un dolor inmenso al ver que nadie se alegraba por mí, que nadie se había preocupado por mi. Eso me dolía más que las costillas que me había roto. En ese momento deseaba que realmente me hubiera muerto en aquel accidente. Bueno, accidente... intento fallido de suicidio. Je, ni eso sabía hacer bien.
Me intenté incorporar en la cama pero los putos yesos me lo impedían, y cada vez que me movía la maquinita de las pulsaciones pitaba más rápido. Menuda mierda. Alcé una de mis manos hacia el enchufe donde estaba conectada la maquina que hacía que pudiese respirar, y cuando estuve apunto de tocarlo sentí una mano posarse sobre la mía.
-Shílveorth... –una voz dulce dijo mi nombre-. Estás... vivo... –dijo entre sollozos.
Alcé la mirada y contemplé a una joven, de pelo rojo y verdes ojos, parada delante de mi, sonriendo para intentar disimular unas lágrimas que brotaban de sus ojos y recorrían sus coloradas mejillas.
-Shílveorth, ¿por qué lo has hecho? ¿Por qué has intentado matarte? -dijo apartando mi mano del enchufe-. Tú no te puedes morir. Por lo menos no en este año –todavía no llegaba a reconocer su voz.
-¿Q-Quién eres?
-¿Qué? –me miró extrañada-. ¿No me reconoces? –se llevó la mano al pecho.
-Pués... ahora mismo no... ¿Te conozco?
Aquel rostro me resultaba muy familiar pero, el rompecabezas era ya muy complicado. Trataba de encajar las piezas de mi pasado, y no encontraba la suya.
-¿Y de esto? -sacó de su camisa un colgante con un símbolo conocido-. ¿Recuerdas lo que significaba para nosotros este amuleto?
-Un momento... –ya encontré la pieza-. Tú eres... –me vino un nombre a la cabeza- Elízabeth...
-Sí, –me sonrió-, la misma. Menos mal que te acordaste. Ya empezabas a preocuparme.
-Pero... ¿tú no te habías ido a vivir al extranjero?
-Sí, y vine de vacaciones. Y por si me preguntas, me enteré de lo tuyo gracias a mi trabajo. Soy periodista, y escuché lo del accidente brutal en la autopista y me puse a investigar.
-Sigues igual de curiosa que siempre... ¿eh?
-Pues si no llega a ser por mi curiosidad, no te habría venido a visitar. Y me enteré hace poco de lo de tu pareja. No pude venir antes porque no he podido.
-Eso fue ya hace mucho tiempo... -la miré con recelo.
-Ya, pero entre el trabajo y los viajes… y mi falta de memoria para algunas cosas pues... no pude venir. Perdóname.
-No tienes por qué pedir perdón. Tú no tienes la culpa de lo que pasó. Yo sí...
-¿Cómo que tú sí?
-Si yo hubiera ido en su lugar a buscar a su hermano... ella aún estaría viva.
-Odiaba cuando te ponías así, y veo que no has cambiado. Y para colmo te has intentado suicidar hace un momento... hay algo que desconozco de ti, Shilver... ¿que ha sido de ti todos estos años?
-Pues, para serte sincero, no es la primera vez que intento suicidarme y me sale mal –señalé a la otra cama, donde seguían aquellas personas hablándole al tipo recién despierto-. Llevo cinco años aislándome del mundo. La muerte de Amy me afecto mucho. Tanto, que ni lo que queda de mi familia me habla ni me llama. Me han despedido del curro, me he quedado sin amigos… y sin gato –reí levemente-, me he quedado completamente solo. Lo único que me queda es mi moto, mi guitarra y la fría lápida de Amy en el cementerio.
-Y, ¿dónde estas viviendo? –dijo sentándose en el borde de la cama.
-Todavía sigo en aquel piso en el centro. Aunque dentro de poco empezaran a embargármelo todo. No tengo con que pagar mis pertenencias –la cara de la joven cambiaba por momentos-. Encima se me acabó el tiempo del paro y no tengo nada de donde poder sacar algo de dinero. Lo único que me queda para subsistir son los comederos sociales.
-Dios... Shílver... ¿y por qué no me llamaste? Yo podía haberte buscado algo...
-Porque perdí mi agenda. Y sabes que los móviles nunca han sido mi fuerte. Además, no me gusta dar pena a la gente.
-No es pena, so idiota. Es amistad. Los amigos se ayudan cuando es necesario ayudar.
-Da igual –aparté por momentos la mirada-. Estoy seguro de que el tipo de al lado me denunciará y, al no poder pagarle, me meterán en la cárcel.
-Pues no pienso dejar que eso ocurra.
-Da lo mismo. Es más, en la cárcel por lo menos tendré un lugar en el que dormir sin tener que pagar. Y la comida no creo que esté tan mal.
-¡NO DIGAS ESO NI EN BROMA! –se levantó gritando y apretando los puños.
-A nadie le va a importar...
-No te pego porque te rompería el collarín.
-¿A qué viene eso?
-Eso de que a nadie le va a importar que te vallas... no es cierto. Yo si te echaría de menos.
-¿Qué? Pero... tú...
-Yo soy tu amiga. Nos conocemos desde hace años, prácticamente desde que nacimos. Es NORMAL que me preocupara por tu encarcelamiento. Idiota...
-Eli... lo-lo siento... llevo cinco años solo. Es mas, hace mucho tiempo que no te veo ni hablo contigo...
-¿Tú no ves la tele o que?
-Te recuerdo que estoy desesperado por seguir viviendo. No tengo ni un puto duro, solo me queda lo que me dejaron mis padres en herencia, y no es mucho que digamos...
-Joder, Shílver –me apretó con cuidado la mano-. Pues decidido. En cuanto te recuperes te vienes conmigo.
-¿A dónde?
-A mi casa, recoges todas tus cosas y te vienes conmigo.
-Ni de coña –le respondí con un tono seco y cortante-. No pienso vivir de la caridad.
-Me da exactamente igual lo que digas, te vienes conmigo y punto.
-Que no, joder...
-Shílveorth, no pienso dejar que te ocurra nada malo. Quieras o no te vienes conmigo, y no acepto un no por respuesta.
-Ya te dije que no pienso vivir de la caridad. Y mucho menos vivir por el morro en el extranjero, que encima es muchísimo mas caro.
-Shil, que no me toques los cojones que sabes que puedo contigo.
-No me llames Shil... Sabes que no me gusta que me llamen así.
-Pues cállate y acepta mi invitación.
-Está bien... me cago en...
-Calladito la boca.
-¡Queréis callaros de una puta vez! ¡En esta habitación hay más gente! ¡¿O acaso no tenías suficiente con estrellarte contra mi hermana?! –nos gritó uno de los que estaba allí-. Maldito bastardo...
Como cada 17 de mayo, me dirigí al cementerio para celebrar su cumpleaños. Por el camino compré un ramo de rosas, el más bonito que había, y se lo llevé como regalo. Siempre que iba estaba solo, no había nadie más allí, y eso me hace sentir aún más la soledad. Habían pasado ya cinco años desde aquel fatídico día... en el que la perdí. Todavía me arrepentía de no haber ido yo a buscar a su hermano. Me seguía desvelando por las noches oyendo su dulce voz susurrándome al oído un "te amo", e incontables habían sido las veces que he intentado acabar con mi sufrimiento, pero no podía hacerlo... por ella. Siempre me decía que había un motivo por el que despertarse cada día con ganas de vivir a tope cada instante, cada segundo, que si algún día ella no estuviera conmigo, que siguiese adelante con mi vida. No podía continuar con ese dolor. Había perdido amigos, familia... y perdí hasta mi gato... por no poder olvidarla. Hacía meses que no pasaba por el trabajo, aunque mi jefe me dio bastante tiempo para intentar recuperarme. No podía.
-Hola mi amor –dije arrodillándome ante la fría lápida-. Te he traído tus flores favoritas... como todos los años. Sé que, a pesar de que no estas, sigues estando conmigo... puede ser obsesión, lo se, pero es que no tengo a nadie mas... Sé que pensarás: “Que coñazo de tío, que ni muerta me deja en paz”, pero es que no puedo. Todos los días recuerdo tus caricias al despertar, siento tu calor en mi piel... recuerdo esos besos que me dabas con dulzura... -se me escapaban las lágrimas-, no puedo seguir así... ya no aguanto más... voy a romper la promesa que te hice de seguir adelante... es lo único que haré que no te gustará. A lo mejor así consigo verte... una vez más...
Me levanté del suelo, secándome las lagrimas que no paraban de recorrer mi cara, y me dirigí hacia mi moto, corriendo. Arranqué y, volviendo la vista un segundo atrás, aceleré y me puse rumbo hacia el lugar en el que mi triste historia terminaría. O eso pretendía. Saltándome los semáforos, atravesando las vías de los trenes urbanos y cerrando la vista por segundos, llegué a la ansiada autopista. El dolor que sentía por la impotencia de no poder continuar mi vida hacía que tuviera mas ganas de terminar con esta, y por ello iba mirando cada dos por tres el carril que venía en dirección contraria. Aún recordaba sus últimas palabras...
*Flash Back*
-Cari, quédate aquí y termina de preparar la comida. A mi hermano le hará mucha ilusión que le valla a buscar yo.
-Pero mi amor, estamos en hora punta y habrá mucho loco queriendo llegar a casa para comer. Prefiero ir yo, que tú no conduces muy bien...
-Venga ya, si me saque el carné a la primera y tú tuviste cuatro intentos antes de obtenerlo. Además, quiero dar un pequeño paseo, que llevamos todo el día metidos en casa.
-De acuerdo... –la miré preocupado-, pero no tardes.
-Descuida –me besó-. Hasta ahora mi amor...
*Fin Flash Back*
-Mierda... ¿por qué? ¡¿POR QUÉEEEEE?!
En un arrebato de ira, me abalancé sobre los coches que venían en dirección contraria y aceleré, cerrando por completo mis ojos para no ver lo que me daba. Pero no pasaba nada y cuando abrí los ojos al fin... Otra moto venía lanzada hacía mí y no le dio tiempo de esquivarme. Chocamos brutalmente y nuestros cuerpos colisionaron en el aire en un gran impacto. Lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento fue un sonido poco agradable: las costillas del otro motorista y las mías rompiéndose con fuerza por el choque. Después de eso no recuerdo nada. Solo sé que me desperté en el hospital, completamente vendado y enyesado, y como no... Solo. Al otro lado de la habitación estaba, el que supongo que era, el otro motorista. Él sí que tenía visita. Había dos hombres y una mujer a su lado, sosteniéndole la mano y mirándome con rabia y miedo.
-Que he hecho... –susurré para mi mismo.
¿Qué había hecho? Por culpa de mi falta de vida casi arrebaté la de otra persona. Estaba seguro de que me denunciaría por todo el daño que le había causado. Lo veía en sus miradas. Veía el desprecio y las ganas de saltarme a la yugular y estrangularme. Pero algo llamó su atención, la mano que sostenía la chica se movió, dando señales de que había despertado. A mi parecer, estaba en coma, y despertar de un coma después de un accidente como aquel era un milagro. Aquella figura balbuceó algunas palabras que no llegué a entender. No se porque, pero mi vista no quiso ver el rostro de felicidad que tenían aquellas personas al ver que su amigo reaccionaba. Para mi, aunque pareciera raro, me dolía ver la felicidad. En parte me alegraba por saber que aquel tipo seguía vivo, pero por otro lado sentía un dolor inmenso al ver que nadie se alegraba por mí, que nadie se había preocupado por mi. Eso me dolía más que las costillas que me había roto. En ese momento deseaba que realmente me hubiera muerto en aquel accidente. Bueno, accidente... intento fallido de suicidio. Je, ni eso sabía hacer bien.
Me intenté incorporar en la cama pero los putos yesos me lo impedían, y cada vez que me movía la maquinita de las pulsaciones pitaba más rápido. Menuda mierda. Alcé una de mis manos hacia el enchufe donde estaba conectada la maquina que hacía que pudiese respirar, y cuando estuve apunto de tocarlo sentí una mano posarse sobre la mía.
-Shílveorth... –una voz dulce dijo mi nombre-. Estás... vivo... –dijo entre sollozos.
Alcé la mirada y contemplé a una joven, de pelo rojo y verdes ojos, parada delante de mi, sonriendo para intentar disimular unas lágrimas que brotaban de sus ojos y recorrían sus coloradas mejillas.
-Shílveorth, ¿por qué lo has hecho? ¿Por qué has intentado matarte? -dijo apartando mi mano del enchufe-. Tú no te puedes morir. Por lo menos no en este año –todavía no llegaba a reconocer su voz.
-¿Q-Quién eres?
-¿Qué? –me miró extrañada-. ¿No me reconoces? –se llevó la mano al pecho.
-Pués... ahora mismo no... ¿Te conozco?
Aquel rostro me resultaba muy familiar pero, el rompecabezas era ya muy complicado. Trataba de encajar las piezas de mi pasado, y no encontraba la suya.
-¿Y de esto? -sacó de su camisa un colgante con un símbolo conocido-. ¿Recuerdas lo que significaba para nosotros este amuleto?
-Un momento... –ya encontré la pieza-. Tú eres... –me vino un nombre a la cabeza- Elízabeth...
-Sí, –me sonrió-, la misma. Menos mal que te acordaste. Ya empezabas a preocuparme.
-Pero... ¿tú no te habías ido a vivir al extranjero?
-Sí, y vine de vacaciones. Y por si me preguntas, me enteré de lo tuyo gracias a mi trabajo. Soy periodista, y escuché lo del accidente brutal en la autopista y me puse a investigar.
-Sigues igual de curiosa que siempre... ¿eh?
-Pues si no llega a ser por mi curiosidad, no te habría venido a visitar. Y me enteré hace poco de lo de tu pareja. No pude venir antes porque no he podido.
-Eso fue ya hace mucho tiempo... -la miré con recelo.
-Ya, pero entre el trabajo y los viajes… y mi falta de memoria para algunas cosas pues... no pude venir. Perdóname.
-No tienes por qué pedir perdón. Tú no tienes la culpa de lo que pasó. Yo sí...
-¿Cómo que tú sí?
-Si yo hubiera ido en su lugar a buscar a su hermano... ella aún estaría viva.
-Odiaba cuando te ponías así, y veo que no has cambiado. Y para colmo te has intentado suicidar hace un momento... hay algo que desconozco de ti, Shilver... ¿que ha sido de ti todos estos años?
-Pues, para serte sincero, no es la primera vez que intento suicidarme y me sale mal –señalé a la otra cama, donde seguían aquellas personas hablándole al tipo recién despierto-. Llevo cinco años aislándome del mundo. La muerte de Amy me afecto mucho. Tanto, que ni lo que queda de mi familia me habla ni me llama. Me han despedido del curro, me he quedado sin amigos… y sin gato –reí levemente-, me he quedado completamente solo. Lo único que me queda es mi moto, mi guitarra y la fría lápida de Amy en el cementerio.
-Y, ¿dónde estas viviendo? –dijo sentándose en el borde de la cama.
-Todavía sigo en aquel piso en el centro. Aunque dentro de poco empezaran a embargármelo todo. No tengo con que pagar mis pertenencias –la cara de la joven cambiaba por momentos-. Encima se me acabó el tiempo del paro y no tengo nada de donde poder sacar algo de dinero. Lo único que me queda para subsistir son los comederos sociales.
-Dios... Shílver... ¿y por qué no me llamaste? Yo podía haberte buscado algo...
-Porque perdí mi agenda. Y sabes que los móviles nunca han sido mi fuerte. Además, no me gusta dar pena a la gente.
-No es pena, so idiota. Es amistad. Los amigos se ayudan cuando es necesario ayudar.
-Da igual –aparté por momentos la mirada-. Estoy seguro de que el tipo de al lado me denunciará y, al no poder pagarle, me meterán en la cárcel.
-Pues no pienso dejar que eso ocurra.
-Da lo mismo. Es más, en la cárcel por lo menos tendré un lugar en el que dormir sin tener que pagar. Y la comida no creo que esté tan mal.
-¡NO DIGAS ESO NI EN BROMA! –se levantó gritando y apretando los puños.
-A nadie le va a importar...
-No te pego porque te rompería el collarín.
-¿A qué viene eso?
-Eso de que a nadie le va a importar que te vallas... no es cierto. Yo si te echaría de menos.
-¿Qué? Pero... tú...
-Yo soy tu amiga. Nos conocemos desde hace años, prácticamente desde que nacimos. Es NORMAL que me preocupara por tu encarcelamiento. Idiota...
-Eli... lo-lo siento... llevo cinco años solo. Es mas, hace mucho tiempo que no te veo ni hablo contigo...
-¿Tú no ves la tele o que?
-Te recuerdo que estoy desesperado por seguir viviendo. No tengo ni un puto duro, solo me queda lo que me dejaron mis padres en herencia, y no es mucho que digamos...
-Joder, Shílver –me apretó con cuidado la mano-. Pues decidido. En cuanto te recuperes te vienes conmigo.
-¿A dónde?
-A mi casa, recoges todas tus cosas y te vienes conmigo.
-Ni de coña –le respondí con un tono seco y cortante-. No pienso vivir de la caridad.
-Me da exactamente igual lo que digas, te vienes conmigo y punto.
-Que no, joder...
-Shílveorth, no pienso dejar que te ocurra nada malo. Quieras o no te vienes conmigo, y no acepto un no por respuesta.
-Ya te dije que no pienso vivir de la caridad. Y mucho menos vivir por el morro en el extranjero, que encima es muchísimo mas caro.
-Shil, que no me toques los cojones que sabes que puedo contigo.
-No me llames Shil... Sabes que no me gusta que me llamen así.
-Pues cállate y acepta mi invitación.
-Está bien... me cago en...
-Calladito la boca.
-¡Queréis callaros de una puta vez! ¡En esta habitación hay más gente! ¡¿O acaso no tenías suficiente con estrellarte contra mi hermana?! –nos gritó uno de los que estaba allí-. Maldito bastardo...
Aquellas palabras me dolían cada vez mas… me sentía cada vez mas hundido en la mierda en la que ya estaba metido. No me podía creer todavía lo que había hecho... intenté quitarme la vida y encima, en el intento... casi me llevo a alguien por delante, alguien que no tenía porqué pagar mis penas. Aquel tipo seguía soltando insultos contra mí, pero yo no podía hacer más que mirar el cuerpo inerte de “su hermana”. No pude contener las lágrimas y enseguida estas comenzaron a caer por mis mejillas llenas de vendas y cicatrices. Enseguida llegó la enfermera y comenzó a rodar la cortinita para separar la habitación en dos. Antes que aquel manto blanco tapara mi visión del otro lado de la habitación pude ver como la mano de la joven que yacía tendida en la cama agarró con fuerza la de aquel chico, y este al fin dejó de insultar y centró toda su atención y sentimiento en ella.
-Al fin se calló el tipo ese...
-Pero tiene razón, he atentado contra la vida de su hermana… en un patético e inútil intento de suicidio.
-Joder Shílver... ¿por qué lo has hecho? La vida sigue... y tú tienes que hacer lo propio. Hay más peces en el mar.
-¿Crees que no lo he intentado? –ya no pude contenerme más-, ¿crees que no he intentado olvidarla? –las lágrimas no paraban de salir y mostrar mi dolor-. No es nada fácil olvidar a alguien con el que llevas mas de quince años conviviendo... y menos si de esos quince, diez han sido de un matrimonio... ese es el mayor dolor que tengo... que estaba embarazada de un mes, joder... -lloraba sin parar, recordando que podría haber sido... padre.
-Y-Yo... -ella también comenzó a llorar-, eso yo no lo sabía...
-Claro que no lo sabías... hace mas de cinco años que no nos vemos... es normal que no lo supieras... y encima ahora esto... casi cometo el mismo error que cometió el imbécil que se la llevó... -señalé dirección a la cortina-, con ella... me siento identificado con aquel loco que acabó con la vida de Amy. Eso hace que se vuelvan a abrir las viejas heridas que todavía no habían terminado de cicatrizar.
-L-Lo siento... de verdad que no he podido venir antes... ni contactar contigo... si no créeme que lo abría hecho. Es más, te llegué a enviar algunas cartas... pero se ve que no te llegaron.
-¿Cartas? Pues... no... Y si llegaron, no creo que Amy me las ocultase. Os conocíais más que de sobra, y os llevabais bien, ¿no?
-Si, por eso lo digo. Pero muchas de esas cartas me llegaron de vuelta. No se si es que escribía mal la dirección o que fallaba algún dato.
-Pues eso yo no lo sabía...
-Disculpen... –interrumpió un medico.
-Si... –Elízabeth se secó las lágrimas con las manos-, ¿que ocurre? ¿Qué dicen los análisis?
-Si... bueno, los análisis revelan importantes y graves lesiones en el tórax, tiene usted cuatro costillas rotas y otras cinco desplazadas... hablando claro, es un milagro que siga vivo y que pueda hablar...
-Vaya, que... directo.
-Pues si, tengo que serlo, sino no se lo tomará en serio.
-¿Tomármelo en serio? ¿El qué?
-La rehabilitación. Tendrá que estar mínimo dos meses en rehabilitación.
-Joder... dos meses...
-Ánimo Shílveorth, yo estaré aquí, contigo –me agarró la mano aquella dulce mujer, que ahora volvía a sonreír-. No te preocupes, no estarás solo...
-Gracias... –le apreté la mano y sonreí-. No sabes lo que te lo agradeceré...
-Bueno, la semana que viene ya empezaremos con la rehabilitación. De momento necesita reposo, para que los huesos que le hemos recolocado vuelvan a regenerarse bien. Por eso es que vamos a dejarle inactivo una semana. Y ahora, si me lo permiten, tengo que atender a otros pacientes. Que tengan un buen día.
-Gracias doctor –le respondió ella.
-Joder, una semana aquí botado...
-Tranquilo.
-Mierda... no puedo quedarme...
-¿Por?
-El banco me va a embargar las cosas que me quedan en mi casa si no estoy allí. Tengo que ir a recogerlas...
-No te preocupes. Yo iré por ti y las guardare en mi auto caravana. Solo dame las llaves y dime donde es...
-Te portas demasiado bien conmigo a pesar de que llevamos cinco años sin vernos...
-Oye Shílver, somos amigos, ¿no? Pase el tiempo que pase lo seguiremos siendo, a no ser que nos peleemos, que entonces si que podemos dar terminada nuestra amistad –se rió sonrojada-. Pero yo no quiero que eso ocurra, así que te jodes y te vienes conmigo, ¿estamos?
-Bueno, teniendo en cuenta que me tienes contra las cuerdas y que no quiero perder mis instrumentos y mi ropa de cuero pues... vale. Me iré contigo. Pero con una condición...
-¿Cuál? –ladeó la cabeza sin entender.
-Que dos veces al año volvamos...
-¿Para qué?
-Para ponerle flores a Amy. Solo te pido eso –la miré fijamente a los ojos.
-De acuerdo. Pero ahora te pongo yo a ti una condición... -me señaló con el dedo y me picó un ojo.
-¿Una condición? ¿Si eres tú la que quiere que vaya porque me pones condiciones?
-¿Me vas a escuchar sí o no?
-Sí~, ains... dime cual es esa condición.
-Que si te vienes conmigo, hagas vida social.
-¿A qué te refieres?
-A que si te digo: vamos a salir con unos amigos, no me sueltes nada en plan: ahora no puedo, que estoy componiendo, ni mierdas de esas, ¿estamos? –frunció el cejo.
-S-Si... estamos... lo que tú digas, Eli...
-Así me gusta –sonrió como una niña pequeña-. Haciéndome caso, como tiene que ser. Jajaja.
-En fin. Gracias... de verdad... has sido la primera persona en mucho tiempo que me ha visitado, aunque no sea en las condiciones más apropiadas...
-Pues eso a partir de ahora va a cambiar, ¿vale?
-Vale... pero...
-Ains... ¿y ahora que?
-¿Qué dirá tu novio?
-No tengo novio... -me miró colorada.
-¿Qué no tienes novio? Eso si que es noticia... La reina del baile del último curso... ¿no tiene novio?
-Pues no... -se cruzó de brazos, sonrojada-. ¿Algún problema?
-No, no... ninguno...
-Pues listo. Te vienes conmigo y no se hable más –se acercó cuidadosamente a mí y me dio un suave abrazo-. Voy ya para tu casa a recoger tus cosas, vete haciendo una lista mental de lo que quieres que te coja y ahora me lo dices, ¿vale?
-Puff, eso de lista mental me va a costar... -reí.
-Tienes razón –rió ella también-, tú nunca has sido de usar la cabeza... Jajaja.
-¡Eh, pero serás...!
Salió de la habitación riéndose, con las mejillas sonrojadas y una dulce sonrisa. Elízabeth, mi mejor amiga... No se como le agradeceré todo lo que me ha dado, pero lo haré. Pero, ha pesar de todo lo bueno que me acaba de suceder, no podía quitarme de la cabeza a la chica de al lado. ¿Estaría ella también en las mismas condiciones que yo? ¿O estaría peor? Mejor no pensar en eso que luego tenía pesadillas. Mi mirada no se apartaba de la cortina que nos separaba, y en mi cabeza rondaban cosas que no me dejaban tranquilo. La culpabilidad estaba ahí, eso estaba claro, pero luego era algo como... si sintiese que la culpa no es solo mía. ¿Por qué ningún otro conductor me dio? ¿Todos me esquivaban? Ni siquiera un camión cisterna o una grúa... o una guagua... algo... Pues no, tenía que ser una pobre chica... o mujer que tuvo menos suerte que los demás al toparse conmigo sin opción a esquivarme. Ahora solo me queda esperar a que empiece con la rehabilitación y ver sí, de algún modo, puedo entablar conversación con ella y pedirle perdón, aunque no me lo dé. Ahora comienza una nueva y difícil etapa de mi vida... aunque yo hace unos instantes quería volver a intentar terminar con esta. ¿Qué me depararía el futuro ahora que sigo vivo? No lo se pero... sea lo que sea lo esperaré ansioso. Quiero ver si es mas interesante que lo que me ha pasado hasta ahora, que de seguro lo será... quitando a Amy. Elízabeth, te convertiste en mi nuevo ángel de la guarda. No te defraudaré.