Se Buscan Autores

Para todos aquellos que les guste escribir todo tipo de historias con todo tipo de contenidos, éste es su lugar: Dark Business.

Así que, si te interesa publicar en el blog tus historias, escríbeme a: KeiraLogan@gmail.com y estaré encantada de incluíros como autores.

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Bienvenidos a Dark Business

Bienvenidos a Dark Business, un blog donde podréis encontrar fanfics variados de autores diferentes.

Espero que os gusten, de verdad...

Es IMPORTANTE leer las presentaciones de los autores para saber, más o menos, su método de trabajo.

Para dudas y sugerencias que no entren en el tag (asi como peticiones para unirse al blog) mandad un email aquí: KeiraLogan@gmail.com

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Pausa general

Llevo bastante tiempo pensando, negando lo evidente, pero creo que es una gran estupidez seguir negándolo. Abrí este blog con el fin de pasar el rato, de postear mis fanfics, y después para darle una oportunidad de publicar a otros autores. Pero llevo ya mucho tiempo dejando todo esto de lado, y la mayor parte de los demás autores (por no decir todos) pasan absolutamente de este blog. Así que no me queda más remedio que hacer lo siguiente:

Este blog queda parado. No se volverá a publicar absolutamente nada (al menos mío) en una temporada.

Disculpad las molestias.

Kyara.

P.D: quizás acabe dejando este blog solo para mis publicaciones y para nadie más.

jueves, 23 de febrero de 2012

Love and Hate

Love and Hate

Cada vez que te miro siento náuseas. Te odio. No entiendo cómo puedes sonreír de esa forma tan inocente. Como puedes mostrar tanta despreocupación en tus ojos verdes.
No lo entiendo.
Sobre todo después de verte en tu faceta más sádica.
Y pensar que Lovino se sienta a tu lado tan confiado... debería saber cómo eres en realidad. Cómo me gustaría verlo, mirándote asustado, alejándose de ti. El dolor en tu rostro al quedarte solo nuevamente.
Así tal vez podrías volver a mí.
En aquella época ambos nos asemejábamos a monstruos sedientos de sangre, de batallas y de muerte, luchando el uno contra el otro una y otra vez. Ambos buscábamos la caída del otro. Fueron incontables las veces que te tuve prisionero. Y también incontables las veces que tú me tuviste a mi.
Cómo adoraba tenerte a mis pies, encadenado, sangrando, con furia en los ojos. Tenías una expresión tan adorable que me habría gustado retratarte así desde todos los ángulos posibles. Mi preciado botín de guerra. Un botín de guerra con un hermoso rostro, una piel cobriza y con más furia que el mar en un día de tormenta.
Pero nunca conseguí que derramaras ni una sola lágrima.
Te encadené. Te golpeé. Te corté. Usé un látigo sobre tu espalda. Te humillé de cualquier forma posible. Te violé. Estuviste a punto de desangrarte. Pero no derramaste ni tan siquiera una lágrima.
Con todas las que yo he derramado a causa de ti...
Cada vez que me golpeabas con toda esa fuerza. Cada vez que me humillabas y te reías de mí. Cada vez que me tomabas a la fuerza.
Cada vez que te alejabas de mí.
Era insoportable. Y lo sigue siendo.
Muchas veces desearía volver a lo de antes, a todas esas batallas, tan solo por tener una excusa para estar a tu lado, aunque fuese como un prisionero. O para tenerte como prisionero yo a ti. No sabes cómo lo anhelo, cómo echo de menos deslizar mis manos por tu cuerpo, mis labios por tu cuello, enterrarme dentro de ti.
O todo lo contrario.
Echo de menos ese ardor, esas palabras que me decías. Incluso los golpes. Cualquier cosa con tal de sentirte.
Y las batallas... Ah, era tan condenadamente emocionante luchar contra ti. Toda la pasión que ponías en cada lucha, la fuerza utilizada en cada uno de tus golpes, las palabras llenas de odio, las miradas colmadas de furia, todo era increíblemente maravilloso, un verdadero espectáculo. Sobre todo cada vez que mi espada conseguía arañarte. Estábamos siempre tan enfrascados luchando que, a pesar de estar cubiertos de heridas, no podíamos parar.
Era una droga.
Aunque si hay una cosa que supera a todas esas batallas, era cuando conseguía atraparte. Era entonces cuando empezaba la diversión de verdad. El momento en el que comprobaba hasta dónde podía llegar esa maldita resistencia tuya.
Recuerdo la primera vez que te tuve solo para mí. No dejabas de insultarme, de intentar morderme, de escupirme, de resistirte. Cómo disfruté de aquellas caricias robadas, de los besos tomados sin permiso a pesar de la sangre resultado de tus mordiscos. Nunca había disfrutado tanto tomando a alguien como aquella vez. Trataste de resistirte con todas tus fuerzas, por supuesto, pero yo pude más. En aquel momento era superior a ti, y no solo porque tú estuvieras encadenado. Me sentía superior simplemente por gozar del privilegio de tenerte completamente a mi disposición, tanto física como emocionalmente.
Te aferraste como pudiste a la cadena de los grilletes que mantenían tus manos apresadas, y tratabas, aunque en vano, de contener la voz. Los gritos. Y aunque siempre lo negarás, algún que otro gemido. Y tu mirada... para mí era una maravilla, ver tu rostro, tu mirada llena de dolor, furia y odio, reflejados en el espejo que había colocado justo delante de nosotros. No quería perderme detalle alguno, y esa era la mejor forma para conseguirlo.
El sudor perlando tu piel. La sangre corriendo por tus brazos. Por tus piernas. Las heridas de tu espalda. La calidez de tu interior. La intensidad de tus gritos. Todo eso ha quedado grabado en mi mente de tal forma que, pasen los años que pasen, no podré olvidarlo nunca.
Me revuelvo en la silla, incómodo. ¿Por qué ahora, después de todos estos años, me diriges la mirada? Hacía mucho tiempo, tal vez demasiado, desde la última vez que me miraste a los ojos. ¿Serás capaz de ver lo que siento reflejado en mi mirada? Por un lado, me gustaría que lo vieras, me gustaría que te dieses cuenta de todo lo que siento.
Por otro lado, tengo miedo.
Miedo de que me destroces de nuevo con esa maldita compasión tuya.
La última vez que me tuviste fue diferente a todas las demás. Dejaste de lado los golpes, sustituyéndolos por caricias. Dejaste atrás los mordiscos, sustituyéndolos por dulces besos. Por una vez, no usaste los grilletes. Tampoco hacían falta.
Fue entonces cuando pensé que tal vez todas las veces anteriores te habías dejado capturar por mí a propósito, que en realidad lo que querías no era luchar contra mí con una espada o una alabarda, sino que preferías otro tipo de lucha. La que llevan a cabo las manos buscando robar caricias del cuerpo del otro, los labios queriendo beber de los del contrario, tus ojos verdes queriendo clavarse fijamente en los míos. Tu cuerpo, queriendo amoldarse al mío.
¿Pero eras tú el que se dejaba capturar? ¿O tal vez era yo el que se dejaba? No sabría decirlo. Aunque puedo decir que lo único que anhelaba entonces no eran las monedas de oro, ni las joyas, ni tener más territorio bajo mi bandera. Lo único que quería era la seda de tu piel, las esmeraldas de tus ojos, la miel de tus labios, las finas hebras de tu cabello, tu calidez, tu cuerpo entero solo para mí.
Y pensar que cualquier otro podría tenerte para si me hacía estremecer.
En ese momento, el último de todos, yo te deseaba a ti. Tú me deseabas a mí. Ninguno de los dos opuso resistencia alguna. Dejé que me quitaras cada prenda poco a poco, dejando al descubierto mi piel, haciendo yo lo mismo con cada centímetro de la tuya, acariciándola, sintiéndola como suave terciopelo. El camarote de tu barco era amplio, y lo habías llenado de espejos para la ocasión. A cada lugar al que mirase podía vernos reflejados, abrazados, en el suelo. Me mordiste en el cuello; yo mordí tus labios. Deslicé las manos por tu espalda; tú por mi cadera. Me besaste; te correspondí. Y entonces, te sentí penetrarme. Habían sido tantas las veces que lo habías hecho a la fuerza que esta vez ningún grito escapó por mi garganta. Tan solo gemidos y jadeos que dejé escapar en tus oídos. Me aferré a ti, moviéndome al mismo ritmo al que te movías tú, haciendo que así llegases cada vez más al fondo. Quería sentirte aún más. Quería volverme loco con el contacto de tu piel con la mía. No podía parar de decir tu nombre entre gemidos, y el escuchar mi nombre en tu voz me hizo sentir completo.
Cuando terminó todo, apoyaste tu cabeza en mi pecho, y yo te rodeé con mis brazos. No quería que te separaras de mí, pero lo hiciste. Y mi corazón se llenó de dolor y desesperanza. Al fin y al cabo, estábamos en medio de una guerra en la que tú eras mi enemigo y yo el tuyo.
Ésta sería la última vez que podríamos volver a estar así.
Han pasado siglos desde aquello. Ya no luchamos el uno contra el otro. Ya no somos enemigos. Pero no puedo tenerte a mi lado. Yo tengo a Alfred; tú tienes a Lovino. Pero aun así, no dejo de sentirme culpable por iniciar esa maldita guerra. Y no puedo dejar de culparte por no venir a mí una vez que ésta terminó.
Por eso te odio.
Por fin Alfred ha terminado de hablar. La reunión se ha dado por finalizada. Me acerco a ti rápidamente. Es ahora o nunca.
-Antonio, ¿puedo hablar un momento contigo?
Me miras, extrañado. Sé que no es normal en mí dirigirte la palabra de esta forma.
-Por supuesto... Lovi, ¿puedes esperarme, por favor?
-Esto... Antonio, ¿te importa que sea en mi casa? Es mucho de lo que tengo que hablarte, y aquí no podemos hablar con tranquilidad.
Pareces dudar. Cruzo los dedos detrás de mi espalda. Al final, asientes con la cabeza. Me siento aliviado.
El camino hasta mi casa no es largo, pero pienso que ojala dure eternamente. Me siento bien a tu lado. No quiero que esta sensación desaparezca. Nada más llegar pasas al salón. Te sirvo un té, reservado especialmente para ti.
I’m sorry, Antonio.
Cuando despiertas, aturdido, tratas de levantarte. Te extrañas de no ser capaz de ello. Te miras y te das cuenta de que tus pies y tus manos están encadenados. Entonces alzas la cabeza y me miras. Hay furia en tus ojos.
-¡¿Qué demonios me has hecho, Arthur?!
Sonrío. Me acerco.
-Tan solo quiero revivir viejos tiempos, Antonio. Solo eso.
En tu mirada aparece una chispa de comprensión. De pronto, se transforma en miedo. No tienes delante al Arthur de siempre. Ahora estoy en mi versión más cruel, más sádica.
Te hago levantarte y engancho los grilletes que apresan tus manos a un gancho en el techo. Alcanzo un cuchillo de la mesa que tengo al lado, y con él reduzco tu camisa a simples jirones tirados en el suelo.
-Tienes miedo, ¿verdad?-digo, pasando la punta del cuchillo suavemente por tu pecho, pero sin cortarte. No quiero dañar tu piel. No aún.
-Nunca.
Pero lo veo tan claramente en tus ojos...
Me aparto para colocarme tras de ti, y es entonces cuando ves el espejo que hay delante de nosotros. El mismo espejo que usé aquella vez.
Uso el cuchillo de nuevo, esta vez para deshacerme de tus pantalones y tu ropa interior. No había olvidado cómo de hermoso era tu cuerpo. Es algo que nunca podría olvidar. Dejo el cuchillo a un lado y deslizo las manos por la piel de tu espalda, tan suave como siempre. Después, te araño, dejando marcas rojas por toda tu espalda. Y te oigo gritar. Música para mis oídos.
-¡Déjame marchar, Arthur, joder! ¿Qué demonios es lo que quieres de mí?
Sonrío una vez más. Creo que deberías saberlo.
-Sólo hay una cosa que nunca he visto de ti. Nunca te he visto llorar. Y llevo demasiados años esperando para ver ese espectáculo.
Te penetro. Sin preparación. Gritas aún más fuerte. Y sin esperar ni un segundo comienzo a moverme con furia. Con deseo. Aprietas los dientes para no gritar, cierras los ojos con fuerza para no llorar. Pero vuelvo a arañarte, y no puedes evitar abrirlos de pronto.
Y ahí están. Por fin. Tus lágrimas. Tanto tiempo esperando para esto...
Aun así, no dejo de moverme. Añoraba la sensación de tenerte a mis pies, de estar en tu interior Tu temperatura. Y de pronto veo tu sangre de nuevo corriendo por tus brazos. Por tus piernas.
Y siento arrepentimiento.
¿De verdad quería hacerte tanto daño?
Pero no puedo parar. Me es imposible. Sigo moviéndome en tu interior, con frenesí, hasta llegar a mi límite y sobrepasarlo. Me detengo. Me aparto. Te quito las cadenas y te dejo en el suelo, con una manta por encima. Justo cuando voy a salir por la puerta, oigo tu voz a mis espaldas.
-¿Por qué?
Me giro. Aún sigues llorando. Nunca te había visto así, tan desolado. Soy incapaz de irme sin decírtelo.
-Porque te quiero. Y te odio por no estar conmigo.
Me miras, incrédulo. Sé perfectamente que no tengo excusa para lo que te he hecho. Sé que me odiarás eternamente. Tus palabras me lo confirman.
-¿Y ésta te parece la forma correcta para hacérmelo saber? Yo también te quiero. Te quería. Pero ahora...-dejas de hablar.
De nuevo, me siento destrozado. Arrepentido. Más que odiarte, me odio a mi mismo. No sé como demonios he llegado a este punto de no retorno. Trato de pedirte disculpas, pero la voz se niega a salir de mi garganta. Te miro a los ojos, deseando una vez más que puedas leer en ellos. Pareces comprender.
-Lo siento por no haber vuelto contigo. Debería haberlo hecho, pero fui lo suficientemente estúpido como para dejarte ir-sacudes la cabeza-. Ahora es tarde, ¿verdad?
Las lágrimas empiezan a caer por mi rostro. No me hacen falta las palabras para hacerte entender lo que siento. Caigo al suelo sin poderlo evitar.
Quiero morir.
Pero tu mano acariciando mi mejilla me hace reaccionar. No hacen falta palabras. Me comprendes. Te comprendo.
Lloramos en silencio hasta el amanecer, tirados en el suelo, el uno al lado del otro. No hay otra cosa que podamos hacer.
Nos hemos condenado a nosotros mismos a permanecer separados de la persona amada.
Porque es así. Yo te amo, tú me amas.
Pero sólo se queda en un sentimiento encerrado en nuestros cuerpos.
No podemos estar juntos.
Tal vez nunca podamos volver a estarlo.
Aunque...
Nuestras miradas se dirigen al cuchillo, ahora en el suelo.
Tal vez de esa forma nadie pueda separarnos.
No podrán.
Nuestra sangre ahora se mezcla en el suelo. Nuestras manos se entrelazan sobre ella. Tu frente apoyada en la mía. Unas últimas palabras en nuestros labios.
Te querré eternamente. Más allá de la muerte.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Love and Hate - Ficha

Título: Love and Hate

Argumento:
El odio que siento hacia ti no puede compararse con el que sentía siglos atrás. Antes no era ni la sombra de lo que es ahora, y todo por la simple razón de que, aunque te odie más que a nadie en este mundo, te amo tanto que lo daría todo por ti. Y eso es lo que más odio. Porque ya nada es como antes.
¿No es así, Antonio?

Tipo: oneshot
Finalizado: no
Público: mayores de 18
Temática: yaoi, drama
Advertencias: sexo explícito, violencia, violación, muerte de personajes.
Categoría: manga/anime – Hetalia Axis Powers
Lista de capítulos: capítulo único


Love and Hate

martes, 21 de febrero de 2012

Dos Espadas - Capítulo 04

Capítulo 04

[Punto de vista de Antonio]

Abrió los ojos al sentir una mano aferrando su hombro y zarandeándole con fuerza. Al sentir un dolor punzante en la cabeza comprendió al instante lo que había sucedido. Pero no dijo nada, se limitó a observar a la persona que le había despertado.
-Capitán-uno de los guardias se inclinaba sobre él-, ¿qué ha ocurrido? ¡El inglés ha escapado!
Se incorporó lentamente, la mano apoyada en la cabeza, ligeramente mareado.
-No sé cómo, pero consiguió arrebatarme la espada y dejarme fuera de combate. Debería habérmelo esperado, es el Capitán Arthur Kirkland-se puso en pié y se sacudió la ropa.
-Capitán...-el hombre vaciló-, uno de sus superiores quiere hablar con usted.
-Entiendo-sacudió la cabeza-. Bien, entonces ve a buscar a cuatro de mis hombres y mándalos a buscarle. Mientras tanto, iré a hablar con mi superior. No tardaré en unirme a ellos.
Observó cómo el guardia salía apresuradamente de la celda y entonces se dio la vuelta y recogió los jirones de la camisa de Arthur que, por fortuna, habían pasado desapercibidos. Se los guardó en un bolsillo y salió de las mazmorras a toda prisa; mientras antes acabase con todo eso, mejor.
Nada más pisar el vestíbulo, el hombre con el que había estado hablando horas antes se le acercó con un gesto de preocupación en la cara.
-Antonio, ¿es verdad que ese pirata ha escapado?
-Sí, señor... me dejó inconsciente y me robó la espada, aún no sé cómo fue capaz de ello estando encadenado... pero por lo que parece también me quitó las llaves y se libró de las cadenas.
El hombre se llevó la mano a la frente y suspiró.
-Bueno, no fue culpa tuya, no te preocupes. Habrá que mandar a algunos hombres a buscarle.
-Ya me ocupé de eso, señor, yo me encargaré de todo.
-Muy bien dicho, Capitán, ya que es responsabilidad suya. Espero que le encuentre, la horca le está esperando-nada más decir esas últimas palabras, se dio media vuelta y se coló por una puerta.
Suspiró, aliviado. Por suerte había decidido delegar en él la búsqueda en vez de hacerlo él mismo, así podría darle más tiempo a Arthur para escapar. Subió a su habitación a por su abrigo, y después pasó por la armería a por una nueva espada.
Una vez preparado, salió a la calle en busca del rubio. Solo así estaría tranquilo, ayudándole a huir.
De forma inconsciente, llevó la mano a la empuñadura de la espada. Echaba de menos su otra espada, le había acompañado durante muchos años en innumerables batallas, la mayor parte de ellas contra Arthur, pero ahora la necesitaba más el rubio que él. Tal vez en alguna batalla futura el inglés se atrevería a blandirla contra él, pero tuvo la sensación de que no volvería a ver su espada nunca más.
Patrulló las calles con sus hombres, pero una hora después no les quedó otra que volver ya que la oscuridad de la noche no les dejaba buscarle. Antonio dio gracias por ello y volvió a su habitación, no sin antes encargar a uno de los sirvientes que le despertase nada más amanecer.
Tiró el abrigo a un lado, el cinturón con su nueva espada a otro y se metió en la cama, pero por alguna razón fue incapaz de conciliar el sueño. Su cabeza no dejaba de darle vueltas a todo lo ocurrido en la celda, a todo lo que le había hecho a Arthur. Todo lo que él había sentido en ese momento. Se miró las manos, recordando la sensación al deslizarlas por la piel del otro. Se tocó los labios, queriendo sentirlos de nuevo contra su cuello. Cerró los ojos, tratando de rememorar sus gritos y su expresión. No había sido capaz de ver sus ojos, pero sabía a ciencia cierta que destilaban odio. Y miedo. Nunca había visto a Arthur de aquella manera, tan asustado, con esa mirada tan extraña. Nunca había creído que le vería así alguna vez...
Sacudió levemente la cabeza y se dio la vuelta en la cama, tratando de conciliar el sueño, al día siguiente tendría que recorrer toda la ciudad para asegurarse de que el rubio había conseguido huir.

Antonio despertó al día siguiente completamente despejado y con una única idea en su mente. Se vistió, cogió sus armas, bajó a desayunar y acto seguido salió del gran edificio y se internó en la ciudad.
Le encontraría, costara lo que costase.
Decidió empezar por las calles secundarias de la ciudad, ya que las principales estarían demasiado vigiladas como para poder esconderse ahí. Nada más llegar a una de las calles secundarias vio que había más gente de lo normal. El mercado. Se maldijo a si mismo por olvidarlo, aunque hacía demasiado tiempo que no pasaba por la ciudad. De todas formas, tal vez se hubiese escondido ahí. Aunque se la tenían jurada a los ingleses, seguía habiendo cierto porcentaje de comerciantes ingleses en los mercados de las ciudades españolas, y podría darse la casualidad de que Arthur conociese a uno de ellos o, simplemente, uno de esos comerciantes le habría ayudado por el simple hecho de ser ambos ingleses. No perdería nada por buscarle ahí.
Comenzó a caminar entre la gente, tratando de fijarse en todo lo que sus ojos alcanzaban a ver, en cada pequeño detalle, buscando sin parar. Buscando esos cabellos rubios, esos ojos verdes, la chaqueta que le dejó, su espada. Cada vez que creía que le había visto se acercaba con rapidez para después llevarse una decepción al descubrir que en realidad no era él.
Pero aun así, por primera vez desde hacía mucho tiempo se sentía cómodo. No recordaba la sensación de caminar sin tener clavados los ojos de más gente. En el barco, todo el mundo estaba atento a lo que él hiciese, por si daba una orden repentina, y en la base no dejaba de notar las miradas de los demás clavadas en su espalda, murmurando. En cambio, ahí nadie se fijaba en él, nadie le miraba, nadie susurraba cuando pasaba al lado. Era uno más, alguien que ha decidido darse una vuelta por el mercado.
Mientras caminaba, introdujo distraídamente las manos en los bolsillos y sus dedos acariciaron los jirones de la camisa de Arthur. Notó una punzada de arrepentimiento. Sabía que ambos tenían una mayor fortaleza que el resto de humanos, pero no sabía cómo les afectaría una enfermedad. Ojala le bastase con su chaqueta, no le gustaría encontrárselo enfermo (o muerto) en algún rincón. Eso le hizo volver a pensar, una vez más, sobre el día anterior, específicamente en la última parte. No paraba de preguntarse por qué no había sido capaz de matarle. Había estado tan cerca... y sin embargo, había dejado escapar esa oportunidad. Nunca antes había estado tan cerca de acabar con él. Y le gustaría hacerlo, de eso no había duda.
Pero entonces no podría volver a saborear esa piel tan clara...
Antonio se detuvo en seco. ¿En qué demonios estaba pensando? Sacudió la cabeza. No debería estar preocupándose por el inglés, ni pensando en su piel, su mirada y sus labios. Debería pensar en cómo atraparle de nuevo y en mandarle a la horca, como le correspondía. No entendía cómo había podido dejarle escapar.
Reanudó el paseo. Trató de quitarse al inglés de la cabeza, pero le fue completamente imposible. Cada vez que intentaba olvidarlo, más imágenes acudían a su cabeza. Imágenes cada vez más distantes de lo habitual. Imágenes que no dejaban nada a la imaginación. Se maldijo a si mismo. Si seguía así... Tenía que ponerle remedio. Y conocía una buena forma para ello.
Hacía bastante que no iba a ese lugar, tal vez por eso su mente se la estaba jugando de aquella forma.
Por supuesto, conocía el camino de memoria. Cada vez que atracaba en esa ciudad, no podía evitar ir ahí a disfrutar de la noche. Era su lugar preferido para alojarse, y su lugar favorito para disfrutar de los placeres que el mejor de los burdeles de la ciudad podía ofrecerle. No había ningún otro que se le pudiera comparar, además, la dueña siempre se llevó bien con él, y todas las mujeres del local le conocían a la perfección.
Pero sólo había una a la que permitía pasar la noche entera con él.
Nada más entrar, todas las miradas se posaron en él, y muchas fueron las palabras de bienvenida recibidas.
Se acercó a la dueña, la cuál le recibió con un cálido abrazo y una jarra de cerveza. Invitaba la casa, por supuesto. La primera siempre era gratis para él. Se sentó y comenzó a beber, poniendo al día a la dueña mientras tanto. Siempre agradecía que le contase cómo le había ido; le trataba como si fuese su propio hijo, y siempre se preocupaba por él.
Al poco rato, una mujer de pelo rubio y ojos verdes se acercó a él. Se sentó sobre sus piernas y le dio un cálido beso en los labios.
-Antonio, querido, hacía demasiado tiempo que no te veía por aquí...-dijo de forma dulce, pasando un dedo por la barbilla del castaño.
-Lo siento, preciosa, he estado... ocupado-le lanzó una mirada rápida a la dueña, la cual se apartó discretamente.
-Persiguiendo de nuevo al inglés, ¿no?-la rubia dejó escapar una suave carcajada.
-Cómo me conoces...-sonrió, y acto seguido deslizó una mano por su espalda-. ¿Vamos arriba?
-Por supuesto. Tu habitación ya está preparada.

Antonio se dejó caer de espaldas en la cama, al lado de la mujer. Los cabellos rubios de ella estaban revueltos, y un leve rubor se extendía por sus mejillas. Se recostó contra él, pasándole un brazo alrededor de la cintura, permitiéndole notar el calor que desprendía su cuerpo desnudo.
-Cuánto te he echado de menos, mi querido Capitán...-deslizó un dedo por su pecho, muy lentamente.
-Yo a ti también, Lilith-dijo, sonriendo al escuchar el acento inglés de ella.
Rodeó sus hombros con un brazo y se llevó una mano a la frente. Había pasado demasiado desde la última vez, pero no podía creerse lo que había pasado. Simplemente, no lo había disfrutado, por muy extraño que eso pareciese, ya que la mujer era una experta en su trabajo, de hecho, era la mejor del lugar. Su mente, su cuerpo, ambos le pedían otra cosa. A otra persona mas bien. Su mente no dejaba de imaginar cómo sería hacerlo con el inglés, cómo sería estar en su interior. Si sus mejillas se ruborizarían tanto como las de la mujer que yacía a su lado. Si sus ojos brillarían con la misma intensidad que los de ella. Si sus besos serían tan dulces. Si su piel sería tan suave. Si sus gemidos sonarían igual.
Realmente estaba enfermo. ¿Cómo iba a querer acostarse con el rubio? Pero tenía que haber una razón para ello. Sabía que no era un simple deseo, que no era solo por lujuria, o por curiosidad. Sabía que había algo más. Aunque en el fondo, no quería reconocerlo, en parte por cobardía, en parte por orgullo.
-¿Te pasa algo, my dear?-Lilith le miró.
Simplemente sacudió la cabeza, no quiso contestar. La inglesa le conocía demasiado bien, al fin y al cabo hacía ya mucho tiempo que se conocían. Llevaban mucho tiempo compartiendo cama. Y confidencias.
Y solo ahora Antonio se daba cuenta de lo mucho que se parecía a Arthur. Los mismos cabellos dorados, los mismos ojos color esmeralda... además de ser ambos ingleses, por supuesto. Tal vez, de forma inconsciente, la había elegido a ella de entre todas las demás prostitutas por eso. Por parecerse a ese condenado inglés.
No podía creerse lo idiota que había sido al no darse cuenta de ello en todo ese tiempo. Ahora entendía por qué siempre la elegía a ella. Prácticamente todas las mujeres del burdel habían pasado por su cama, pero siempre volvía a ella. Siempre. Adoraba cómo sonaba su nombre con su acento inglés. Y sus ojos. Y su piel. Y solo después de probar el sabor de la piel de Arthur se daba cuenta de todo ello. El sabor de la piel de ambos era tan parecido... Qué demonios. El de la piel de Arthur era mejor. Té negro. Ardiente. Cómo lo echaba de menos.
Fue solo entonces cuando tomó la decisión.
Se levantó de la cama y comenzó a vestirse bajo la atenta mirada de Lilith, Al darse la vuelta para mirarla, no pudo dejar de fijarse en la suave sábana que cubría su cuerpo. No dejaba nada a la imaginación. Tal vez en otra situación hubiese vuelto a la cama sin dudarlo y hasta dejarla totalmente extenuada. Sabía que era la técnica favorita de Lilith para hacerle volver a la cama al instante. Pero en ese momento había otro asunto en su cabeza que no se lo permitía.
Arthur.
Tenía que encontrarle.
-¿De verdad te tienes que ir?
Antonio se detuvo un instante mientras se abotonaba la camisa para mirarla a los ojos. Por una vez, vio seriedad en ellos.
-Sí.
Lilith salió de la cama sin preocuparse siquiera por cubrir su cuerpo desnudo. Se acercó a él y le abrochó los botones que le quedaban. Después, colocó ambas manos en sus hombros y le miró.
-Vuelve pronto, por favor. Cada día que pasas lejos de aquí, lejos de mí, es insoportable... I beg you, Antonio.
Antonio suspiró y retiró sus manos con delicadeza. No le gustaba herir a las personas de esa forma, y menos a ella, pero no le quedaba más remedio. Era una realidad que tenía que aceptar, quisiera o no, por muy doloroso que fuese para ella. No debería haberse permitido enamorarse de él.
-Lilith... tal vez no-no pudo continuar, ya que ella se lo impidió colocando un dedo sobre sus labios.
-Tal vez no vuelvas aquí, ¿no?-sonrió ligeramente-. Esperaba que dijeras eso, lo creas o no. No soy tonta... pero no fingiré que no me duele saberlo. Sea quien sea la persona que te va a apartar de mí, espero que esté a tu altura.
No pudo soltar una carcajada. Por supuesto, no entendía cómo no se había esperado esas palabras.
-No te preocupes, Lilith. Lo está.-le dio un tierno beso en los labios y recorrió, tal vez por última vez, las suaves curvas de su cuerpo para acto seguido recoger el resto de sus pertenencias y abandonar el lugar.
Nada más salir a la calle descubrió que el sol ya se había puesto horas atrás. Una vez más, había perdido la noción del tiempo.
-Mañana. Juro por todo lo que tengo que mañana te encontraré, Arthur.

sábado, 18 de febrero de 2012

End

End

Aún recuerdo la expresión de tu rostro la primera vez que nos vimos. Y recuerdo perfectamente mi reacción a ello. Y las consecuencias.
Pensé que nunca había conocido a alguien como tú, alguien que me sacase de mis casillas nada más verle. Hacías que me pusiera violento, y eso te encantaba. Podía verlo en tu rostro, tus gestos, tu sonrisa. Tu mirada. Y eso me enfadaba más aún.
Aquella vez, nos peleamos, y los destrozos fueron grandes, aunque no tantos comparados con los que llegarían después. Todos los días venías a mí, y todos los días acabábamos peleando. Ya he perdido la cuenta de todas las veces que nos hemos peleado desde la primera. Shinra trató de detenernos al principio, pero pronto se dio cuenta de que era algo imposible. Empezó a apartarse de nosotros cada vez que nos encontrábamos, pero a una distancia prudencial para poder observar. Siempre fue raro ese hombre...
El tiempo pasó, pelea tras pelea. Un año de instituto, otro... Pero aún no lo habíamos terminado cuando me propusiste aquello.
Puedo vislumbrarlo perfectamente en mi cabeza. Tú, acercándote a mí, en la azotea del instituto. La expresión de tu rostro, totalmente distinta a las veces anteriores. Sí, había diversión en él, pero otro sentimiento se sobreponía a los demás. “Vamos, Shizu-chan, divirtámonos” fueron las palabras que salieron de tus labios, curvados en una suave sonrisa.
Hasta que no tuve tus labios pegados a los míos no me di cuenta de a qué te referías.
Esa piel tan suave...
Las peleas que habíamos mantenido tantas veces poco a poco se fueron sustituyendo por encuentros en la azotea del instituto, encuentros que al principio no significaron nada para ninguno de los dos, encuentros llenos de pasión y fuego. Aun así, de cara al público seguíamos siendo los mismos. Tan sólo cambiábamos al cruzar esa puerta.
El tiempo pasó. Terminamos el instituto, y cada uno siguió su camino. Pasaron dos años completos hasta que te volví a ver, de pie en un paso elevado, mirándome fijamente. No recuerdo haber corrido hasta ti, pero en un momento te tenía frente a mi, mi respiración completamente agitada. Las palabras negándose a salir.
“Volvemos a vernos, Shizu-chan.”
Cuánto habías cambiado. No solo tu ropa y tus rasgos, también tu forma de moverte, tu forma de hablar, tu forma de mirarme. Pero no le di importancia, al fin y al cabo yo también había cambiado. Dos años son dos años.
Aquella noche acabamos en un hotel cercano, de nuevo piel contra piel. No recordaba lo mucho que lo echaba de menos.
“Esto no es como antes, ¿verdad, Shizu-chan? Ya no es como hace dos años.”
En ese momento me di cuenta de que era verdad. Aquello ya no era un simple juego, o una forma de diversión. Ya no podíamos hacer lo mismo de antes. Ambos lo sabíamos bien.
Durante un tiempo, a espaldas de los demás, comenzamos a convivir. Al principio fue difícil, al fin y al cabo nos habíamos odiado durante mucho tiempo, quisimos matarnos el uno al otro, y esas cosas no se olvidan, por mucho que estés saliendo con esa persona a la que has odiado durante tanto tiempo.
Aun así, las cosas fueron mejor de lo que pensábamos. Lo único difícil fue que no nos descubriesen. Pero de alguna forma, lo conseguimos.
De todas formas... algunas cosas relacionadas con tu trabajo me hacían dudar a cada momento sobre lo que sentías por mí, si era tan solo una diversión, si en realidad me usabas como un juguete, o de si me querías cerca para acabar conmigo cuando te pareciese. Sabía que durante mucho tiempo me tratabas como un monstruo tratando de ser humano, y no me fiaba de ti.
No estoy seguro de si alguna vez lo hice.
La desconfianza siguió creciendo, pero traté de ocultarla por todos los medios. Aunque creo que lo sabías de sobra. Siempre lo supiste, ¿verdad? Que dudaba de ti.
Pero el tiempo pasó de nuevo, y las cosas siguieron bien.
Un año más tarde, comenzaron las peleas. O más bien dicho, las retomamos. Por un lado quería matarte. Por otro lado temía hacerte daño. Temía que volvieras a odiarme.
Y todo esto se reflejaba cada noche. Las marcas en tu suave piel se volvieron incontables. Tal vez aún ahora tengas alguna.
Pero nunca te quejaste, nunca me dijiste nada. ¿Tal vez no querías perderme? ¿O no querías herirme? ¿O era simplemente por puro masoquismo? Nunca te lo pregunté. Nunca lo sabré, ¿verdad?
Durante un tiempo, las cosas se calmaron. No recuerdo muy bien el porqué, pero volvimos a nuestras vidas cotidianas. Tú con tu trabajo, yo con el mío. Pero ninguno de los dos podía olvidar todo lo sucedido entonces. Evitábamos el tema, y poco a poco comenzamos a distanciarnos.
Cómo me arrepiento de ello, de no haberte retenido durante más tiempo.
Al cabo de un año, volviste a desaparecer. Lo dimos todo por terminado. Ya no había nada entre nosotros, aunque los sentimientos seguían ahí. Aún soy capaz de sentirlos. ¿Eres capaz de ello tú también, Izaya? Es algo que siempre me he preguntado. Actualmente, aún me lo pregunto.
Mientras te miro a los ojos.
Los días pasaron, y no volví a verte. Sentía la soledad más cerca que nunca. Los sentimientos que entonces tenía, parecían haberse extinguido casi del todo. Aún los notaba, pero no con la misma intensidad de antes, como si me quemasen vivo. Lo que sentía por ti era demasiado intenso. Tal vez incluso llegué a perderme de vista a mi mismo a causa de aquella intensidad. Dudo mucho que vuelva a sentir como entonces.
¿O tal vez...?
Me volviste loco, me cambiaste. Me hiciste mostrar lados de mí que no conocía. Y todo eso, con tan solo una frase, con tan solo un gesto, años atrás, en el instituto. Nunca pensé que eso cambiaría mi vida por completo.
Qué equivocado estaba.
Pasó otro año. Ya había perdido la esperanza de que volvieses a mí. Pero una vez más, volví a verte. Justo delante de mí. Mi primer impulso fue correr hacia donde estabas. Mi segundo impulso fue el de querer matarte.
Aquella expresión no era la misma de siempre. Esta vez era completamente diferente. Oscura. Distante. Retorcida.
Me dejaste confuso, pero todo eso despertó de nuevo el odio que tenía guardado en lo más profundo de mi mente. Nada más gritar tu nombre, nada más arrancar la primera señal, tu rostro volvió a mostrar la misma expresión de felicidad que la primera vez. ¿A caso lo echabas de menos? ¿El odio en mi mirada? ¿Mi fuerza? ¿Dejaste pasar todo este tiempo solo para eso?
Más preguntas que quedarán sin respuesta. Hay tantas ya...
Y volvimos a pelear. Una pelea como nunca antes había tenido. Una pelea en la que di todo lo que tenía. Aun así, no fui capaz de acabar contigo.
Acabamos frente a frente, mirándonos a los ojos, la respiración agitada. Heridas por doquier. Pero la sonrisa nunca se borró de tu rostro.
La conversación fue breve, tan solo un par de frases.
“¿Has llegado ya a tu límite, Shizu-chan?”
“No tengo límite. Lo sabes.”
Pero ninguno de los dos se movió. Hasta que diste media vuelta y huiste.
¿Por qué? Respóndeme. Aunque sé que nunca lo harás.
Tu expresión sigue siendo la misma. Aunque ahora te encuentres en una posición delicada, siempre me mirarás de la misma forma. ¿No me responderás ni siquiera ahora, que tengo tu vida en mis manos?
-Nunca lo haré.
Te miro, me das asco. Eres un despojo humano con una sonrisa pintada en el rostro, con la espalda pegada a la pared, delante de mí.
-Oh, vamos, Shizu-chan, ¿de verdad esperas que te responda? ¿Qué más da si lo hago? ¿A caso me dejarás ir si te digo que aún te quiero?
Apreté los dientes y cerré los dedos un poco más en torno a su cuello. Su mirada seguía siendo arrogante, carente de miedo.
-Tan solo quiero saberlo. Tal vez si me respondes te mate más rápido.
No respondió. Ambos permanecimos en silencio un momento más. Mirándonos. Me retaba con la mirada, pero en el fondo parecía saber que no iba a poder hacer nada.
-Dímelo, Izaya.
Pareció dudar. Lo vi. Lo sentí. Y cuando por fin lo escuché, sentí alivio.
-Sí.
Por supuesto, yo sentía lo mismo. Después de tantos años, de tantas peleas, de tantas heridas, seguía queriéndole. Pero sabía que sería totalmente imposible continuar donde lo habíamos dejado.
Parecía que hubiésemos sido creados para luchar eternamente el uno contra el otro. El amor no entraba en los cálculos.
Pero por alguna razón, fui incapaz de seguir adelante. No quise reconocer el por qué de mis actos. No quise pensar en ello. Simplemente me aparté.
-Vete.
Por una vez, me hiciste caso.
Desde ahora en adelante, juro que seguiré odiándote, que seguiré tratando de matarte. Tú harás lo mismo, ¿verdad?.
Al fin y al cabo, esos sentimientos de odio y desprecio no pueden ignorarse, no pueden dejarse de lado.
Por mucho que te quiera, por mucho que desee estar contigo, ambos sabemos que no podemos. No es algo que podamos decidir por nosotros mismos. Es algo que tiene que ocurrir, y sabemos que nunca más pasará. Desearía volver a ese año que compartimos en paz... Tal vez tú desees lo mismo.
¿Pero sabes una cosa? Eres demasiado importante para mí.
Por eso he decidido, Izaya, que este es el fin.

martes, 7 de febrero de 2012

Dulce Navidad, Antonio - Capítulo 02

Capítulo 2. 27 de diciembre.

-Maldición. Maldición… Maldición,maldición, ¡MALDICIÓN! ¡Eres un estúpido! –gritó Lovino a pleno pulmón antes deestampar el vaso, lleno de un whisky que Escocia le había regalado, contra unapared de su casa- Eres un estúpido… -repitió en voz baja, sin saber bien si lodecía por Antonio, o por sí mismo.
Abrazándose levemente, se deslizópor la pared hasta el suelo. Lovino estaba confuso, MUY confuso. ¿Qué demoniosacababa de pasar en casa del español? O mejor dicho, ¿qué había estado a puntode pasar?
-¿Frattello? –lo llamó una vocecilladesde el marco de la puerta. Él alzó la mirada al instante, para ver a suhermano mirándolo algo preocupado- ¿Estás bien?
-Feliciano… -murmuró sorprendido-¿qué haces aquí? –exclamó de pronto, recuperando su tono hostil.
-Oí un ruido muy fuerte y…
-Se me cayó el vaso al suelo.
-Hay… una marca en la pared.
-Resbaló.
-¿Desde el suelo… hasta la pared?
-Pues claro.
-Ve~

***

Lovino pasó una semana más en sucasa antes de decidir volver al lado de Antonio. El bastardo se había ganadoestar sin él todo ese tiempo, ¿cómo se había atrevido a echarlo?
Todavía enfurruñado, cogió lamaleta y subió al avión. Suspiró cuando se sentó en su butaca, solo le apetecíadormir durante todo el viaje y comer algo. Aunque en realidad la casa de su‘jefe’ no estaba tan lejos de la suya, llegaría pronto. Entrecerró los ojos,volviendo a pensar en la última noche que pasó allí. España y él habían estadoa punto de… Pero no, no había pasado nada. Él había detenido al español a tiempo.Pensándolo bien, no sabía ni cómo habían llegado a esa situación, solorecordaba haber intentado entrar a casa antes de que Antonio le besararepentinamente. Y a los dos minutos ya estaban en su habitación, mordiéndose yquitándose la ropa…
Lovino carraspeó, obligándose aparar de imaginar la escena otra vez. Seguramente había sido un malentendido.Los dos habían bebido esa noche, ya que el estúpido del pervertido francéshabía celebrado una pequeña fiesta en su casa, y habían acudido algunos amigos.Pero Lovino no era su amigo. Ni tampoco el del resto de naciones que había allíaquella noche. Él solo acompañaba a España, porque este se lo había pedido caside rodillas.
Estaba harto de darle vueltas altema así que, cansado, cerró los ojos para intentar dormirse. Aún así, no lesirvió de mucho, ya que tuvo un sueño bastante extraño, aunque luego no pudorecordarlo bien. Despertó cuando aterrizaron. Salió del aeropuerto y caminó, unpoco nervioso, hasta llegar a donde Antonio vivía. No estaba lejos.
Cuando estuvo ante la puertaprincipal, dudó antes de meter la llave en la cerradura –porque por supuestoque tenía una copia de las llaves- pero, finalmente, entró a la casa.
-¿España? –gritó desde allí.
No obtuvo respuesta, así que echóun vistazo a su alrededor. Había un poco más de desorden desde la última vezque estuvo allí, y eso era extraño, ya que el único que desordenaba la casa deAntonio era él, pero le restó importancia al asunto. Recogió un calendario quehabía tirado en el suelo, el cual tenía tachados todos los días de diciembrehasta el 24. Chasqueó la lengua, fastidiado, y cogió un bolígrafo para tachartodos los que faltaban hasta el día actual, que era 27. Aquel estúpido no sabíani en qué día vivía.
Cuando colgó el calendario en lapared, que era donde debía haber estado en un principio, oyó ruidos en el pisode arriba, así que subió sin más. Se encontró con el español desbaratando suhabitación por completo. Lovino permaneció en el marco de la puerta, bastantesorprendido, ¿qué estaba haciendo? España estaba de cuclillas, rebuscando algoen el interior de su armario. Cuando finalmente se dejó ver, se giró haciaLovino instantáneamente, poniendo una expresión que el italiano no supodescifrar.
-Ah… Lovi…
“¿Ah… Lovi…?” ¿Qué tipo de saludoera ese hacia alguien que no ves en una semana entera?
-Creí que tardarías más en volver–Italia del sur notó como si su cuerpo se helara. ¿Más? ¿MÁS? ¿Estaba hablandoen serio? ¡Una semana! ¡Siete jodidos días! A él le había parecido más quesuficiente pero, al parecer, no era lo mismo para el español.
-Solo estoy aquí por algo queolvidé –respondió sonrojándose, antes de mirar de nuevo detrás de España. Estesiguió su mirada, encontrándose con su maleta abierta y bastantes cosas dentro.
-Ah… mmm… Me voy de viaje.
Lovino enarcó una ceja.
-¿De viaje?
-Sí… Kiku me ha invitado a sucasa –sonrió algo incómodo, desviando la mirada-. Y, bueno, me iba esta tarde.
-¿Hasta cuando?
-¿Perdón?
-¿Cuánto tiempo estarás allá?
-Pues… tal vez unos meses…
-¡Contéstame bien, maldita sea!
-Es que… de verdad que no lo sé.Voy a estar una temporada viajando.
-¿Cuánto tiempo? –repitió elitaliano, denotando impaciencia y amenaza.
-Seguramente… algunos años.
Lovino entreabrió sus labios,totalmente sorprendido. Parpadeó y miró el suelo, tragando saliva. Notaba unnudo en su garganta y no sabía la razón de por qué no desaparecía.
-¿Años…?
-Pero mi casa estará en buenasmanos. Francis me ayudará a tenerlo todo en orden, además, tú estás aquí asíque…
-¿Quién te ha dicho que yo vendréa limpiarte la casa, bastardo?
Antonio calló y le sonrió,volviendo a rebuscar en su armario, agachándose. Pero Lovino no estabacontento, no estaba nada contento. Notaba como su corazón latía cada vez másdeprisa, se sentía un poco desesperado. Pero no tenía nada que ver con que nofuera a ver al español en quién sabe cuánto tiempo… ¡para nada! Simplemente yano habría nadie que le hiciera la comida, ni que plantara sus tomates. Además,esa sonrisa que le acababa de dedicar… no le había parecido nada real. Espera,espera, él no tenía que preocuparse por eso.
Se humedeció los labios, que sele habían secado en un momento, y observó a España mientras hacía su maleta.Iba vestido con una camisa azul y unos pantalones vaqueros que no eranajustados pero que, al agacharse, marcaban todas sus formas… Parpadeósorprendido por lo que estaba pensando y pasó su mirada por la habitación delibérico. Se detuvo en el escritorio. No, definitivamente el recuerdo que teníade aquella mesa era demasiado vergonzoso. Siguió contemplando la estancia,luego venía la cama… ¡Arg! ¿Su mente se burlaba de él?
Enfadado, dio media vuelta ysalió al pasillo.
Suspiró y se deslizó por la pared hasta quedarse sentado en el suelo. ¿Qué le estaba pasando?

Stupid Threads -Capítulo 1-

-Capítulo 1- Dolor

-Vamos, Yunior, camina. Papi no puede ir tirando de ti todo el tiempo.
-Voo~y – Me respondió, con su tierna sonrisa.
Hacía ya 2 años y medio, desde que lo dejé todo para crear una nueva vida. 2 Años llenos de los dolores más atroces que jamás imaginé podría llegar a tener. 2 Años llenos de lágrimas guardadas y solo echadas en los momentos en los que me encontraba a solas. No podía llorar por lo perdido, sabiendo que mi acompañante también pasaba por lo mismo que yo.
Iba con Yunior de la mano. Aún no recuperaba la suficiente fuerza como para poder cargarlo en brazos. Y él aún era demasiado pequeño como para poder seguir mis pasos, así que me veía obligado a tirar de él la mayor parte del tiempo. Me dirigía a una audición para entrar a formar parte de un grupo que Akira me había conseguido. En todo este tiempo él había sido quien ha traído el sustento a casa. Quien cuidaba de Yunior y de mi. Ya era hora de ayudar yo.
A un par de cuadras del local en el que habíamos quedado llamé a Suzuki, para que me esperase por fuera, ya que aún no me ubicaba del todo bien.
Cuando ya estaba por llegar, y divisaba la silueta de Reita al otro lado de la calle, percibí un pequeño destello a mi espalda. Era un “paparatcci”. Lo miré horrorizado cuando, junto a un tipo con grabadora, se me acercaron, no hice otra cosa que agarrar con fuerza el brazo de Yunior y tirar de él.
-¡¡AKIRA!! – lo llamé desesperado.
Por suerte, este ya corría en mi dirección, tomando a Yunior en brazos alzándole, y tapando su cara en su pecho, para juntos entrar en el local y cerrar la puerta tras nosotros.
-¡Mierda, mierda, mierda! – me movía en todas direcciones.
Akira dejo a Yunior en el suelo, para trasponerse a su altura mirarlo a los ojos y decirle:
-Nunca digas las palabras que papi está diciendo ahora, ¿vale?
-De-de acuerdo – me miró asustado.
Yo solo me agaché para abrir los brazos y dejar que Yunior se refugiara en ellos. Y traté de aguantar las lágrimas sobre su pequeña cabecita.
-Nos han encontrado…
-Tranquilo, Uru…
-¿Y ahora qué hacemos? ¿qué pasará con Yunior?
-No dejaré que toquen a mi hijo–me respondió veloz.
Me quedé mirándole, entre sorprendido y asustado. Realmente me alegro de que Akira viniese conmigo aquél día.
-Gracias–fue lo único que pude murmurar mientras abrazaba a Yunior–. Vamos.
Agarré una de sus pequeñas manitas y le sonreí. Éste correspondió a mi sonrisa y alargó su otra mano hacia Akira, quien la cogió y comenzó a caminar entre nosotros, dando pequeños saltitos de vez en cuando.
No sé como lo hace, peor esta cosita lograba que todas mis penas se perdieran, y que no recordase nada de ellas. Además, tenía conmigo a mi mejor amigo, al único que me había creído… el único que había estado a mi lado en aquellos horribles tiempos…


*Flash back*


Todavía me acuerdo perfectamente… Estábamos los 4 en una cafetería, girando la cucharilla en el café . Había estado en el médico, y como siempre que iba quedaba con ellos para superar el mal trago.
No sé ni como , ni cuando pero la conversación acabó por desviarse a temas insospechados.
-La verdad es que no me importaría formar una familia-dijo Takanori sonriente.
-Ya, pero a mi me gustaría que fuera hijo mío–comentó Yuu.
-¿Y qué pensarías si yo te dijera que te puedo dar uno?–murmuré poniéndome colorado.
-¡Anda ya!-se burló Taka.
-Shima, tú no eres mujer–rió el moreno.
Akira me observaba en silencio, para luego comentar.
-Si, es una broma–me sonrió y yo le hice lo mismo-Pero, ¿A que estaría bien?
-¡Si!–al chibi se lo veía feliz.
-A mi me gustaría la idea-les sonreí.
-Pues a mi no.
Todos nos giramos a Yuu, que estaba serio.
-Eso iría contra natura. Yo no lo querría.
Y con las mismas se levantó y se fue.
-Shima…-Akira puso su mano en la mía.
-No pasa nada…
-Yo voy a ver qué mosca le picó a ese-Ruki se levantó y besó a Reita.
-De acuerdo–Respondió este sonriéndole.
En cuanto el rubio menor se fue Akira se levantó y se arrodilló ante mi.
-¿A que vino esa pregunta de antes, patito?
-¿Mmm?–lo miré con ojos llorosos.
-Lo de si tú pudieras concebir…
-Ah… N-nada…
-Pato-me tomó de la barbilla-, sabes que a mí no me puedes mentir.
-Ya…
Suspiró , y me abrazó. Nunca más volvió a sacar el tema a la luz.


*Fin del flash back*


Akira ha sido el padre de mi hijo desde el mismo momento en que fue concebido…
Como ya dije… el único que estuvo a mi lado, pero…
Yuu… te echo de menos…

lunes, 6 de febrero de 2012

Stupid Threads - Prólogo-

-Prólogo- El comienzo -

Nee~~Akichaaa~~n
- Dime Taka- le tomó por la cintura. - ¿No crees que Kouyou está engordando? -
Shhh~Sabes como es Uruha para con su cuerpo…
- Sí, pero ya veras como “manager-san” nos pese… le va a echar la bronca… - No seas pájaro de mal agüero. 

- Ya estuve hablando con Shiroyama sobre eso…
Lo giró, tomándolo por la cintura para mirarlo a los ojos.
- Como sigas hablando de esos dos me voy a poner celoso.
- Bakka –Pasó sus brazos por el cuello de Suzuki y lo besó.
- ¡¡Chicos que hay mas gente en la sala!!
En el otro lado de la sala se encontraban ambos guitarristas, afinando y calentando sus instrumentos. Uno, el mayor, botado en el piso y el otro sentado en una silla, cerca del primero.
- Déjalos si ellos no cambian –rio el joven moreno dejando su guitarra sobre sus piernas
- Yuu, tengo hambre… -murmura- ¿Crees que me dará tiempo de bajar a la cafetería a por algo antes de que llegue Yutaka?
- ¡¡Pero si acabas de comer ahora mismo!! – Dijo asombrado el del suelo. 
- Ya, yuu, no seas. Solo te comenté – dejando la guitarra en el soporte- ya voy… - Shima, como sigas así vas a acabar como un tonel… o peor, como “manager-san”
- ¡No estoy gordo!- gritó a medio camino de la puerta, haciendo que la otra pareja se parase a mirarlos.
- Cariño, no te he dicho nada en todo este tiempo, por que pensé que serían los nervios por el nuevo disco, pero pronto tendremos la gira y no me parece que sea muy correcto que comas así – Hace callar al otro que iba a protestar- a mi también me encantan los dulces, pero ya te estás pasando…
- Yuu… lo mira con los ojos acuosos el moreno.
- No, Shima, esta vez no.
- Pero yuu…
- Enserio – lo mira burlón- No me gustan los gordos
- ¿¡AAahn!!? – el menor se cruza de brazos, ofendido - ¿qué estas insinuando?
- Solo he hecho una aclaración, allá tú si te das por aludido.
- Chicos, chicos – dice el rubio, dejando al menor y acercándose a ellos con los brazos abiertos- no hagamos un mundo de esto…
Justo en ese momento entra Yutaka en la sala, encontrando esa escena.
- Chicos, ¿Qué sucede aquí?
- Nada –ríe Ruki desde la ventana de la cual no se había movido- Que Kouyou, quiere bajar a comer.
- ¿¡Ahora!?¿Pero no te vi ya antes en la cantina? ¿ La gula te puede? Ya verás que acabarás engordando…
El moreno fue haciendo muecas , conforme el joven batero iba hablando, y el bajista lentamente volvió al lado del vocalista, abrazándolo, temiéndose ya lo que iba a suceder.
- ¡¡Esto es el colmo!! – se fue directo hacia la puerta- ¡Me largo! – y se fue dando un portazo.
- Ostias… -murmuró el rubio menor. - Cariño…-deshizo el abrazo el desnarizado.
- Si, ve por él – Respondió Matsumoto sin necesidad de que Suzuki añadiese nada mas. Esa fue la última vez que Yutaka, Shiroyama y Takanori vieron a Kouyou y Suzuki.

Stupid Threads - Ficha

Título: Stupid Threads

Argumento:
Tras una “discusión estúpida” con su pareja en el ensayo, Takashima Kouyou abandona el grupo acompañado de su mejor amigo, Akira Suzuki, desapareciendo ambos de la fas de la tierra. Hasta que en una revista de un lejano país aparecen unas fotos de Shima caminando de la mano con un niño, y en la página contigua, Akira llevando a ese mismo niño en brazos. ¿Qué hizo que esos dos abandonasen sin decir nada al grupo y a sus respectivas parejas? Y lo más importante… ¿Quién es ese niño?

Tipo: Varios capitulos
Finalizado: No
Público: mayores de 16
Temática: Yaoi (Shonen Ai)
Advertencias: mpreg, drama
Categoría del fanfic: JMusic
Lista de capítulos: prólogo + 1


NOTAS:
Posibilidad escrito conjunto.


Ayuda/sugerencias: Se buscan autores para interpretar a Akira Suzuki (reita) y/o Shiroyama Yuu (Aoi). Los capítulos se escriben en primera persona, desde el punto de vista del personaje sobre el que trate cada capítulo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

End - Ficha

Título: End

Argumento:
Hemos pasado por demasiado. Tantos años sufriendo e hiriéndonos el uno al otro tenía que llegar a alguna parte... ¿no crees?

Tipo: oneshot
Finalizado: No
Público: mayores de 16
Temática: Yaoi, drama
Advertencias: violencia
Categoría del fanfic: Anime/Manga – Durarara!
Lista de capítulos: capítulo único

End